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Entre + ∞ y –  ∞, desde la palabra “indeterminada” en la división de cualquier número o incluso “innúmero” como 0/0, se halla la vida material no carente de algunas espiritualidades en la diversidad sin embargo hasta cierto punto unificada de la Creación, y es así por ejemplo que en Tunquén se acercó a mí un pingüino con quien mantuvimos una prolongada mirada hasta que yo me retirase del borde oceánico y no él. Sentí en su mirada tristeza hacia mí y alegría hacia sí buscando comunicármela sin éxito pues entre otras razones el mar me apenaba hasta partir, no sin recordar hasta hoy aquella honda mirada compasiva, feliz y rosada de aquel hermoso, elegante, viajero y silencioso observador del agua y de la tierra. La bondadosa comprensión suya de mi historia me aterrorizaba. Me cruzó la idea de estrangularlo. Opté por huir de la comprensión animal. Había en ella una humilde superioridad “irracional”. Volví la cabeza en la dirección del líquido salado. La pequeña bestia conservaba su mirada fija sobre mi fuga. ¿Qué habido a hacer solo aquí el pingüino, eminentemente social, de agua fría, aquí en la zona central de Chile? ¿Por qué ese exhibicionismo erecto, casi desafiante para una comprensión de miradas o de almas desconocidas al menos por mí y sin temor en la playa? ¿Era una visita? Un saludo? ¿Un mensaje? ¿Un gesto de amistad?

 

         No, tal interpretación sería egocéntrica y más generalmente antropocéntrica, la rechazo.

 

Caminando volví la testa en tortícolis hacia el pingüino, síntesis entre el ave, el pez, el bípedo y la filosofía. Pero ya no estaba. Seguramente nadaba hacia su sociedad sureña y deliciosamente fría habiendo con serena sabiduría comprendido que su visita había resultado inútil en lo que concernía a mí, indiferente al amor animal. Con un ligero sentimiento de culpa pronto aliviado gracias al quinteto de Brahms, a dos erizos vivos, a una botella de Chardonnay 1954 (bon crû) y a la obesidad insaciable de aquella sirvienta rubia metida para nada en mi cama, olvidé hasta ahora al pingüino, a las ratas, al cuarzo, al pavo real con su cola esplendorosa y sus patas horrorosas, a las conchas marinas, a la belleza intrínseca y afortunadamente también extrínseca de la 

maravillosa desnudez querida por la perfecta mujer joven de quién diablos sino Dios me regaló el placer de gozar juntos hasta la culminación del goce pasional, donde se juntarían transitorios aunque repetibles hasta cierta edad cual paradoja el amor, el deseo, el vigor sin rigor o casi sin rigor (“papá, ¿cuánto mide el casi”?, “¡por que no te callas, gilí!”). En fin, no entraré en más detalles reales pero privados.

 

El asunto está en que más allá del infinito-más o más acá del menos-infinito, siendo “allá” y “acá” conceptos apenas desunidos por una parábola tras enloquecedoras espirales nunca felizmente rectilíneas, tristes elipses cerradas y por fin como expliqué varias veces ya la “U”, omega al revés desvinculada del Colo-Colo socio de LAN y de la Clínica Las Condes por lo menos. A menos que el huevón también sex-compre el hoyuelo de la ex elipse y actual parábola ascendiendo por allí al paraíso y revolviendo cual Dios reencarnado, en helicóptero, hacia algún Mc.Donald’s de acá.

 

“Dentro de un tiempo no me veréis. Pero dentro de otro tiempo me volveréis a ver”.

 

Jesus-Christ Super Star.

 

 

♪♫

 

“La punt’el pie, la rodilla” -yo empezaba muy chico a excitarme, era mi abuela paterna, Misia Hortensia,¿Y si hiciéramos es dúo con el Pedex  feona, no como el tata, estupendo, salí a él, encantadora, nunca hacía nada salvo durante las vacaciones en el fundo donde rodeada de empleadas preparaba ella humitas o manjar blanco por ejemplo, quien cantaba feliz-, “la pantorrilla (retroceso en el pernil) y el peroné” -yo afrancesado me traducía por ascensor bíblico “père au nez”-, “la punta del pie, la rodilla, la pantorrilla y el père au nez, te juro Juana que tengo ganas de…”.

