O ya que estamos en éstas -cuestiones “simplemente” pronominales-, ¿por qué no ella o, más directo, yo? ¿Por disimulación de egocentrismo? ¿Por qué tal respuesta astuta pero evasiva? No sería grave esta huida. Ella ayuda a disminuir los arañazos epistemológicos de la subjetividad o por lo menos a transformarlos en una jardinera con flores de quince colores y un aroma; en el ensueño de un sueño por anticipación, qué amanerado y bonito, ¿no? Entro así contra el pelo. Autocrítico, sin simpatía de pituto íntimo. Viento en popa. Propulsión genotípica.
En el Diccionario de Julio Casares, el Azar se halla definido por el siguiente término: “Casualidad”. Esta definición me impulsa pues a buscar dócilmente, en la letra C, Casualidad (como relámpago, a la indagación cruzó de adelante hacia atrás, o si se prefiere por arabesco de afectividad analógica, de derecha a izquierda, la palabra “causalidad”, ya grabada en la memoria hecha palimpsesto), donde se encuentra la cima: “Azar”. Y así es posible continuar indefinidamente la investigación, de la cual para recomenzar emerge: “Caso fortuito”. “Fuerza mayor” (…), Azar…∞… – ∞… No hay solución. El can, mordiéndose la cola, gira y gira, jadeante, en la canícula del lenguaje, hasta caer, poco a poco, finalmente muerto de cansancio, por azar (!), sobre el volcánico punto G…: cualquiera. Menos mal salí pronto de El Extranjero. Pero para caer en La Caída.
No. No hay azar. El estudio de la semántica -del semen, como para seminario o semilla- en esto relativo al azar presenta la utilidad cognitiva de poner bajo plena luz la fundamental redundancia prontamente tautológica del “Verbo, en el principio” o de “la Historia, es decir nada” (Lévi-Strauss). Todo está entonces predeterminado. El concepto de Destino hace sentido. En términos callejeros o para la intelligentsia del budismo vulgar, “todo ocurre por algo” (algo = dolor), sin que alguien se aventure en el impasse concerniente a la significación no miserablemente etimológica de “algo”, postulándose ya que, por ejemplo, “algo es algo”. Del mismo modo que “pan (=todo) es pan”, sin que por pleonástico que este pleonasmo sea, nos impida distinguir gracias al contexto una marraqueta de una zanahoria, por mucho que yo haya cocinado un buen pan de zanahoria, cuya receta no corresponde dar ahora. ¡Pero no! La víbora de la inquietud científica aparecida en el Edén me despierta y hace saltar de curiosidad sobre la cuestión del azar. Reflexiono. Llamamos azar aquello cuyas causalidades -sí, y en plural- desconocemos. Proseguimos el empeño por conocerlas. Pero en el fondo ya sabemos o resignamos a que esto nunca sucederá. Toda la Historia está allí desde antes que el Verbo para comprobar, socráticos, que ni siquiera de lo más elemental algo sabemos, y que a fortiori de lo nada elemental nada sepamos.
Llegado a este punto debo retirarme para dormir un rato.
35 comentarios
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diciembre 26, 2010 a 9:08 pm
Arturo Montes Larraín
Es domingo. Veré en la V «Tolerancia Cero» y luego las Noticias. Enseguida, cargado por el tiempo transcurrido entre la última palabra de lo antes escrito incluyendo allí a lo que desde ahora hasta entonces está sobreviniendo volveré como sea sobre el tema del azar relacionado por ejemplo contigo como milagro, del cual se dice que es inexplicable pues de lo contrario no sería milagro subentendiéndose así algo tan discutible como que a su vez algo puede, ha podido o podrá ser explicable, o que es explicable por ser obra de Dios en sí misma inexplicable pero sí por serlo, es decir otra tautología satisfactotia e insatisfactoria en la cual mete la cola el Demonio ideológico referente al Azar. Es la hora. Luego vuelvo.
