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Se designa así, sobre todo en la jerga de la política y el periodismo norteamericanos, de manera más o menos transversal entre los partidos republicano y demócrata, a quienes, dentro o fuera de aquellos dos ámbitos de actividad, tienden respectivamente a propiciar una estrategia internacional agresiva (halcones) o apaciguadora (palomas). Transversal, si se considera por ejemplo que las intervenciones militares de los U.S.A. han preponderado bajo administraciones demócratas tratándose de América Latina y republicanas respecto del Medio Oriente; no sin contradicciones reencontradas también en la sociedad civil.

La inspiración filosófica, a menudo sólo instintiva, que nutre específicamente a cada una de tales disposiciones, puede ser hallada en innumerables fuentes del pensamiento planteado durante la historia humana. Pero aquí me referiré sólo a dos, como base para recordar el caso de Chile hacia en el año 1986, es decir, en plena dictadura militar del general Pinochet. Esas dos fuentes introductorias de un ejemplo relativo al pasado de la realidad chilena son de origen alemán. La primera viene de Hegel en la “Fenomenología del Espíritu” y la segunda de Nietzsche en “Humano, demasiado humano”. Ambos textos se refieren a esa crisis absoluta que representa para “la guerra y la paz” el proceso de “la reconciliación”, que el “halcón” Hegeliano titula así, denominado “legítima defensa” por la “paloma” nietzscheana. No citaré de éstos nada en forma literal, son capítulos perdidos no se dónde entre mis libros. Me limitaré a evocar lo que en esencia y según mi recuerdo -por esta vez no enciclopedista- ellos dicen, sin que algo impida a Ud. una rectificación de mi mala memoria. En cada caso actualizaré mediante algún ejemplo la filosofía respectiva. Su mitad “bélica” estará dada por la conversación que durante aún la guerra fría hubo entre Gorbachev y Reagan en Helsinki. Y la mitad “pacífica” -es casi obvio- por Gandhi. Es sobre tales bases que podremos reflexionar sobre un aspecto de la reciente situación chilena.

Sintetizaré a lo mínimo. Hegel considera a la reconciliación como el resultado de un proceso bilateral y recíproco. Nietzsche, más bien, como la consecuencia de un instante unilateral y autónomo.

Para el primero, los contrincantes en vías de reconciliación durante aún la pugna han medido e imaginado sus fuerzas restantes, el estado moral de las “tropas”, las potencialidades subsistentes; han anticipado el final por derrota o por empate, jamás victorioso, los dos casos catastróficos, debido a las pérdidas que en ambas situaciones se producirían. Si, ya en guerra, se ve que uno vencerá, rechaza de plano cualquiera insinuación reconciliadora del otro y, mejor aun, le saca provecho hasta asestar el golpe final, porque la oferta propuesta al primero demuestra por sí misma el debilitamiento psicológico pero también material del segundo, aunque más no sea por cuanto el solo hecho de pedir la paz implica y señala el miedo en la contraparte. Ésta, si ha anticipado dicha evolución para ella fatal, la evita. Así, el combate prosigue, hasta -por hipótesis recíproca- el abatimiento terminal, exangüe y simultáneo, en empate, de estos sendos perdedores. Por tal razón, Hegel concibe la reconciliación, para que la haya, como un proceso necesariamente “lento”, jamás unilateral, siempre bilateral, recíproco, donde cada milímetro que ambos bandos avanzan acercándose es calculado con extrema minuciosidad allá y acá. En tal proceso no hay lugar para una afectividad mutua. Al contrario, reina la desconfianza. Cualquier paso en falso puede ser fatal. La racionalidad fría domina al corazón, salvo respecto de las tropas propias, protegidas por el progreso minucioso hacia el espejismo de la reconciliación… hasta que Pinochet entrega el “mando” y muere en paz.

En mi vida personal he experimentado varias veces esta especie hegeliana de reconciliación. Pero he aquí otra de relevancia más global.

Gorbachev dijo a Reagan en aquella conferencia de Helsinki, todavía era plena guerra fría, cuando el segundo había descrito a la U.R.S.S. como “el imperio del mal” y hablaba amenazante sobre “la guerra de las estrellas”:

– Es necesario que lleguemos a un acuerdo, para evitar el Apocalipsis.

– Seños Gorbachev, si avanzo hacia Ud., Ud. se aprovecha de mí y me liquida.

– Comprendo su punto de vista. Yo podría tener el mismo. En tal caso no avanzaríamos nada en dirección de la paz y si no avanzamos es que retrocedemos, porque continuaremos armándonos cada uno por su lado.

– Sólo podemos acercarnos a pequeños pasos (teoría de los “little steps” formulada por Kissinger durante Nixon).

– Visto de lejos, un gran paso es pequeño. Visto de cerca, un pequeño paso es grande.

– Sí.

Conversación propia de dos niños que cito de memoria pero sin errores de fondo entre los dos hombres más poderosos de la Tierra durante una situación de grave crisis. Sorprendente, real.

En su capítulo “Legítima defensa” del libro referido, Nietzsche, no menos curiosamente, plantea algo que podría haber sido dicho palabra a palabra, vgr., por el Papa, y de hecho fue la respuesta escrita que dio la gran mayoría de mis estudiantes universitarios en Francia cuando les pasé copia textual del capítulo (muy breve: 2 páginas) sin indicación del autor y pidiéndoles que le atribuyesen un nombre. Resumiré mi recuerdo al respecto. Al contrario de Hegel, por lo menos 70 años mayor que Nietzsche, éste plantea que la reconciliación entre dos enemigos no puede normalmente surgir sino de una acción instantánea y unilateral. Quien bota espontáneamente las armas lo hace sin arrogancia pero necesariamente, también, para que haya éxito, sin miedo ni cólera. Ese hecho y estas tres disposiciones de “inteligencia afectiva” son observables desde el exterior y se transmiten al adversario, quien las interioriza para sí y, de este modo desconcertado de su proyecto inicial, se ve apaciguado; y el conjunto cambia de tema.