 

Pero había un problema en todo eso. Ella era vieja. Yo no Juana. En cuanto a la punta de su pie o del mío, en el fondo, je m’en foutais pas mal, más interesado por la mermelada de damascos también llamados albaricoques por la minoría étnica de “la península” o por el filete de ternera que por el mismísimo père au nez de cualquiera Juana reinventada por mi adorable abuela Hortensia (no es que esté desmereciendo a la otra, Blanca, en A.I., ya llegará su hora, si l’on pût dire, porque en El Golf de El Recuerdo ya está gracias a Francisco Javier Cuadra quien puso allí el césped sintético gracias a Lagos, nótese que no escribí “puisse”).

 

¿Y si hiciéramos ese dúo con el Pedex que vive en Neptuno? Podríamos cantar “Frère Jacques” pero del 3º movimiento en la 1ª sinfonía de Mahler. Es maravilloso, ¿te lo canto ahora?

 

Me aburrí. Esto es una lata. Además la señorita Administradora está exigiéndome 30% de aumento salarial, como si no estuviésemos en ¡KRISIS! Cambiemos de tema. ¡Ni siquiera ha publicado Alzheimer III!, referido es cierto a ella. Chao, baybies.

No recuerdo nada. Te escucho una frase perfectamente comprendida y un segundo después no tengo la menor idea sobre qué estábamos hablando. Además, ¿quién eres? Algo me evoca tu aspecto, pero ¿de quién? ¿Tienes un nombre, cuál, existe una relación de, cómo se dice, parentesco, ¡recordé la palabra!, entre tú y yo!? ¡Qué viejo te ves!, qué nos une, que nos desune o reúne. Yo miro al futuro inmediato que está adherido al presente empujado por el pasado como una historia así sintetizada, detenida y a la vez movida, de cuya relevancia individual y humana surgen dudas ya serenas, palabra eufemística para soslayar la indiferencia.

No recuerdo nada. Ni siquiera me siento capaz de rememorar quiénes y qué estamos todos siendo. Me dirás que existe una contradicción mentirosa entre escribir estas trivialidades y el hecho de estar escribiéndolas. Cómodo me resultaría en nombre de otra divagación por venir, cuál, la admisión de mi error y el reconocimiento de la verdad planteada aquí y ahora por ti. Pero ello sería por movimientos poco sincero desde mí cuando se ha experimentado que en la mentira pequeña del embrión grita la falsedad inolvidable e imborrable del recién nacido ya anciano. También objetarías la corrección de este lenguaje sin haber tú aún comprendido que no es mío sino simplemente criatura común, diversa y en apariencia compleja de la vida, donde un hombre y un perro por ejemplo comprenden su íntegra comunicación amorosa.

No recuerdo nada. Ni siquiera algo de lo recién escrito por “mí”. La desmemoria de Alzheimer se desmemoriza respecto de sí misma. El recuerdo por su futurismo presente se neutraliza dinámicamente con desdeño hacia sus propios movimientos. Yo podría, podrido, escribirte las frases más brillantemente estúpidas esta noche, como que la noche está estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos, pero ¿de qué sirve tamaña y falsa “poesía”, si no fuese por la sola palabra “azul”? De nada. OK, una palabra vale una novela. Una vida se reduce a una letra. “La Historia a nada”, escribió erróneamente en mi concepto -si yo pudiera hablar de concepto- Lévi-Strauss, antropólogo estructuralista y obviamente judío (¿quién no lo es, los palestinos?, ¡las pinzas!, Caín y Abel…)

