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Como telón de fondo para lo que sigue tengo, entre otros escritos, al último en “página nueva” de Leonardo Godoy Echeverría. Él se refiere allí a la música de la lluvia sobre su tejado de alerces. No pude dejar de evocar entonces en la emoción de mi memoria a la apertura de “Daphnis et Chloe”. Siempre hallé allí a la lluvia en cascada. Maurice es uno de los compositores más geniales de la Historia. Obligatorio sería para la cultura amorosa de las almas escucharlo una y otra vez, aunque sin monopolio. En la apertura mencionada, se demuestra que la belleza compleja en el gran arte hace llorar.

Graznido (cf. “Pon tú el título”), un poco desde la misma perspectiva, no creo en “el eterno retorno” donde Nietzsche modernizó a Heráclito. El río jamás es el mismo. Nada es circular. Quise explicarlo en “Poesía de la Incertidumbre”. Dije que la vida universal e íntima es más espiral que círculo, más elipse que espiral y más parábola que elipse. Indiqué por qué. Me hallo quizás equivocado. “Mis” textos no son estudiados, pero eso ya no es problema mío. No cederé al subterfugio del marketing publicitario ni del dinero, que nunca me han tentado, por considerarlos demasiado fácilmente accesibles: vendrían solos; y si no vienen, peor para ellos.

En aquella apertura raveliana y en otras obras del maestro meridional la lluvia aparece a menudo como un enjambre de notas cuya hermosura conjunta y dispersa pero conjunta llega a ser sublime. Busca el asunto en Google. En París suele llover y de manera torrencial, pero no hay inundaciones, porque la ingeniería de los desagües y del urbanismo no es allá como acá. ¡Por algo la obra más fantástica en Chile es el puente del Malleco hecho por Eiffel!, “torre” horizontal de cuyo cuidado sería necesario preocuparse desde ayer. Oh, Ministerio de Obras Públicas…

Cuando se largaba a llover con ganas en París, mi esposa y yo salíamos corriendo al vecino Campo de Marte para disfrutar riendo, sin paraguas, del agua celestial. No besábamos. Nos abrazábamos. Teníamos el futuro alegre por delante. Éramos felices.

Algo de esto aporta hacia incluso el porvenir Maurice Ravel.

La resurrección es ya, siempre. Quiero escribir las palabras más sabias esta noche. Escribir por ejemplo que no puedo hacerlo pues la sabiduría es inalcanzable. El tiempo espacial como noción afectivamente interiorizada por obra de la genealogía demoníaca constituye la prueba divina de la libertad en la Creación. La prueba pascaliana representa un pobre chiste comparada a ésta de Dios sobre la llamada vida o muerte en la vida o muerte. Dios duda. No sólo la existencia duele en las honduras del hombro o del recuerdo. También lo hace la inexistencia en la superficie de la desesperanza o del cáncer. La fe es precaria. Y “el amor es más fuerte” resulta expresión apenas nerudiana de renovada dominación cuyo fracaso salvo financiero se va haciendo flagrante. Más duele así el hombro. Tu creencia está tan herida que sólo cree no creer nada: he allí su vigor. Eres un ser hastiado de la perplejidad. Un árbol es otro árbol. Sólo estupideces repetitivas suenan desde el ágora de la connivencia corrupta. La virtud suicida es. Imposible deviene creer en esta cosa sin descreerla y ni aun así el fruto es claro. Pero asombra la resistencia al dolor. Éste enseña pavoneándose humildemente respecto de sí. Obliga torpemente a un sentido de la trascendencia. Y da risa que tal residencia en el destierro produzca a veces más que placeres un sentimiento de felicidad compartida y ridícula.

Murió. Entré al dormitorio. Sobre la mesa había una frase: “Sólo permanecen instantes”. Comprendí el sufrimiento yaciente en esta filosofía que no comparto. Yo no sufro al sufrir. ¿Duele el bien no hecho pudiendo haber sido hecho? Fuente de humildad ello es. La imperfección divina está en ti. Nosotros es un pronombre de la mentira. Yo no existo para nadie. La compasión es la abuela de la bondad que seda entre lagrimones la conciencia propia. Las legañas son el residuo pétreo de la felicidad onírica. Allá en los sueños se hunde el Paraíso. La piedra piensa.

No hay proceso. “Vuelve a nacer” es una constante de invariabilidad estadísticamente variable. Nada importa. El Juicio es Final. No mates. No robes. No etcétera. Pero en todo caso el Juicio es Final. La coyuntura, ¿qué es, sino el todo en la nada? Somos extraviados en los sentidos clasificados por la Ilustración del Progreso. El sabio jamás sabe que es sabio. Su amor al arte musical se maximiza pidiendo escuchar la sonata del silencio. La respiración se agota. Queda una sensación de tristeza. Pero la alegría ya viene.