Muchas son las ocasiones en que durante mi vida personal he vivido este tipo nietzscheano de experiencia reconciliadora, donde la paloma transforma al halcón en paloma. Y también la he visto reproducida con variantes en innumerables circunstancias exteriores a mí, incluso por cierto en política. No me parece necesario dar ejemplos ahora al respecto. Quizás lo haré, llegado el caso, en la reflexión a que dé lugar este texto; si la da. Por ahora, pienso en Gandhi. Es su “resistencia pacífica” que venció al Imperio Británico haciéndolo abandonar la gigantesca colonia india.

Poca es quizás la gente conocedora del hecho que Nietzsche firmó su último escrito así: “El Crucificado”. O que había confesado en “La genealogía de la moral”, si no me equivoco: “Yo quiero ser la condensación de toda la contradicción humana”; ni: “Toda la historia de la filosofía no es más que confesiones involuntarias”.

Chile, diciembre de 1985. El Acuerdo Nacional coordinado por Sergio Molina ha recibido la firma, por ejemplo, de Francisco Bulnes, de Carmen Sáenz, Andrés Allamand, Gabriel Valdés, Patricio Aylwin, Enrique Silva C., Ricardo Núñez, Carlos Briones, Luis Maira; y el PC de Chile había adherido a sus Conclusiones. Este amplio arco político del cual se marginó sólo la UDI -ya saturada la capacidad social de Protestas (1984)- buscaba a lo Nietzsche la reconciliación (“táctica diabólica”, según Pinochet). No sin fricciones internas, evidentemente (Hegel-Nietzsche). En este contexto, Pinochet rugió un día:

“¡Para reconciliarse es necesario haber sido amigos antes!”.

Conversé con Gabriel Valdés en su departamento de la calle Ismael Valdés Vergara. Me dijo, en tono de reproche:

– ¡Pero mire, Arturo! ¡Escuche lo que este hombre ha dicho! ¡Con alguien así no hay reconciliación posible! ¡Es una humillación pedírsela!

– Don Gabriel… Relea el texto tal cual es. ¡Es lógico! ¡Y Pinochet ni siquiera ha dicho que antes no hubiésemos sido amigos!

Él debe haber pensado: “éste está loco… aunque sí, tiene la razón…”.

Algo escribí sobre esto por ahí (¿“Poesía de la Incertidumbre”?). Tengo la sensación que estaba incompleto (¡como si algo estuviera alguna vez completo!: casi nunca, “casi” pensando p.ej. en el “Transantiago” que no conozco ni conoceré, por falta de interés, me carga ya la chusma incluso en la TV). Habrá pues repeticiones. Pero también novedades, supongo.

Digamos que la respiración es el movimiento entre INSPIRAR oxígeno (no sólo O²) y ESPIRAR anhídrido carbónico (no sólo CO²); siendo EXPIRAR la última espiración. Al revés del vegetal: Inspira nuestro CO², espira para nosotros (no sólo para nosotros) su O².

Respiren conscientemente. Representémonos figurativamente la inspiración así: “)”. Y la espiración, recíprocamente, así: “(”. De modo que los dos actos, juntos, darían algo así como: “( )”. Aunque no exactamente así, porque, fíjense, entre inspirar y espirar hay, “abajo”, al fondo de los pulmones, sí, un “hueco”, una discontinuidad, mientras que “arriba”, entre espirar e inspirar por la nariz y/o la boca, “no hay hueco”, sino continuidad. El dibujo correspondiente a esta realidad tendría pues no la forma presentada, ( ), ni menos () (muerte, elipse cerrada: aquí no se inspira ni se espira, luego de haber expirado, el “sistema” se “cerró”), sino la forma, digamos, aproximadamente, de la letra griega omega: Ω, o, si prefiere, de la letra latina U, pero al revés, es decir algo así: ∩; o sea, en ambas formas algo semejante a una PARÁBOLA, representación final, a mi juicio, según he dicho en varios espacios, del Universo (U), que el “arte”, por ejemplo bíblico, “dibuja” con el “cielo” arriba y con la “tierra” abajo. De modo que la “parábola” (“cúpula”) Ω o ∩ se transforma en “elipse abierta” al revés, del tipo, p.ej., U. ¿Está claro? Espero que sí. He hecho lo posible para que esté claro. No puedo, por lo menos ahora, decirlo mejor. Si es del caso, y si quiere, relea. Ojalá que no se halle fatigadaº y que no se fatigue. Se lo deseo de corazón. Yo todavía no me siento fatigado, sólo perturbado, porque mi mujer me dice “¡hasta cuándo!”, y tiene razón, pero ahora no puedo parar. Se me iría quizás el hilo (de Ariana).

Distingamos entonces la respiración pulmonar, Ω, de la respiración hipotéticamente Universal: U

En la parábola (elipse abierta) Ω, el hueco de abajo, discontinuidad, representaría anticipadamente la “muerte” corporal; y el resto, continuo, sin hueco, sería la “vida” corporal: estamos respirando, hasta que expiremos, elipse cerrada: (). Pero, en tal caso, recíprocamente, la parábola “bíblica”, Universal, U, el hueco de arriba es, por un lado, la vida eterna del alma, salida (con la tierra “muerta” y “viva” abajo; y, por otro, ese hueco es, por lo menos en el cristianismo de Einstein (ya demostrado en el sitio), la Encarnación de Dios (Más Allá de la U) como Jesucristo. Encuentro mediante éste de Ud. o de mí, nosotros, todos nosotros sin exclusión (“el infierno está aquí”, dijo Juan Pablo II), con el “infinitamente misericordioso Dios (Alfa, Λ, de modo que ΛUΩ, capisce lei?). Basta. Siga Ud. Duerma bien.

Sí. Hubo novedades, incluso, es lo rico, para mí. Enseñar es aprender. Gracias a Uds. Porque hablar solo es de loco.