¿”La Historia, nada”? ¿Y tú, hijito mío, qué sabes de mi amor hacia ti? ¿Qué del desprendimiento, si aún sólo te afierras a mediocridades como la música o tu hijo sobre quien perderás por ficción callada y desatada la memoria de toda la vida, hasta partir sin sentimiento alguno al Paraíso incrédulo del Más Allá, donde Dios incluso encarnado es sólo Verbo sin anterioridad, exceptuado el feliz y extra-universal orificio negro de las tinieblas? Bella ha de ser la negritud. Hermosa es la simulación meditativa de Herr und Frau Alzheimer. Muchas interrogaciones restan sobre el significado común de la memoria, del olvido y de la esperanza en la sinéresis de Alzheimer. “No seas tan soberbio entristeciéndote por todo el bien que jamás habrías realizado. Olvida”. Es mi padre quien me lo dijo hace poco: un “alzheimeriano” nacido el 17.11.20. Su memoria se ha acumulado. Es sabio y es paz. Respetemos por su sabiduría que desconocemos a estos “enfermos” vuya designación como tales les divierte y no le importa un bledo. ¿Orinan en el pasillo? ¡Aseen! Di lo mío. No puedo más. Y si no se me ayuda, ¿qué importa? Me llevo a la vida en mi vida. Gracias.

Aplausos del público.

Es una frase improvisada que me largó el primogénito ayer (41 años, casado, tres hijos, empresario, vive en Francia, está, solo, de visita, por 15 días, acá). Algo escribí al respecto a Juje en el último espacio, tontón, de A.I., sobre la mujer feliz o casi eso. Pero falta, siento.

Él y yo conversábamos. Establecí una jerarquía coloquial entre cariño y amor donde el 1º aparecía como conceptualmente subordinado al 2º. No sólo cual concepto. También en cuanto sentimiento y fuerza, dando por entendido que el amor es superior en el extremo opuesto, fuera del cariño, a la pasión. Yo siempre con mis tonterías fanfarronas consistentes en jerarquizar.

En el sentir cultural dominante hasta todavía ahora, se tiene cariño por un perro, por una petunia, algún riachuelo, el paseante, la bicicleta, las frambuesas, los billetes, alguna piedra, algunos lugares, algunas loicas, mucha arena, mucho aire, muchos interrogantes, muchas duchas.

En un inverso de la cultura o incultura mas hasta cierto punto complementario se encuentra aún cual concentración de la existencia humana la pasión por el fútbol, por el sexo, de la droga, de la paternidad, la dominación, la cacería, la salud, la crueldad o un seco arrepentimiento.

Se ama en cambio a Dios, a Jesucristo, a la Santísima Trinidad, a los ángeles y arcángeles, a la Virgen María, a la Santa Biblia, a la Iglesia Católica u otras abstracciones sentimentales del comercio eclesiástico. ¡Hoy me llamó por mucho rato una Testiga de Jehová! La soporté.

De lo cual se infiere que lo más recomendable entre dichos polos reside ineluctablemente en el centro cariñoso a veces ligeramente oscilante de Chile, v.gr., representado por el Partido Demócrata Cristiano, del cual -qué duda cabe- soy fervoroso militante. Porque “el cariño es el amor”. Nunca se termina de aprender desde los hijos. Aunque tal aprendizaje sea diferente de aquél adquirido por los profesores gracias a los estudiantes. Más fácil es enseñar en el segundo caso que en el anterior. Siendo por último, cual excelencia didáctica, la calle.

Escribiendo menos boludeces, ché Juje, da la impresión que si el amor es cariño éste como amor estaría poco a poco, sereno, valiendo más que la pasión, sin descartarla, que el amor propiamente tal sin cariño, el cual es cuidado, compañía y compasión incluyentes del amor. Sí, hijito mío, el cariño es el amor. Gracias. Así te amo con pasión.