diciembre 27, 2010 a 4:11 am
Arturo Montes Larraín
Nada épico es concebible sin flagrante mentira en la cultura chilena, consistente en historietas entrecruzadas que carecen de historia común salvo la arpillera de ellas resultante. Cada trama es la misma, con caras y/o máscaras diversas. El hilo de Ariana es el zapping, relativo a la vida sin sexualidad y sin amor. Por esto, la película en cuya mitad caí dormido hasta hace poco, son las 2:40 A,M., se llama justamente «Sexo con amor». De amor y menos aún de sexualidad no hay nada. De sexo algunas tetas y uno que otro poto prescindibles si no fuera por el marketing alusivo a la modernidad. La TV reemplazó al programa político «Tolerancia Cero» por ese film. No vi las noticias. Es lo mismoacá que allá. Por algún motivo que ignoro, abrí los ojos. La unidad nacional es una ficción capaz para afirmarse en cuanto tal de crearse la fuerza de perder la noción sobre su carácter ficticio y de cambiarlo por una convicción de realidad basada en el reflejo de la energía que da cual demostración el hecho de matanzas preparatorias en el interior, como por ejemplo durante la dictadura de Pinochet, donde se vio que la división unifica y cuando la potencialidad bélica hacia el exterior adyacente se tornó ya en temido y efectivamente temible erección armada por la técnica y por la pasión patriótica. Chile conserva protegidas la hipótesis y la tesis demostrable de inmensas reservas en «uranio» que amenazan vigorosamente al planeta, para cuyos grupos dominantes este país respresenta «viento divino»: kamikaze, de inmediato actualizable. El chileno común sabe esto que no quiere, no debe y por tanto no puede aún argumentar. Nace de este dispositivo una seguridad fanática y recalcitrante en sí misma, que se halla aturdida pero se halla -como hasta hace ya más rato yo dormido, son las 3:26A.M.- en la inconsciente conciencia común. El ADN y la proteína de Chile son su disposición bélica. Ésta existe porque «la vida la ha hecho así» y porque, compartida, es además gemela de un tremendo individualismo que hace gala de solidaridad en medio de saqueos y estafas cuando hay terremoto de grado 8.5 en la escala de Richte. Entonces emergen de súbito altas flores de la maravilla o girasoles custodiados cuales semillas por láser dentro del pasillo de bunkers consitituido por la cordillera de los volcanes que mucho estudian -en amigable paralelo- ciencias nacionales y extranjeras, como la geología o en el polo opuesto la astronomía. El individualismo aludido evoluciona bajo formas superficiales que son diferentes entre sí. Así, yo me llamo Arturo y el vecino Nosé. Pero por debajo es el mismo cuento cuyo núcleo conceptual, emocional y práctico es siempre el mismo: LA FIDELIDAD. La inmediatez de ésta se representa en contextos ya tangenciales. El individuo egoísta tiene familia, amante y vecindario. Allí ocurren sobresaltos de pasión, de traición, dinero, religión. Tras los buenos que no son buenos y los malos que no son malos hay buenos y malos que en cada caso sí lo son con estricta fidelidad a su correspondiente rol. El cine y el teatro chilenos son de baja calidad pero la teleserie posee valor antropológico gracias al zapping y a la pausa comercial que la hilvanan y cosen hasta exponerse en arpillera, en cueca o poesía dignas de algún curioseo europeo. Ese museo itinerante, otra expresión de la cultura zapping, da un seguro de vejez reproducible que garantiza la custodia fetichista y pragmática del uranio bajo el cobre de la Pacha Mama,»madre tierra». Una prudencia en la explotación del subsuelo, que es exportación de territorio y abstracción de soberanía, resulta necesaria, para calmar la avidez compulsiva que dejaría al desnudo como en striptease el desprendimiento por seductora dinamita de demasiadas napas subterráneas.