 

P.S.: En el Siglo V de esta era, fue inventada en el Líbano la “Oración a Jesús” (malamente llamada “de” en lugar de “a”). Si Ud. quiere, inspira pensando “Señor Jesucristo” y espira con “ten piedad de mí”. Muchas veces. Y otras, en día de fiesta por ejemplo, al revés. Inspira “ten piedad de mí”, espira “Señor Jesucristo”. ¿Y cómo expira? ¡Es el día de La Fiesta! (no de la siesta): “Señor Jesucristo”. Ya. Chao. Amén. No releo ahora.

Toda la humanidad es drogadicta. Cada individuo humano es drogadicto. Sin ninguna excepción. No hay aquí excepción que confirme la regla. Ésta es, por una vez (no la única: por ejemplo, el suicidio siempre mata), absoluta. Quien no se droga en absoluto también se droga absolutamente. Al proponer esta generalización inicial, no hago anodino -como suele ocurrir con muchas generalizaciones, del tipo “todo es político”- el concepto de droga: ya se verá, es al contrario.

Como casi siempre, leer el Diccionario (ya lo hice a este respecto) resulta inútil, salvo para verificar palabras. Entiendo AQUÍ por droga algo que siendo consumido influye no por accidente sobre el estado psicosomático de una persona (el hecho de resbalar y caer involuntariamente con secuelas psicosomáticas en la nieve no es droga, sí lo es el tabaquismo, como el puritanismo, que en su perfección caracteriza a “La personalidad autoritaria”, cf. Wilhelm Reich). El deseo transformado en necesidad de la influencia psicosomática causada por el consumo de la droga genera (o no) una drogadicción específica(s). Ese deseo drogadicto puede provenir de una sensación de falta (“algo más me falta en la vida”), de simple curiosidad, de cierta adaptabilidad gregaria (inseguridad dócil) e incluso de la comerciante medicina farmacéutica.

Hay drogas legales e ilegales, en el espacio y en el tiempo; “dulces” y “duras”; conscientes (como el alcohol, la marihuana, la cocaína, el café, etc.) o inconscientes (como la desoxigenación en el montañismo, que produce fascinante “parpadeo estupefacto” en quien desde esta situación particularísima goza por no aún caer… y produce a menudo mortífero cáncer a la piel del deportista, tan “sano”: no fuma ni bebe, respira aire “puro”, cae, está vivo, llega el perro San Bernardo con extracto de oxígeno, es decir, alcohol calorífico). Las drogadicciones, diversas, son dinámicas, opuestas, compatibles, incompatibles (al alcohólico da asco el agua, al acuadicto del acueducto asquea el alcohol), “impuestas” (el smog urbano)… La proveniencia de las drogadicciones es pues variable y en definitiva incierta (¿por qué se es ávido, no sólo de dinero contaminante, incluso de una ermita, como Fernando en la película “Ana y los lobos”, de Carlos Saura?).

La droga siempre atenúa un dolor. Transforma al sufriente en “otro” menos sufriente. Si, en un caso simple, padezco de migrañas, consumo por ejemplo aspirinas (según René Thom, la bioquímica aún ignora por qué este medicamento -dañino por su ácido para el estómago aunque benéfico para el corazón- suprime la jaqueca). Si, en un caso menos simple, padezco de una tristeza crónica, consumo por ejemplo manía literaria pasiva como Don Quijote o activa como Cervantes, opio o marihuana como Edgar Morin (esquizoide), cocaína o anfetamina como Sartre (paranoide), sólo vegetales (purificación hipócritamente absolutoria de culpabilidades), “oraciones” (→ éxtasis), etc. En cualquier caso se trata de disminuir una forma de dolor siendo “yo” otro que “yo”, por desdoblamiento esquizoide o por unificación paranoide (cf. en este sitio “La psiquiatría”). Al igual que con el somnífero (paraíso artificial: agitado), la morfina (paraíso despierto) o la anestesia (paraíso dormido, inyección de calor).

Tengo escasa experiencia en el consumo de “drogas” (las comillas se justifican para excluir de ellas, por ejemplo, a la droga del aire, sobre el cual escribiré en otro texto, a propósito de “La respiración”, algo ya insinuado en la “Poesía de la Incertidumbre”, creo). Soy adicto al tabaco (la nicotina me place, inspirar el humo me ayuda a pensar, el cigarrillo es antena para la comunicación como la batuta para el director de orquesta, la tos limpia los pulmones…). Soy adicto al alcohol (me permite ser menos “perfecto” de lo que sin él soy…, me vuelvo por un rato idiota y agresivo, pero no físicamente, ni insultante o gritón, el alcohol me lleva a no seguir despierto todo el tiempo trabajando la cabeza sin disco PARE como tiendo a ser y a botarme durmiendo luego de haberme lavado los dientes y puesto el pijama, es decir, por excepción, borracho sin pijama, y mi mujer me ama como soy: amante de ella y de lo demás, por ejemplo esto). Consumí, tarde en mi vida (la droga de mi juventud, años ‘60, era la lucha por la solidaridad y la justicia sociales), muchas veces, marihuana, sin haber jamás sido un marihuanero, consumo ya eliminado por indiferencia (era aliciente esquizoide para sentir más dulzura sensible). Y, por último, consumí ya viejón, la 1ª vez por insistencia ajena, pocas veces, cocaína; me detendré sobre esta droga, no sin haber dicho en el presente instante que ninguna otra “droga” de este tipo he ingerido, nunca heroína, peyote o LSD, por ejemplo. Mala pata. ¿Mala? No. Buena.