1.- No haga caso de las recetas siguientes formuladas sin embargo con la mejor voluntad. 2.- Guarde una indiferencia ante los dictámenes de la medicina. 3.- Descubra con gozo aun doloroso qué hacen sus hijos de su libertad. 4.- No sienta obligación ni culpabilidad frente a la actividad o inactividad sexual. 5.- Si quiere, fume, aunque a lo sumo un paquete al día. 6.- Beba alcohol con cierta moderación. 7.- No consuma más drogas “dulces” ni “duras”. 8.- Nunca se enoje porque la única perjudicada es Ud. 9.- Hable poco. 10.- Sea en lo posible fiel y si, clandestina, no lo es, jamás lo diga. 11.- Sepa que entre mujeres la amistad no existe. 12.- No sea gorda, es decir acostúmbrese a comer poco. 13.- Vístase púdicamente. 14.- Maquíllese poco y no pase horas frente al espejo. 15.- Sea cariñosa con su pareja pero sin cargoso exceso táctil. 16.- Intente ser poco adicta a garabatear. 17.- Dúchese cada día. 18.- No ande reclamando ni reprochando por cualquiera lesera. 19.- Nunca admita ser golpeada o humillada: asunto terminado sin vuelta atrás. 20.- No grite y no maltrate a sus hijos pequeños. 21.- No hurte dinero a su marido. 22.- Permita a él que cocine el almuerzo el día domingo sin vigilarlo, 23.- Preocúpese de las facturas y de las cuentas sin que sen motivo de conversación. 24.- Evite música durante las comidas. 25.- Cierre la puerta del baño al defecar. 26.- Haga obligatoria una temprana misa dominical aunque aburra a toda la familia. 27.- No olvide que un acto sexual hebdomadario resulta aconsejable siendo joven pues de lo contrario ya sabe qué pasa y para evitarlo tome la iniciativa como usted ya sabe, hállese él en el estado en que se halle y sin que importe más el resultado que el recuerdo de él, para usted quizás por lo menos sacrificado. 28.- Jamás acepte un obvio adulterio o finja no haberlo advertido. 29.- No exprese celos particulares ni menos aún generales. 30.- Recuerde que el hombre es hasta cierta edad extremadamente manipulable incluso en el sentido textual pero que esto dura lo que dura sin después ya más dureza. 31.- Vea poco la televisión y no lea ni siquiera el diario pero juegue bridge en Internet. 32.- No choque el auto. 33.- Sea clara en la petición de suficiente dinero. 34.- No latee con boletas declarativas de sus gastos. 35.- No duerma ya desnuda en la cama. 36.- Cuando él le traiga rosas, sepa que la ha engañado. 37.- Dese vuelta en la cama hacia el otro extremo cuando él entre en ella, porque de este modo él, orgulloso, partirá al lado opuesto y de este modo ambos estarán pronto dormidos. 38.- Duerma con calzones elásticos bien puestos. 39.- No se deje ya penetrar, a lo sumo tocar dando luego gracias, o en casos extremos dirija usted las operaciones desde arriba mientras él casi dormido mantiene por inercia su verga inocentemente erigida durante horas dependientes de la actividad suya, señora. 40.- No parece recomendable que usted emita un gas anal mientras cabalga. 41.- Las palabras de amor están de más, a lo sumo caben “sí”, “ya, “no”, “ah”, “ay”, “ven”, “qué rico”. Y 42.- Cumplido lo cual estoy dispuesto bajo ciertas condiciones estéticas a acoger para su satisfacción a la señoritas correspondientes a estas 42 reglas.

Es tal vez hacia el presente texto apenas vislumbrado como el pestañeo ante una luciérnaga al final de este sendero que en parte ha apuntado consciente e inconscientemente “Amaneciente Incertidumbre”. No sé. Pero algo así presiento ahora con alguna inquietud interior. Quiero ser en la medida limitada de mis posibilidades verdadero y útil. Ruego a Dios que me ayude a ello. No por mi nombre. Sí por la medicina y por cualquiera persona. Intuyo que pueden salir cosas llamadas nuevas aquí. Ignoro si tendrían destinatarios comprensivos y distributivos de mi “saber”. El positivismo lógico sigue envenenando a la disposición científica con metalenguajes indescifrables e insignificantes que obnubilan a la humanidad con metáforas de más metáforas cuyo mérito sanatorio reside substancialmente en la obsecuencia difusa y compartida al miedo escondido tras la química de la jugosa industria farmacéutica portadora de certezas o de tranquilizantes irreflexivos pero sedativos.

 

La ciencia está mercantilizada y no piensa sobre sus erróneos postulados. De allí que haya tantos errores diseminados en la lucrativa tecnología de la soberbia, la cual concluye como en la historia del “burlón burlado”, muerto entre insoportables quejas, las cuales sintetizan sin pedagogía a la vida del frenesí pecuniario.