Muchos puntos quedan aún pendientes en esta etapa de la expedición y para qué hablar de una llegada en paz epistemológica al punto de partida provisional, puesto en el título, «El milagro: tú». La conjetura de un largo viaje hecho sin prisa es confirmada en este último carácter al partir como de inmediato otra vez al catre de campaña, allí donde los sueños dejarían la huella de su libertad. Pero por cierto una austeridad dormitiva es de rigor, pues si me excedo en el anuncio de ir a la cama y en el recuerdo de ella no seré leído ni daré a la humanidad el aporte benéfico y desconocido que le deseo. Hasta después, pues, sin abandonar tal hábito de vaivén, ya adquirido por fatiga, por miedo a la autocrítica y por anhelo de ser corregido y de este modo mejorado.
diciembre 27, 2010 a 11:29 am
Arturo Montes Larraín
Lunes 27 de diciembre de 2010.
Evangelio según San Juan 20,2-8.
«Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó».
Juan, quien con frecuencia se autodesigna como «el discípulo amado», lo cual significa una jerarquía incoherente con la filosofía general del amor en Jesús, por timidez o respeto a la «Piedra» papal de Pedro, «no entró», pero sí lo hizo después que entrase el 1º «Papa» (casado). Juan «también vio y creyó» (más tarde, Jesús resucitado a Tomás el Dídimo que significa Mellizo: «dichosos quienes creen sin ver», lo cual implica que al ver y por tanto creer, dichoso Juan no fue). ¿Qué vieron como culminación Pedro y Juan en el sepulcro? Vieron «las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte».
Causa extrañeza en mí esta precisión tan detallista del evangelista en el dramático contexto del cual se trata. Aquella escisión material de la cabeza respecto del resto corporal podría significar pues algo más importante que un simple detalle. Hipotéticamente está representada allí una suerte de decapitación cuyo origen ignoro y, más aún, una indescifrable distinción aglutinante en la biología o en ciertas filosofías de inteligencia cerebral y -salvo el tercer ojo y la coronaria- emoción en los cinco otros chacras no craneanos. Occidente y Oriente, para simplificar, así se reencuentran, mas la diferenciación «escrita ya está» (cf. Pilatos refiriéndose a INRI) y sobrevive por la memoria literaria a la resurrección unificadora. Astronautas han sostenido que de la Luna como obra humana sólo se percibe a simple vista la construcción de la Muralla China (cf. Kafka).
Por anticipación o mejor dicho por sincronía de la eternidad en el instante, Cristo de este modo difunde una confusión propiamente científica entre razón pura y razón práctica (cf. Kant) de este modo precario hachas mellizas. ¿Qué habrá sido del mellizo de Tomás cuya fe empirista, «ver para creer», sugiere con hábil precocidad relativa e «históricamente orientada» (cf. Bakthine) a la apuesta pascaliana: si crees en Dios y éste no existe nada pierdes pero si no crees y existe pierdes todos, por tanto cree? Dos razones válidas hacen que Pascal a diferencia del Dídimo no haya sido canonizado. La primera reside en la esencia pobremente calculadora, racionalista y táctica de su raciocino ajeno a la afectividad por principio práctico que la fe requiere: creo en Dios por conveniencia eventual. Y la otra razón de su insantidad radica -como él mismo admite: la primera cosa que se sabe al terminar una obra está en lo que se pone a su comienzo- en el supuesto de una pérdida, concepto «humano, demasiado humano» (cf. Nietzsche), por no creer en lo existente, a pesar que el ser humano en cuestión haya sido -y esto es lo único que importa- bueno, sabio y por tanto hermoso (cf. Platón). El cristianismo hoy en perversión por obra en parte del aristotélico aquiniano contradictor sólo formalista del parecido pensamiento totalitario yaciente en el platonicismo (cf. Popper, obra citada, y «Poesía de la Incertidumbre» entre los textos iniciales de este mismo blog, A.I.). Así, con justicia, Pascal no es santo, y sin justicia el Aquiniano sí lo es. Suponiendo que pudiera haber justicia («no juzgueis» dijo Cristo) en el acto de una canonización. Aunque quizás Pascal haya cometido más pecados que esos dos indicados, como masturbarse, robar, creer en su saber, burlarse, despreciar, si no más. Me habría interesado conversar con ese filósofo cristiano de origen judío expulsado de Holanda por las comunidades israelitas que desde el sistema financiero dominaban, por el incipiente (como ahora) Banco a ese «país bajo».