Hecha esta confesión absuelta y penitente, cuento a Ud. algo. Para mi alegría incluso actual, contribuí decisivamente a que una amiga cocainómana muy inteligente dejase por completo su adicción y el consumo. Ella está mucho más feliz ahora que antes. Yo por mi experiencia entonces ya pasada de la coca simplemente le expliqué por qué ésa era “la droga de los idiotas”. Ella lo comprendió a carta cabal y de inmediato se “chantó”. La cocaína no abre la imaginación, como sí lo hace la marihuana. Ella da “energía”. Uno habla y habla, muy convencido y seguro de sí mismo. No habla sandeces (como “sí” marihuaneado), incluso puede ser brillante, pero habla y habla, hasta el cansancio de los otros, uno se siente fabuloso, sabedor de todo, si es del caso se pone violento (de diferentes maneras, como se sabe), el corazón ruge, la ebriedad es de inmediato extinguida por la coca, uno no duerme, pasan 40 horas de línea en línea sin parar, hasta que cae de súbito dormido (con la marihuana dormir viene suavemente). Y, al despertar, el anterior despilfarro de energía pasa la cuenta. Es la lucidez despierta de la soledad en el dolor de un cansancio absoluto y sabidamente estúpido, por tanto culpabilizador. Resulta insoportable. Insoportable. Sin sopor posible. Es el “bajón”. ¿Cómo resucitar? Una sola solución: ¡Otro jale! Y así sucesivamente. Hasta el último infarto cardíaco.

Mi amiga sabía todo esto último. Pero aquello en lo cual no había reparado de manera consciente es que la cocaína es la droga de los idiotas, en cuanto ella reduce la imaginación a la invectiva disparatada. Viéndose así afectivamente y con razón herida (no por mí) en el plano intelectual, al cual RQ da también con razón mucha importancia por su ser reconocidamente inteligente, exclamó: “¡Terminado!”. Y me dio un beso. Tan linda, ella. Al borde del precipicio, a punto de caer, tuvo el vigor necesario para volver cívicamente a la fauna humanoide, que es donde se vive.

Leí, sí, pero no se si es verdad, si bien la fuente es fiable, que la 1ª industria del mundo es la cocaína. Más que el petróleo o la energía nuclear. Extraño. No sería extraño. La humanidad cada vez más esquizoide (cf. de nuevo “La psiquiatría”) necesita una pulsión paranoide. La coca e incluso la pasta base se la dan. Según la información de que yo dispongo, la cocaína de “cinco estrellas”, carísima, perfecta, tiene por clientela restringida, distinguida, protegida, cautelosa, clandestina, a tres categorías de personas, entremezclables: el gran empresario, el gran político y el gran mafioso(as). Su gigantesco y constante despilfarro de energía cotidiana (reuniones estúpidas pero por inercia lucrativas y por tanto imprescindibles, soledad afectiva, culpabilidad, fatiga, por ejemplo) llevaría a esas tres categorías a ser por la cocaína continua entusiastas, activas, “jóvenes”. Su drogadicción es sólo advertible por tics inmanejables que el común de los mortales interpreta así: “son tics”.

Conozco casos de esto incluso en Chile. Tics. La persona va al baño. Reaparece sin tics. Hasta que vuelve. Y la persona va otra vez al baño. Con lo cual no afirmo que por sus tics -como Ud. sin malicia ya imaginaba- el político Raúl Hasbún sea cocainómano (cf. en este sitio “Raúl Hasbún”).

¿Cómo salir de una drogadicción? Sólo por otra, ojalá menos dañina, siempre dañina, incluso -como dije- en la más militante drogadicción a la antidrogadicción (recuerdo a una militante en Francia tan iracunda que parecía loca furiosa). Las curas represivas que imponen la abstinencia por disciplina obediente son ineficaces. La vía trazada por el doctor Olivenstein, francés, dedicado a esto, revolucionario, discutido, es quizás la mejor: terapia dulce. Por ejemplo, el alcohólico internado (con derecho de salida cuando quiera) sigue adentro consumiendo alcohol, pero por el hecho de estar allí libremente (sin pagar: financiamiento ¡estatal, qué pecado!) va llegando a él como naturalmente una responsable disminución del consumo, sin que éste se termine aún, y entonces es invitado a consumir otra “droga” que le guste poco a poco más que el alcohol y más dulce, como por ejemplo… (esto depende del caso), hasta que la adicción a aquél vaya desapareciendo, gracias a la nueva drogadicción, “sana”, sociable, invisible, serena, apta para encontrar empleo, noviaº, etc. Yo no he encontrado nada mejor que esta perspectiva. En lo personal, mi alcoholismo (real, pero limitado: no tambaleo, no me caigo por eso, escribo aquí todo lo que he escrito, escrito por servicio público que me ha sido agradecido, lo que agradezco y me estimula a seguir adelante) es la droga que me permite no suicidarme al ver qué imbécil y criminal es la drogada humanidad de la cual sin la distracción “suave” de lo etílico ya no podría ser parte, en circunstancias que ese mal, al contrario, me permite ver, después, los lados buenos de la vida.

La lucidez perfecta lleva por lo menos al suicidio. Es por eso que el suicidio infantil (sobre todo femenino) aumenta. Sería conveniente una droga menos dura que la vida tal cual es. Sin embargo (je passe du coq à l’âne, quoique de façon compréhensible pour des êtres « normaux »), ¡el aborto disminuye allí donde está legalizado, y la natalidad comienza ahí mismo otra vez a acrecentarse! Bendita vida.

Me he permitido aquí el recurso a neologismos que mi conservadurismo lingüístico por lo general deplora. No he podido sino ceder a ellos. Son comprensibles sin dificultad. En la lengua faltan palabras.

Leí de niño: “Yo no soy yo sino éste que va junto a mi lado sin yo verle”. No recuerdo ahora el nombre del autor (¿Ramón Pérez Jiménez?, en todo caso un español), pero sí del libro: Platero y yo”. Ignoro por qué después de tantos años mantengo guardada esa frase que en su momento releí, me detuve en ella, me pareció relativamente anodina, pero en el transcurso de los años vi que se repetía en mí varias veces, desconociendo como ahora también por qué. Platero era un burro. Examinemos la frase. Veamos qué da.

“Yo no soy yo”. Fichte escribió, al contrario: “Yo soy yo”. Marx lo ridiculizó. Pero no diciendo “yo no soy yo”, sino mostrando que la individualidad está principalmente orientada por la infraestructura económica (y social) y secundariamente por la superestructura política, ideológica, cultural, religiosa; hallándose ésta “relativamente” (Engels, con Marx ya muerto: “autonomía relativa de lo político”, concepto que inspiró a Gramsci) subordinada a aquélla.