 

“La enfermedad de Alzheimer, también denominada mal de Alzheimer o simplemente alzhéimer[1] es una enfermedad neurodegenerativa, que se manifiesta como deterioro cognitivo y trastornos conductuales. Se caracteriza en su forma típica por una pérdida progresiva de la memoria y de otras capacidades mentales, a medida que las células nerviosas (neuronas) mueren y diferentes zonas del cerebro se atrofian. La enfermedad suele tener una duración media aproximada de 10-12 años, aunque esto puede variar.

Los síntomas de la enfermedad como una entidad nosológica definida fueron identificados por Emil Kraepelin,[2] mientras que la neuropatología característica fue observada por primera vez por Alois Alzheimer en 1906.[3] [4] Así pues, el descubrimiento de la enfermedad fue obra de ambos psiquiatras, que trabajaban en el mismo laboratorio. Sin embargo, dada la gran importancia que Kraepelin daba a encontrar la base neuropatológica de los desórdenes psiquiátricos, decidió nombrar la enfermedad alzheimer en honor a su compañero”.

El texto recién citado ha sido extraído de Google. Allí está la esencia del Saber actual que no explica nada. Alzheimer es un nombre. Salvo “accidente” (choque automovilístico, terrorismo, infarto, incendio, erupción volcánica, tsunami, asesinato, etc.), la muerte es a partir de cierta “edad” un proceso propio de la vida que en un sentido desde luego material la continúa bajo diversas formas en su “ciclo”. La edad resulta de una convención semejante a la hora de Londres, al año en curso, a “Alzheimer”, “Sirius”, etc. Se puede vivir como Nietzsche 50 años o como Jesús 33 habiendo vivido 100 o una eternidad. La intensidad de la vida la mide mejor que su extensión. El niño muerto fue quizás un anciano o el anciano un infante. Nada sabemos al respecto. En lo que concierne a Alzheimer como “pérdida de neuronas” sobre las cuales en rigor tampoco se sabe nada y representan otra vez envalentonadas metáforas en la fuga cognitiva, queda con validez muy relativa la noción de pérdida, aplicable en cuanto redundancia a toda la apariencia del envejecimiento, donde se pierde con frecuencia cabello, fuerza, sexualidad, altura, visión, gusto, audición, lenguaje, voz, chequera, etc., y por qué no asimismo “neurona”.

 

En su esencia extraneuronal, la “enfermedad” (?) de Alzheimer revela una despreocupación. La vida cansa. Los huesos crujen. Los dientes caen. La espalda duele. La lectura desinteresa. El turismo aburre. La diversidad es indistinta. La sorpresa se extingue. Las palabras son las mismas. Los objetos son indiferentes. Los nombres son equivalentes. La esposa es la madre. El hijo es el yerno. El país es un sonido. Sinatra es Beethoven. Todo ha sido vivido ya. El tiempo es una sobra. La despreocupación se impone. Es la preparación a la muerte. Es el comienzo de la ascensión. Ya no hay emoción. El dolor no duele. La sonrisa es un resto mecánico de gentileza al vacío ocupado por alguien. Se duerme sin soñar. “La vida está en otra parte (…) Curioso” (Kundera).

 

El sentido del tiempo se ha volatilizado. “El ser está de-mente”. A menudo molesta sin saberlo. Su presencia molesta. Su muerte es un alivio.

 

Estoy con el sentimiento de comenzar este proceso. Toda vía puedo decirlo. Mañana callaré, “como ausente”. No querré decir esto que ahora aún sí digo de manera tan incompleta e imperfecta, Dios mío, por qué no me ayudaste más. Alzheimer no es una enfermedad. Es una preparación consciente a la vecindad del más allá desde acá. Es un racional irse yendo. Es sereno con rabietas ocasionales que duran un segundo y se ven exiliadas en medio segundo. Es la prosecución del gerundio en la vida eterna. La persona en Alzheimer necesita auxilio pero no compasión. Se ha perdonado y se siente perdonada por su Dios, salvo como lastre terrenal por el bien que no hizo pudiendo hacerlo, mas aun aquí se perdona para no pecar de soberbia endiosada de sí misma. “Dios es infinitamente misericordioso”. Son sus acompañantes que hastiados experimentan una compasión culpabilizada respecto de ellos mismos, a la cual manipulan atenuándola con buenas acciones y aplicados, demostrativos, gestos sociales de dolor y amor.