Pronto te uniré, milagro, con María Magdalena, pues fue ella quien informó a Pedro y Juan de la vaciedad en el sepulcro. No hay literatura sin lectura a menos que ésta aburra, en cuyo caso queda todavía en los pueblos salvajes e iletrados la posibilidad de leer con exactitud a veces más plena que en la escritura propiamente dicha el lenguaje de una mirada, de una sonrisa, una mano u otros chancras diseminados más allá de cualquiera decapitación in cluso bondadosa como por la guillotina.
diciembre 27, 2010 a 4:23 pm
Arturo Montes Larraín
Si «Natura non Salta» (cf. Pascal, físico y teólogo) es continua, de modo que no hay interrupción entre algo y otro algo, porque se hallan unidos de manera imperceptible para el más macro-microscopio que sea dable imaginar. Este postulado parece ignorar la realidad por ejemplo de los canguros o les está asignando un atributo de extra-naturalidad. Pero no. A esta objeción se puede objetar que desconoce la contigüidad continua existente en el movimiento del salto australiano desde el inicio de su coienzo hasta el término de su fin a su vez siamés de lo que sigue. No obstante, esta versión supone que de galaxia a galaxia y de ti a mí todo sea un bloque sin diferencia espacio-temporal en un universo donde «je suis un autre» (cf. Rimbaud) como tú y como tú yo o cualquier otro. Nada nos distingue. Ni siquiera lo hace el nombre, por mucho que tú te apodes Nosé y yo Arturo, pues nuestro nombre de verdad es en ambos casos esto: Nombre; o algo equivalente, del tipo Verbo. Ello en mutitudes dificulta la comunicación, confunde a la genealogía, rompe territorios y entre otros males suscita guerras, según se ve. La distinción introduce un desequilibrio necesario para la prosecución de la vida. En el Infierno no hay ser que no sea anónimo. Optamos en consecuencia por establecer algún estrecho de Corintio entre Atenas y Esparta: dos culturas, en germen tres, cuatro… Ello aunque la cuestión filosófica antes planteada no haya sido resuelta. Hay problemas cuya única solución consiste en no resolverlos pues resueltos moriríamos todos de inmediata intemporalidad e incluso en no intentar resolverlos porque dentro de tal intento caeríamos en más locura que ésta ya poco admisible en que estamos (cf. en A.I. «Metafísica de la Tierra). Pero el ser humano se rebela a veces contra estas soluciones de ignorancia o de mediocridad autoimpuestas. Como «imagen y semejanza de Dios» según el escribano del Génesis llega a aspirar y creer en su perfectabilismo o perfectabilidad. Craso error común que «hace Derecho». Así nos paseamos por la catenaria de la contradicción gravitacional del espíritu en la fe, en la esperanza y en la caridad, que gracias a error moral también común «comienza por casa», concepto ya visto y criticado en A.I.
