Te escribo para borrar por pudor -salvo debido a error u olvido- lo que seguiría. Es que te amo sin tener o experimentar hacia ti ni siquiera uno de los cinco sentidos, abstrayendo además al sexto, ése del ser. Eres inexistente aunque seas máxima emoción para mí del sincero ser sin ser, yo contigo diminuto, transeúnte, inmenso, pero limitado, poroso, parabólico y religioso. No te comprendo. No me comprendo. ¿Para qué esta llamada vida? Enmudeces en la enigmática inercia aún superviviente.
 
Anoche fui visitado por el demonio. No me intimidó. Me restringí a observar su horrible hermosura. Sonrió de miedo a ti en el instante de retirarse. Conservo su recuerdo multicolor. Es un cactus de terciopelo. Esta noche de viernes no vendrá. Sabe que si lo hiciere moriría por obra tuya.
 
Amo tus labios. Amo a la niña de tus ojos. Amo por contradictoria noción estética  la leche de tu madre que los herbívoros recién nacidos succionan. Amo odiando a la vida que has creado.
 
¿Quién eres, sordomudo, infinitamente misericordioso frente al mal que has hecho? La imbecilidad de las criaturas que por consigna te aman deambulan en la interrogación de quién eres. Tus respuestas vienen en el hielo del silencio.
 
No hay universos en plural. Son subsistemas además relacionados como sea y es entre sí. Los circunda el Universo. Ya está dicho, más allá aunque también más acá estás tú. Bienvenido a pesar de todo eres. Seré prudente: gracias a todo. Tú, omnisciente, comprende que te deteste. No soy yo el autor de la maldición en la bondad por tanto hipócrita. Tú, amado, eres el creador. ¿Para qué vivir? ¿En qué consiste tu Paraíso? Es lo que hasta un perro se pregunta. Y con menor razón yo.
 
¿Es el Paraíso la desaparición absoluta del alma en la derelicción de la materia bajo el reino de la bacteria? Por qué no. Todo sea según tu voluntad. Es una orden.
 
Menos mal queda la Virgen María con sus tetas, su vulva, su ombligo, sus hijos, su Juan desde la cruz.
 
Yo entretanto amo. ¿Amo? Amo el alerce, amo el gorrión, el ser humilde, un nombre, la guitarra, el cuarzo, Dios sin fe, el pejerrey frito, la pata de cordero asado, el aroma del aromo, la escritura de Coloane, la vida en muerte, los sueños, la flor de la maravilla, cualquiera cosa, incluso yo, menos tú, pues de amor nada sabes.