Prosiga.

Cristo es parábola del hijo pródigo.

Regresó ascendiendo donde su padre por aburrimiento acá.

La crucifixión fue cruz y ficción.

Brilla el sol de nuestras juventudes, la noche muere en el ayer y es el ritmo de las multitudes que nos llama a cantar “¡Frei, Frei, Frei!”.

La tierra será el paraíso de toda la humanidad, ¡viva la Internacional!

Pongamos las cosas sobre el tapete.

Sea periodista o médico.

La noche depende de la rotación.

Si como me asegura un ingeniero de obras públicas “n” dividido por “0” es igual a “”, infinito multiplicado por cero sería igual a n, es decir a 1, 2, 3,…, de lo cual se deduce por ejemplo que 1 = 1000, Lagos = Piñera, ¡con razón el ingeniero se ha especializado en aeropuertos!

Es una orden: ¡Prosiga!

– ¡Afirmativo, mi general!

Así se llama de las tres la barca central en poesía de Colón, entre la Santa María y La Niña. Pocas cosas son tan hermosas como la palabra y la realidad siguientes: Contigüidades. Más vale interpretar que explicar. “La Pinta” es ahora el nombre un tanto humorístico si se quiere pero en el fondo muy serio aunque alegre de una escuela que está situada en la comuna llamada La Pintana, pobre como se dice. Es una “universidad” mixta para niños del lugar, digamos entre 2 y 10 años en su edad. Tiene inspiración cristiana sin fanatismo, sin fanfarronería, sin publicidad. Busca calidad ética e intelectual. Es gratuita, bonita, modesta. Caben 100 niños. Hay flores que los estudiantes cuidan. Hay juegos y música. Hay amistad. Profesores y alumnos aprenden de sí y entre sí recíprocamente. Los estudios ajustados a cada nivel son de un rigor entretenido. No está admitida la violencia de ninguna especie porque no sale. Tampoco se trata de andar sonriendo como bobalicones todos el día. Una ternura sana cuida a los participantes en sus ires y venires por la calle. La Pinta es gratuita. Se da allí importancia a la tecnología pero menos que a la humildad promisoria de la ciencia. La disciplina es respeto por amor a lo que se hace. Nadie se aburre. La exigencia práctica es interior y compartida. La duda no metódica baila en las conciencias contiguas. En fin, es un lindo caso que no posa de ejemplaridad. Los errores son absueltos pero los crímenes no: chao. Ninguna promiscuidad sexual ni para qué decir pedofilia se hallan permitidas. Le educación en sus diversas asignaturas se preocupa de unir la particularidad del barrio si es posible cada día más querido con la universalidad del planeta y del más allá, donde Dios es más emoción que cuatro letras, aunque éstas por cariño no estén excluidas. Pensar, es decir filosofar, está presente desde el deporte hasta la lógica. En La Pinta, cuyo logo es la barcaza aludida sin por ello ser centrista, son valoradas la libertad y la improvisación. El profesorado enseña al estudiantado. Y éste enseña a aquél. ¿Utópico? No. El objetivo obviamente no es el lucro. ¿Financiamiento? ¡Qué cuesta eso!: casi nada. ¿Proselitismo político? No. Estoy persuadido que desde “Amaneciente Incertidumbre” hay ya gente valiosa para entrar en esta razonable aventura y que fuera de A.I., seguramente, también. Invitemos por ejemplo a Humberto Maturana para que haga clases sobre la vida a los más chicos; o a Víctor Fuentes de carpintería a niños un poco mayores, etc. La puerta está abierta para iniciativas y acciones consecuentes. No para compromisos sin cumplimiento. Carezco de competencia para hacer solo la diversidad que este proyecto requiere. Ayudarnos es ayudar al mundo. En la custodia del lenguaje, por ejemplo. Enseñemos chino e inglés sin olvidar el castellano ni la lengua mapuche. No confundamos la amistad con la complacencia. Yo iría a vivir en La Pintana por La Pinta de La Pintana. O a otro lugar, incluso a Cochiguaz, por qué no. El lugar no importa. No sé, uno debe cambiar de giro en la vida. La sola idea de hacerlo alegra. Veamos qué sale de esto. Una autorización estatal nada costaría. Pero no me vengan con “qué buena idea” y ni siquiera con “sí, necesitamos más solidaridad”. Quiero proposiciones responsables y concretas que correspondan a la filosofía sugerida. Pucha, me tienen trabajando hasta las 5:20 am, qué abuso. Me encanta joder pero también lo contrario y así recuerdo esa frase tan estimulante que recibí de una amada un día ya lejano a propósito de moneditas, “too good to be true”, a la cual respondí, creo, que nada es demasiado verdadero como para no ser bello. COLEGIO LA PINTA.

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