La caridad no comienza por mí. Me precedes en esto tú; y ellos a nosotros, etc. Esa caridad globalizada, amo a Venuz, repercute como tal, por qué no engrandecida, sobre mí, por tu reacción, Nosé, más caritativo yo, Arturo, que antes. De modo que tal espiral múltiple del amor, cuya sustancia conceptual sigue siéndonos inaccesible para el lenguaje de la precisión, va ampliándose hasta besar su cola general transformándose en elipse luego perforada por algo que no podría ser distinto del Amor llamado entonces como sea, de Dios a Big Bang. Pues por esa perforación del universo Creado entra acá el «Big Bang» hecho «conciencia» (cf. Hawking) ab ovo o Verbo Encarnado, Jesús. Orificio a través del cual él después asciende. Pero para hacerlo, es comprensible, se necesita que el sistema universal, a pesar de su insuficiente porosidad fronteriza nunca del todo impermeable, tenga más respiración del Más Allá. Entonces es abierto otr orificio, «hoyo negro», que permite una respiración más pausada e incluso descansadora. El hoyo negro devoraría para sí a todo el resto del universo si no fuera porque el otro hoyo, en el polo opuesto de la elipse ya metamorfoseada en parábola, forma perfecta de la Creación física por el verbo, ingiere más gas de lo que expele un ano. Judas ha sido perdonado. Todos somos descendientes de Caín. Bastardía, incesto o pedofilia forman parte de la regla en el juego trágico de esta Bíblica Comedia dell’Arte donde se ríe en lágrimas, se llora en risas y en conjunto pasa libremente lo que pasa, es decir ¿poco?, ¿como en el amor a una margarita o a un trébol? ¿Es relación lógica entre una margarita y un trébol que de ella nazca por combinación una planta asta hoy desconocida? No. ¿Sería ésta resultado del azar, del milagro, del milagroso azar? ¡Vay uno a saber! ¿Qué sería su respuesta a ello, por qué no además silenciosa? Vaya uno a saber. Pero diga: es por azar. Es lo mismo que no haber dicho nada. El silencio contiene cualquiera cosa. O decídase por el eclecticismo en ni chicha ni limonada del más o menos que contiene un milagroso azar reemplazable en vice-versa por un ingeniosísimo azar milagroso. Quedamos en lo mismo. En nada. Y diga que esa extraña planta terrenalmente concebida por trébol y margarita resulta de un milagro en la naturaleza. Aplique este concepto a un hijo suyo, esa extrañeza propia, como tras el choque entre dos galaxias el parto de un hoyo negro, «sistema en el cual si se entra no se sale» (cf. Hawking): Infierno. Junte ahora a lo dicho como vegetal-animal-mineral. Recuerde que 5o mil millones de espermatozoides corrían más rápidamente que Juan en el Evangelio de hoy y que uno solo de ellos fecundó al óvulo dando por resultado a Usted con sus amores, con sus dudas, sus luchas, estudios, sufrimientos, palabras,… ¿Azar respecto del resto? No… Mi amor es irremplazable. No sé, amada Nosé, Noelia Segura, qué es, mas sí sé a ciencia cierta por bastarte para ello con sentirte para oler en ti el aroma inconfundible del milagro propiamente tal. No eres azar. Tampoco, por oposición, necesidad. No puedes ser sino opción divina en la libertad misteriosa de tus padres quienes te concebían materialmente tras haber sido espiritualmente preconcebida por el «Big Bang». Si eres milagro, ¿cómo no menos: misterio? Mírala bien, toda la vida es luego de misterio milagro. Está bien la lucha por descifrarlos comprendiendo que no se los comprenderá. ¡Ni siquiera tú te comprenderás a ti misma! Eres misterio para tu propio ser. Con mayor razón, o igual, milagro eres. ¿Azar? No… Además, si crees a lo sumo en lo imaginable como los números imaginarios, pobre es tu inteligencia por no llegar a concebir a lo inimaginable es decir a Dios encarnado y después ascendido por el mismo orificio que antes y después tú, Nosé. Vas ascendiendo. La ley de la gravitación, universal, se ha invertido, y te impide caer naturalmente en el hoyo negro. El Demonio permite respirar sin aún ahogarte por asfixia en el 2º orificio. Atisbándolo, desde su proximidad cruzas por propulsión remota a todo el universo, a sus fronteras, a tus intestinos, a la noción de un Cristo pajarero, a miles de esperanzas más, hasta cruzar el agujero opuesto y entrar al paraíso inimaginado de la conceptiva imaginación.