 

El “enfermo” debe ser tratado en lo fundamental con el respeto y el rigor asignados a alguien “normal”. El Alzheimer no es simple síntoma de pérdida neuronal. No es químico. Mejor dicho, su química trasunta al espíritu cuya inteligencia no ha perdido un ápice de su antiguo “valor”. El Alzheimer es cambio y no pérdida de memoria. La resurrección anticipada del alma rememora a la preconcepción biológica y atraviesa así la vida al revés contemplándola al revés de su revés con todo el transcurso argumental de la existencia terrestre allí extendida, condensada y distendida. Es quizás posible agonizar en la desesperación. Pero no morir en ésta. Todo muerto yace en paz. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”.

 

No quedo satisfecho con lo escrito. Mejórelo Ud. Sí, puede. Debe. Quiera hacerlo. Cada acto de amor mejora la vida. Alzheimer está ya en ciernes durante la preconcepción biológica. Está ya en Ud. ¿No lo nota? ¿No notas, niñita, un desequilibrio al caminar? ¿No tú, atleta, al correr? ¿No lo relacionas con un miedo que más tarde gracias a la “enfermedad” se esfumará?

PÁGINA Y ESPACIO EN BLANCO SALVO POR ESTE TÍTULO EN CURSO YA OLVIDADO DESTINADOS A QUE UD. ESCRIBA SIN NINGUNA INTERVENCIÓN MÍA PERO SIN PELOTUDECES (O CON, SI ES SU ESTILO) LO QUE CON ENTERA LIBERTAD SE LE ANTOJE. ¿VE QUE ESTÁ EN BLANCO EL DISCURSO? MIRE:

Santa Teresa de Ávila (1515-1582), carmelita descalza, doctora de la Iglesia.
Exclamación 16.

¡Oh verdadero Dios y Señor mío! Gran consuelo es para el alma que le fatiga la soledad de estar ausente de Vos, ver que estáis en todos cabos. Mas cuando la reciedumbre del amor y los grandes ímpetus de esta pena crece, ¿qué aprovecha, Dios mío?, que se turba el entendimiento y se esconde la razón para conocer esta verdad, de manera que no puede entender ni conocer. Sólo se conoce estar apartada de Vos, y ningún remedio admite; porque el corazón que mucho ama no admite consejo ni consuelo, sino del mismo que le llagó; porque de ahí espera que ha de ser remediada su pena.
Cuando Vos queréis, Señor, presto sanáis la herida que habéis dado; antes no hay que esperar salud ni gozo, sino el que se saca de padecer tan bien empleado.


¡Oh verdadero Amador, con cuánta piedad, con cuánta suavidad, con cuánto deleite, con cuánto regalo y con qué grandísimas muestras de amor curáis estas llagas, que con las saetas del mismo amor habéis hecho! ¡Oh Dios mío y descanso de todas las penas, qué desatinada estoy! ¿Cómo podía haber medios humanos que curasen los que ha enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta dónde llega esta herida, ni de qué procedió, ni cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento?… Con cuánta razón dice la Esposa en los «Cantares»: Mi amado a mí, y yo a mí (11,6), porque semejante amor no es posible que comenzarse de cosa tan baja como el mío. Pues si es bajo, Esposo mío, ¿cómo no para regresar a ti, yo creada desde toda tu Creación?

ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario – 07 de febrero de 2009

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 7 febrero 2009:

Papal,  purpurado, pontificia, eminencia, pastoral, monseñor, diplomática, Iglesia mártir, Papa, bendición, plena comunión, Obispo de Roma, la vida familiar, la convicción de los Papas: de Juan Pablo II y, particularmente, del Papa Benedicto, mensajes, la identidad, orígenes, eclesial, hay un fuerte sabor a laicismo, hay fuerzas que se oponen a la Iglesia. Pero recordemos que la Iglesia ha sido la creadora de la universidad. Las universidades de matriz católica. Se acabó la cultura católica. Para la Iglesia, la promoción cultural resulta una realidad connatural, inscrita en su ADN. La verdad es que… el culto, particularmente en México.