“Yo soy yo” indicaría una fijación del ser sobre sí mismo. Si esta fijación fuera absoluta, la frase no habría sido escrita, pues su escritura en un libro destinado a ser publicado muestra que ella tenía un destinatario, por ejemplo ahora Ud. y yo, una exterioridad implícitamente tomada en cuenta por ese “yo” que nos dice “soy yo”. Se puede pues decir que allí hay una fijación sólo relativa de Fichte sobre sí. La palabra “fijación” evoca en psiquiatría a la paranoia, donde el “individuo” está FIJADO generalmente a UN solo objetivo exterior o interior que él persigue (a menudo por sentirse perseguido incluso por sí mismo), aplicando a ello el máximo de su energía afectiva, intelectual, práctica. Un prototipo de la fijación interior es Narciso. Está tan perseguido por la noción de su belleza que la persigue delirante hasta ahogarse en ella. Un prototipo más reciente y no ya mítico de la fijación exterior sería Hitler. Está tan perseguido por su noción del desastre de Alemania aplastada desde 1918 (estimulado en su conciencia por los judíos), que persigue igualmente con delirio, esta vez de grandeza, la supremacía mundial de “Deutschland, über alles”, hasta sucumbir también suicidándose en esa segunda hecatombe de Alemania en el Eje. Naturalmente, las paranoias interior y exterior pueden combinarse dinámicamente en distintos grados (habría entonces una especie paradójica de esquizofrenia al interior de su contrario: la paranoia). De Fichte se podría en consecuencia pensar que sin ser paranoico tenía tendencias a la paranoia interior, como de Marx las tenía volcadas hacia el exterior (el internacionalismo proletario, la dictadura del proletariado, la revolución universal, etc.). Ninguno de estos casos que han sido examinados en detalle y en evidente abundancia bibliográfica se produce por cierto de manera estable en su estado puro. En síntesis simplificatoria, empujada por un No perseguidor, la paranoia se despliega por un Sí también perseguidor.

“Yo no soy yo” significa una afirmación de la negación del ser desde sí mismo, es decir, por abreviación, “yo no soy”. Pero, puesto que lo escribo a Ud., en el polo opuesto de Fichte, soy. Al negármelo negándolo también a Ud., me he desdoblado así en ser y a la vez no ser. Estando aquí y ahora, no estoy aquí ni ahora. O no estando ni aquí ni ahora, estoy aquí ni ahora. Es la esquizofrenia, también relativizada gracias a la presencia de Ud. Si fuera absoluta, “yo” nada habría escrito a “Ud.(s)”, estimadoª(s) lectorª(es). “Yo” sería un autista. Sería volátil, “the bird”, a nada fijado, “libre” (=”loco”), como ausente; y por tanto, en principio, alguien menos violento que un paranoico, alguien más bien pacífico. De numerosos artistas, por ejemplo poetas, se ha dicho que fueron o son de temperamento esquizoide. No se trata aquí, yendo al extremo, de interiorización paranoica como en Narciso. El autista, interiorizado, se “desinterioriza”. Está “volado” (la marihuana produce por lo común el efecto contrario que la cocaína). Entre él, esquizofrénico absoluto, y el “poeta”, sólo esquizoide, también existe un trecho, simétrico al ya visto entre Narciso o Hitler y, atenuados, Fichte o Marx. Simétrico: al revés. Es decir -Ud. ya lo ha comprendido pero mi deber es escribirlo-, paranoia se infiltra en el trecho que va del esquizoide al autista. Aplique Ud. de manera respectiva lo que aquí falta pero está ya en lo dicho sobre la paranoia.

Habría de este modo dos polos en la enfermedad mental (un poco como el bien y el mal en la moral, como el menos-infinito y el más-infinito en matemáticas, la nada y el todo en filosofía, etc., en cualquiera ciencia, sí, la filosofía ES una ciencia). Esos polos son la paranoia (infiltrada por esquizofrenia, se lo ha visto) y la esquizofrenia (infiltrada por paranoia). Estos “polos” extremos no deben ser confundidos con la “paranoia esquizofrénica” o “esquizofrenia paranoica” que salta hacia el “centro” ecuatorial de la “longitud” entre ambos polos. Longitud de catenaria (parábola) oscilante y vibrátil cual cuerda de violín o de instrumento funambulesco. En ese “centro” de la cuerda, “punto de acumulación” como se dice en matemáticas, la paranoia y la esquizofrenia se encuentran, dramáticamente, ambas; y así, funámbulas, en “coito”, representan la demencia paradigmática: “dhrvci9t”.

En la centroderecha y en la centroizquierda de ese centro hay contigüidades hacia y desde los polos, que la psiquiatría puntea con diversas metáforas, del tipo “depresivo”, “maníaco”, “maníaco-depresivo”, “bipolar”, “angustía”, “éxtasis”, masoquismo, “sadismo”, etc.: POESÍAS no carentes -por ser FIJADAS- de autoritarismo. No hay buen psiquiatra para el paciente-cliente que no “sufra” de esta “levísima” enfermedad. De allí su intrínseca vulnerabilidad obligatoriamente disimulada, deber profesional, vicio profesional, ahora “leve” o… “gravísima” enfermedad.

Pero de una u otra manera esto mismo ocurre aproximadamente en cualquier tipo de vida humana. Y quizás no sólo humana. ¿No habría un impulso esquizoide y paranoide en la Creación del Universo por Dios?

En “La angustia y el éxtasis”, Pierre Janet, desvalorizado, a mi juicio más importante que Freud, señala con exactitud: “La esquizofrenia perfecta es incompatible con las necesidades de alimentación y excreción” (ya lo escribí sin citarlo a propósito del olvido, y no por olvido ni por plagiar sino porque debía ir más rápidamente en el desarrollo del argumento, pero ahora sí lo cito, pues aquí las palabras deben avanzar lentamente, con paz y con un mínimo de inexactitud). En otras palabras, la esquizofrenia perfecta, autística, lleva directamente a la muerte. Del mismo modo, la paranoia perfecta lleva directamente a la muerte. Allá más por suicidio, acá más por asesinato en “legítima defensa”.

