Esto ocurre en un bar a medianoche. Me limito a observar sin comentario ni trampa gestual por interpuesto individuo. Hay gente, pero el lugar, hermoso, estilo londinense caribeño, es silencioso. Soy por concesión de los players la única persona con el derecho de mirar y de tener presencia cercana a la mesa. Nadie por miedo juega ya conmigo. Soy apenas árbitro, a sueldo, eso sí. El dudo de a dos es más complejo que de a tres o de más. Representa con toda exactitud una simplificación sana de la esquizofrenia en su estado más puro, es decir, cada rival es desde sí mismo, y en sí mismo si quiere, todo el conjunto de los números naturales, del tipo 1, 2, etc. Existe el derecho poco ejercido de beber alcohol. Hay normas que doy por sabidas. Insultos incluso elegantes prohibidos y castigados por el monto en juerga están. La suma mínima en disputa por cada lanzamiento de dados es quinientos dólares que quien gana percibe de inmediato en efectivo bajo vigilancia policial de eficacia comprobada aun desde la acera, llueva o lo contrario.

Dos ases.

Dos tontos.

Tres ases.

Cinco.

Seis.

Calzo.

Yo no tengo ninguna.

Tome el dinero. Felicitada está su astucia. Ya viene la mía.

Segunda jugada.

Me retiro por hoy, si bien tocaba hablar a Usted, pero ninguna regla fija horario.

Es su derecho, pero sin fair play.

Repito, nada me obliga a seguir.

Lo sé, pero Usted actúa como un cerdo.

¡Todo insulto está penalizado!

Puerco suizo, digo yo.

Pague otros quinientos, porque independientemente del evidente insulto sólo un chancho de Córcega juega al dudo, sentencio yo, árbitro imparcial.

Tome el dinero, ahora empiezo yo, mil dólares.

Tercera jugada.

Un tren.

Dos trenes.

Un as.

Dudo.

Cagué.

Salte con mil.

Mala noche para mí, ésta.

Recién empieza… no me retiro.

Cuarta jugada.

La última, pero con fair play esta vez,…

¡Insulto indirecto, señor árbitro!

Sí. Pague.

Tome (puta madre).

Gracias. El juicio arbitral ha sido equitativo. Le aconsejo que no continúe hoy.

Un millón de dólares, y hoy ya es mañana.

Usted trampea, esa cantidad no le cabe en la guayabera.

Sí. Ando con vale vista.

Quinta jugada.

El vale vista ni visto vale nada acá.

¡Insulto imperialista! ¡Saltando con el millón!

Tome.

¡Vale vista falso éste es!, basta con tocarlo para darse cuenta que está hecho de papel para la intimidad.

Normal resulto ello, el reloj suyo indica el mediodía apenas pasado, no la medianoche, y en eso coincide con el mio, sin contar el hecho que nos hallamos bajo este aplastante pleno sol que agobia incluso a las iguanas.

¿Incurre ahora en racismo para deberme más dinero?

Somos niñitos no más, esto era un juego.

Bien, lo sé, empatemos, vamos a la playa para descansar, la playa navegable de Piñera en el Mapocho, OK.