-Cardenal Bertone: del encuentro de las culturas, un encuentro. Por ejemplo, el Occidente. No obstante, en Europa y en Occidente, una superioridad -por decirlo así- de la cultura europea, una sinergia. Esta escisión, este enorme divorcio, es el gran divorcio. Así que, ante este divorcio, la gran síntesis barroca y mestiza es el signo de la identidad. Ha sido un encuentro sumamente cordial, diría muy bello y muy rico, que duró poco más de una hora, una hora y diez. Por eso hablamos con gran sinceridad y tocamos diversos temas, como el problema educativo. Probablemente. Hay un bello episcopado. Me encontré con los obispos, como hago en todas las visitas y viajes internacionales que realizo. También con ellos tuve una discusión muy franca: por ejemplo, el problema de la agresividad de las sectas. Pero se trata de una Iglesia en crecimiento, que le da protagonismo a los laicos y los laicos tienen un gran deseo de colaborar, tanto en el ámbito de la cultura.com o en el de la economía, típicos de la actividad laical, lo mismo que en la política. Apenas en noviembre del año pasado, los obispos realizaron la reunión de la Conferencia Episcopal con la participación de 120 exponentes del laicado católico, bien preparados y bien intencionados y, por lo mismo, capaces de colaborar y revigorizar la presencia de la Iglesia en la sociedad. La vocaciones siguen siendo numerosas, los seminarios siguen abarrotados, aunque con números diversos de una diócesis a otra, pero habiendo diócesis con cientos de seminaristas. Está por resolverse todavía el problema formativo, pero se trata de una fuerza inmensa. Debo decir primero que el Santo Padre conoce bien a la Iglesia. Por otro lado, el primer colaborador del Papa está en perfecta sintonía con él.

TV O. Distinto aunque parecido sea 0 de O. Elipse o círculo. Y qué importa, entre TV o TL. Nada. Salvo por filosofía.  Y qué. 0 u O. Como TL o TV. Porque entre te leo o te veo la cosa viene a ser más om om enos o as as de lo mismo dirías tú. ¡Siempre tienes la razón! Como el Partido Comunista. En el futuro condicional, ovio, es el genio genio de Lenin.

 

El hecho es que cuando tele0 te veO y vice-versa lo que es lo mismo sin chistecito ahora porque existe menos ruptura entre el círculo huevón a la sabia elipse que entre ésta y la genial parábola. Puta, parece que me estoy repitiendo. Cambiemos pues de tema. Para no latearte. TV O. Distinto aunque parecido sea 0 de O. Elipse o círculo. Y qué importa, entre TV o TL. Nada. Salvo por filosofía.  Y qué. 0 u O. Como TL o TV. Porque entre te leo o te veo la cosa viene a ser más o menos o as de lo mismo dirías tú. ¡Siempre tienes la razón! Como el Partido Comunista. En el futuro condicional, obvio, es el genio de Lenin.

 

         ¿Viste que no me repetí?

 

Hoy conocí a la hermosísima y provocativa joven que se presentó a mí así:

 

         Te leo y te veo.

         Haz las dos cosas a la vez,

         Bueno.

         Ya.

         ¿Comienzo?

         ¿Te da vergüenza?

         La superaré.

         Escucho.

 

Distinto aunque parecido sea 0 de O. Elipse o círculo. Y qué importa, entre TV o TL. Nada. Salvo por filosofía.  Y qué. 0 u O. Como TL o TV. Porque entre te leo o te veo la cosa viene a ser más o menos lo mismo dirías tú.

 

         ¡Siempre improvisas!

         ¡Y cómo no, si te quiero, mío!

         ¿Tuyo: me amas, amada?

         Aún no. Sólo te quiero, mío.

         Ah, qué pena.

         Sí, da pena.

         Mañana mismo iré a mi Buenos Aires querido.

         ¿No amado? ¿En bus? Bue viaje, ché.

 

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