De este modo, para no morir de paranoia es necesario introducirle desde el polo opuesto pasando por el centro un poco de esquizofrenia; y recíprocamente. Así, estar sano (?) es ESTANDO doblemente enfermo.

Algo se me olvida. Ya vendrá. He dado vuelta la página, como se ve.

No. Recordé. “Soy éste que va junto a mi lado sin yo verle” (”sin lloverle”, leí yo también de chico, imaginé “pues” una noche, es de noche que llueven las estrellas como en un pasaje de Ravel, entreví en la frase un farol, un “él” y contra el muro su sombra oblicua hacia atrás, con “Platero”=”Ud.”. Sentí un desprecio del “yo” al burro. Me disgustó. Por instinto no hago totem (cf. en el sitio “He tomado una decisión” o algo así) entre la naturaleza y yo. Huelo árboles. Tampoco me gustó que ese yo, por antropocéntrico ensimismado que fuera, se desvalorizase desde su punto de vista hasta tal punto que se considerase como un burro igual que Ud. o yo (aunque me encanten los burros). En suma, la frase me disgustó. Pero la conservé. ¿Quizás para esto?

“Éste que va junto a mi lado sin yo verle”: el Paseo Ahumada a mediodía, hace calor, es el populacho, para qué vine a meterme aquí, éste me empuja, desdeño verle, huele a BG, me retiro de él como puedo, ése era yo. Y, conservando la frase, le digo adiós.

Yo soy, no se. No se es yo. Ud. no me lo cree. Piensa que ando fingiendo, por soberbia, humildad, máxima prueba de la máxima soberbia. Está Ud. en su derecho para pensar así. O distinto. U otra cosa, como su amiga sufriente. No se. Pero no se soy yo. Parece broma que alguna gente estime esto inteligente. Yo no. Es sólo lo que me sale. Sin esfuerzo. O sin conciencia de esfuerzo. Basta, Platero avaro.

(C.I. o I.Q.).

El signo más perfecto de tener un nivel de inteligencia inferior consiste en definirla y en medirla mediante pruebas de preguntas y respuestas que en conjunto se ajusten a la definición dada. En primer lugar, la inteligencia en general no existe. Imposible es pues definirla sin arbitrariedad metafórica. Absurdo resulta en consecuencia organizar pruebas a partir de esa arbitrariedad. Autoritario es imponerlas. Servil es realizarlas salvo libremente tomándolas como un juego más o menos aburrido. Presuntuoso es suponer que las preguntas se ajustan a la definición y estúpido es clasificar las respuestas en un rango de 0 a 174 (I.Q.), por ejemplo. De lo anterior se infiere que tales pruebas no son sino un acto de poder por el cual quien prueba mide la concordancia entre él y quien es probado. Si es alta, las consecuencias prácticas serán diferentes que si es baja, según el objetivo buscado.

Existen sí inteligencias en plural, diversas, más o menos específicas, complementarias, contradictorias, cercanas, lejanas, históricas, culturales, etc. Como físico, Einstein era más inteligente que Pelé. Como futbolista, Pelé era más inteligente que Einstein. Nadie es capaz de demostrar por la vía racional qué es más inteligente, entre la física o el fútbol. Cualquier juicio al respecto no representa otra vez sino un acto de poder. De éste tampoco se sabe en qué consiste. La fuerza gobernante puede ser menos fuerte que la debilidad gobernada. El Imperio británico se vio obligado a ceder ante la resistencia pacífica de Gandhi. Se ignora además si el fuerte es más feliz que el débil, por cuanto la felicidad tampoco es representable en un concepto intelectualmente satisfactorio, no obstante que ella sea por lo común considerada, con sus contradicciones, como la aspiración máxima de la vida humana. He conocido gente pobre más feliz que gente rica. Ningún cálculo de probabilidades o de correlaciones presenta en esto valor científico. Más aún, en su asertividad (Cf. Eugenio Tironi basado en “The Economist”…) es propiamente anticientífico, toda vez que por inteligencias verdaderas ni siquiera de la ciencia se sepa qué ella es o qué no es.

Las inteligencias afectiva, lúdica, artística, divagadora, instintiva, intuitiva (condensación de análisis), filosófica, lógica, científica, técnica, comercial, anacorética, extática, pavloviana o de cualquier otro tipo son, así, desde cada una, demostrada ni demostrable, ante todo, por no ocuparse de su ser. Se desocupa de ello no sólo por las razones indicadas sino además y sobre todo porque habiéndose liberado de ese “problema” estúpido se entrega de lleno a su labor, que con pocas palabras consiste en buscar y encontrar, siempre renovadamente, aquello de sorprendente o asombroso que, sin hacer(se) por método sufrir sino por inteligencia lo contrario, podría estar naciendo, todavía ignorado, en la realidad, incluso inimaginable. Las verdaderas inteligencias son de este modo por necesidad humildes. Tal es su primer mandamiento, que para ser cumplido debe hallarse ignorado, puesto que ellas están haciendo su labor, jamás consistente, como resulta obvio por ser tautológico respecto del falso “problema” antes evocado, en saber qué es la esencia de la humildad. Esto es válido para Miguel Ángel descubriendo a David en la roca de mármol como para Juan Collopae descubriendo al buque “Caleuche” volando sobre el mar (al igual que Peter Pan o Richard Wagner). Es válido para Ud.

Las verdaderas inteligencias, que sin excepción, ni siquiera antropocéntrica, todos tenemos, en un nivel semejante y diferenciado, llevan pues consigo una moral de Alfa (y una técnica concordante hacia Omega, Principio a Fin), que puede ser y de hecho es transgredida. Este hecho integra la condición humana.

Si por razones inclusivas del poder yo me viese obligado a hacer una prueba de inteligencias a alguien, desde rey desnudo hasta bufón del rey, sólo le pediría que completase con dos y nada más que dos palabras una frase como ésta:

“No olvidar nada conduce a…” ¿qué, en dos palabras?

Leería las respuestas, teniendo yo ya ahora la mía, las interpretaría, no explicaría, narraría sí mis interpretaciones caso a caso y quizás en “conjunto”, escucharía, y a partir de tales “conversaciones” tal vez sugeriría algo “profesional” a cada una de esas inteligencias, pidiendo de manera explícita o implícita que también se me dé alguna sugerencia sobre la mía; como, gracias a Dios y a Ud., aquí mismo ha ocurrido. Espero pues sus dos palabras que terminen la inconclusa frase citada, cuyo autor no soy yo. Ellas, las dos, responden, aun por silencio, a mi “test de inteligencia”.

Cristina: en algo discrepo de ti. Se puede pedir a un sesentón que cambie. Y ocurre que éste cambie. Incluso en el “último” segundo. Tu afirmación me parece pretenciosa e ignorante. Tú me cambias. Y te quiero. Ya lo estás viendo, cambias. Ya lo verás, cambiarás. Recuerda al buen ladrón crucificado. Además, “volver a nacer…” no tiene edad.

¡A escribir las dos palabras, se ha dicho! No tres. No una. Dos. Nada más que dos. Desobediencia no deseada está permitida.

P.S.: “Primero, conócete a ti mismo” (Sócrates). Manera de decir: “No conozcas por tanto nada”. Esta vez sí revisé el texto. AML (anagrama: MAL).

Sí. Voy al almacén. Yo ofrezco al vendedor dinero si él me ofrece una lechuga. Él me demanda dinero porque yo le demando una lechuga. Quien ofrece demanda y quien demanda ofrece. La oferta está en la demanda y la demanda en la oferta. Son lo mismo. La única diferencia está entre el dinero y la lechuga. Voy a la casa de cambio. Cambio pesos por dólares. Son lo mismo: dinero. La única diferencia está en el nombre. Leo Pedro y Pedro. La única diferencia es que son dos y no uno. Leo dos. No hay diferencia en dos consigo mismo. Leo mismo. Todo es mismo. Nunca he comprendido la ley de la oferta y la demanda. Nunca he comprendido qué es la economía de mercado. Nunca he comprendido nada. Esto sí lo he comprendido. No me importa. No. No voy al almacén. Después sí. No se si vale la pena haberlo dicho. Temo que no. Quizás sí vale la pena. ¿Qué pena. Aquí no ha habido pena. Sólo la voluntad de escribir por escribir. De una frase sale otra. ¿Por qué será? Uno perfectamente podría quedarse callado. Entonces, por ejemplo, divagaría. ¿Sobre qué? No se sabe. La divagación va al garete. Como un corcho en alta mar. No sabe de dónde viene ni a dónde va. Sólo va. Si va. Porque puede ser que no vaya sino que al contrario venga. Nunca he comprendido la ley de la oferta y la demanda. Es tontería. Se habla tonterías. Se estudia tonterías. Se vive tonterías. Es normal. No hay por qué rechazarlo. Sería también tontería. Yo tomo la vida como es. Es así. Así sea. Como venga. Como vaya. No importa cómo. ¿Importa? Se discute al respecto. ¿Qué piensa Ud.? Mientras me lo dice, yo pienso en otra cosa, que después le cuento, diciéndole de entrada que mientras Ud. hablaba yo pensaba que en cierto sentido sí importa cómo va y viene la vida. Usted no se molesta porque yo le haya dicho que mientras Ud. hablaba yo no lo escuchaba, porque Ud. tampoco me escucha cuando se lo digo. Ud. pensaba en la botella del corcho. Cada uno habla solo. Es de locos. Así somos. Qué se le va a hacer. Tomémonos tal cual somos. La locura se hace racional cuando por haber sido tomada tal cual es deja de ser loca y pasa a ser la razón pura que criticaba suavemente Kant. Su dogmatismo era tan obvio que se hizo irrelevante, lo cual dulcificó su crítica. Usted se aburrió. Me dijo que debía ir al almacén para comprar una lechuga y partió, dejándome solo. La gente me abandona. Está en su derecho. Por alguna razón será. Yo la aburro con mis estados de ánimo y con mis divagaciones carentes según ella, no según yo, de ilación. Yo las considero perfectamente ilativas. ¿En qué no, aquí, por ejemplo? Indíqueme un solo caso, por favor. Ah, es verdad que Ud. ya se fue. Estoy de nuevo hablando solo. Es racional.

Ella y él son jóvenes, profesores, son hermosos, viven juntos, son heterosexuales, se aman, su relación ya larga de tres años es armoniosa, desean prolongarla, entre ellos no hay sexualidad. No porque así lo hayan pactado ni por un prurito de castidad. Creyentes en Dios y en Cristo, no practican ninguna religión, aunque hayan sido bautizados por sus padres en la Iglesia Católica. Para ellos, orar en amar. Conocen su desnudez corporal. Agrada a ambos ver la belleza del cuerpo ajeno. A veces se rozan, se acarician. Duermen en la misma cama. No experimentan deseo sexual ni de estimularlo por métodos táctiles que todo el mundo conoce. No lo hacen. Ninguno es virgen. Han vivido los placeres intensos y extensos de diversos orgasmos. Sin excesos ni extravagancias. No tienen relaciones sexuales exteriores a ellos ni desean tenerlas. Son fieles. Sin obligación. Con naturalidad. Nunca les ha sucedido sentir celos ni desconfianza unilateral o recíproca. Los une la amistad. Sólo la amistad. Una gran amistad. Creen que el sexo no la excluiría, que no la aumentaría ni disminuiría, aunque en el fondo reconozcan no saberlo. Han conversado sobre la posibilidad de ser madre y padre en común. No la rechazan. En caso de llevarla a cabo, recurrirían a la inseminación artificial. Es al menos lo que han convenido. Aunque, sonrientes, también hayan admitido la posibilidad teórica de la penetración práctica -por qué no- del pene en la vagina.

Están conscientes del hecho que este tipo de vínculo parecería extraño a sus amistades. Comprenden que éstas lo juzgarían como un caso digno de ser tratado psiquiátricamente. Pero ellos se sienten sanos y la gente alrededor suyo los considera así, separadamente y en pareja. Sin necesidad de decírselo, han decidido pues no hablar a otras personas sobre su vida privada. Para información de Ud., sepa accesoriamente que ellos no consumen drogas. Fuman y beben alcohol con moderación. Son felices. Ríen, pasean, van al cine, leen, callan, divagan, escuchan música, bromean, a veces se disputan por cosas de la vida, no necesitan reconciliarse ni pedirse perdón, les gusta el mar.

Este ejemplo práctico se ha hecho posible gracias a que ambos, justo antes de conocerse en un parque, habían vivido -al comienzo con dolor y luego con placentera serenidad- un período nada breve de gran soledad interior. Ya no le temían, cuando se hablaron por primera vez. No es además un tema del cual hayan conversado. No buscaban una compañía como instrumento para superar artificialmente el sentimiento de la soledad. Habían comprendido que tal estrategia es posesiva y lleva en germen el fracaso posterior del amor. Sí, es sólo gracias a esa experiencia previa de soledad serena e incluso feliz que la relación actual ya descrita se ha hecho real y comprensible. Sin aquélla, ésta habría sido imposible.

Tal clase de relación parece con mayor razón aplicable al caso de una amistad entre dos hombres o dos mujeres, cualquiera sea el tipo de sexualidad que tenga cada una de esas personas.

Ud. quizás se pregunta cómo puedo yo haber adquirido conocimiento -que no sea por autobiografía disfrazada- de lo que vive esa pareja. No me adelantaré a responder esa pregunta sólo hipotética. Pienso que Ud. puede imaginar la verdadera respuesta.

En democracia -por ejemplo chilena- hay libertad de prensa. Esta libertad se demuestra a sí misma -y demuestra a la sociedad- que es existente, real y poderosa ejerciendo legalmente su derecho para limitar según su propio designio la libertad de expresión a la ciudadanía.

El ejercicio de tal derecho está fundado en la imposibilidad material de publicar toda la información de que se dispone: una selección susceptible de errores es inevitable. Tal “restricción” objetiva es comprensible y digna de aceptación.

Pero tras suyo puede y suele haber intereses menos claros aunque presumibles que, reunidos, constituyen un conjunto analizable. Ese conjunto sería el punto de partida para ver el fundamento no ya sólo objetivo sino subjetivo pero generalizable -sin abuso- de la selección indicada.

En relación con los intereses, son económicos, políticos, ideológicos, políticos, culturales, etc. No vale la pena dar ejemplos al respecto. La lista sería larga, jamás exhaustiva e inútil, si como pienso Ud. al menos por instinto ya la intuye. Es pues signo de respeto y de concisión que la dé por sabida y pase a lo siguiente.

La realización de esos intereses es fiel a la “línea” editorial, variable según el contexto, y “orienta” a la opinión pública a fin que ésta se reconozca en aquella línea, la asuma como suya, la “siga” y la difunda incluso “voz a voz”. La limitación de la libertad de expresión mediante la libertad de prensa es así un instrumento activo de poder, “incluyente” de aquello que elimina. La eficacia de tal instrumento es tal que puede censurar, recortar y tergiversar impunemente hechos y palabras.

La tolerancia en esta materia es inmensa en Chile. La trasgresión paralela y sistemática por la prensa de la ley internacional y nacional sobre derechos de autor humilla a éste, quien, para difundir sus ideas o ¡leer su firma!, no dice ni pío ante tribunales de los cuales sospecha no sin sabiduría escéptica que le harían perder energía y dinero; e indirectamente lo lleva a admitir por retroacción intelectual la censura democrática. Y el instrumento en cuestión es además tan fino que por temor, por envidia, culto cívico a la estabilizadora mediocridad, voluntad de aplastamiento psicológico, domesticación, incluso antipatía personal, etc., “filtra” a su antojo a quien quiere, cuando quiere y como quiere.

Este conjunto de intereses así respetados significan, más allá de su anecdotario, una sola cosa, en dos palabras: es MI PODER. Tal ética tiene opositores en el subterráneo de la comunicación social; como aquí mismo. Así es, así ha sido, así será. Así no sea. AMÉN.

Escribirla y explicarla me ayuda a cumplirla, porque su incumplimiento sería público y vergonzoso.

No escribiré más al diario “El Mercurio”.

Me censura, me recorta, me “corrige” cuando se le antoja (es frecuente). Así mata trabajo mío, vida mía. Ni siquiera agradece mis aportes. Cree, soberbio, que el solo hecho de no censurarme cuando quiere es su pago generoso, que yo sí debería agradecer: “¡mi nombre salió en “El Mercurio!”.

No más margaritas a los jabalíes. Lo siento por los lectores de ese diario. Invitados con desinterés a “Amaneciente Incertidumbre” están. Pero no comunicaré mi decisión fuera de aquí. Creo en la eficiencia técnica del “voz a voz”. Y, por último, no es lo que me importa.

Me importa haberlo dicho a Uds.

Si, lo son

Se les da

Uds. nada

Derechos

Sin deber

Regalitos

Merecidos

Porque sí

Cómo no

Cuarteros

Cuarteras

Certeros

Sois amor

Sin amor

Polizontes

Autistas

Cobardes

Indiferente

Así yo soy

Yo os sigo

Vivo esto

Doy gracias

Imbéciles

Íos ya, ya

Encarad:

Imposible

Anonimato

Sois mierda muda pero encarnada como uña en este sitio

Hongos en los pies

Pedos del alma

Nada me importa, curco,  vuestro detenido desaparecimiento

Elegantes

Correspondientes

Honestos.

No yo, no:

– A tu miseria ni llego. emytr rllod¡s, Rk`lO, IFR.

– Voz de arrox,

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