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diciembre 29, 2010 a 6:44 pm
Arturo Montes Larraín
El concepto de incesto -relación sexual de madre con hijo – se ha venido extendiendo en el transcurso de la historia, por ejemplo, a padre con hija, a hermana con hermanoª, jajá, a cura con monja… Si uno se atiene a la Biblia, la humanidad es hija incestuosa de Eva ya viuda (de Adán) y de Caín ya asesino y condenado a que «cualquiera que le matare, lo pagará siete veces» (Gn. 4.15). ¡Pero hay tantas cosas que las Escrituras omiten, olvidan y mienten, que, de leerlas aunque más no sea por deber, ya nada se relee en ellas! Es que por apenas misterioso y nada aún milagroso infortunio releer precede a leer porque en el sentido demasiado humano de la temporalidad la tecnologia, tan desdeñable en la jerarquía ante-positivista (cf. Babel) adviene con anterioridad a la ciencia: «existo, luego pienso»; o, lo que es igual, «más vale pájaro en la mano (tecnología) que cien volando» (ciencia).
La ciencia entraña hipótesis. La tecnología ejecuta incluso sin conjetura. No imagino mi necesidad del martillo pero ya utilizo la piedra. Perdí hace un rato cincuenta líneas de Internet. Mala cueva. Van siendo reemplazadas por estas desconocidas, tanto como las de otrora. Es el tiempo que os boté. Mala pata. Estamos invitado a una cena. Ceresuela sabe leer. Llevaré una Cola de Mono.
diciembre 30, 2010 a 8:41 am
jose luis ramaciotti
querido Arturo: el que no intervenga no significa que no te lea, casi a diario. Me imagino que no soy el único. No estás, no estamos, tan sólos. (perdón, solos)
Te deseo lo mejor para el próximo año.
Un abrazo
José Luis
diciembre 31, 2010 a 6:52 pm
Arturo Montes Larraín
Querido Papelucho:
No estamos solos. OK. Estamos juntos. Pero -esto que sigue sí es original, seguro que nunca lo has escuchado, pon atentas las orejas hasta el oído interno en beneficio del cerebro- no revueltos. A menos que se trate de huevos. Con huevos revueltos con jamón. Huevos campesinos de gallina de campp con buen jamón de cerdo. Cerdo campesino. ¡No, no me refiero a ti, delgado jabalí de Córcega nutrido especialmente de bellotas y libre pero cazado por un cazador en el bosque cerca de Corté! No te preocupes. El carnicero, que soy a veces, ya corté la pierna izquiera -no por política- y trasera -por política- como se debe, es decir en tajadas muy delgadas y no por avaricia sino por arte culinario. Por razones que gracias a tu inteligencia nada cchancha has comprendido, el muy apetecido jabalí de edad pequeña -jabato o rayón- es en Córcega poco o casi nada grasiento. Es un su especie el más caro del mundo, pero sobre todo es delicioso. No se recomienda, estando seco, salado y crudo, freirlo con aceite de oliva sino sobre un poquitón de mantequilla sin sal. Sí se aconseja de compañía en Chile el recurso a pan amasado igualmente de campo. Pero no que los huevos queden secos o aunque tampoco mucosos. Lo cual supone que se los eche sobre el jamón cortado en trozos ya fritos, más sin exagerar. Un jugo de pomelo rosado o de naranza conviene como introito a la ceremonia de este desayuno. Prepare el plato mientras el néctar, natural, empiece a hacer su obra esofágica, contando unos tres minutos en total. Utilice una sartén de hierro. Siéntense. Emita una sonrisa a su acompañante. Coman. Pero aquí viene -son las once cincuenta y nueve de la mañana- beba tras la primera tragada una copa Val St.- Lambert con vino si puede Pommard o en caja si ello no le es accesible, ya sea por limitación chilena de la oferta mercantil, ya sea de su disponibilidad pecuniaria, que de ser mayúscula torna razonable la eliminación del jabalí y eventualmente del zumo, de los huevos, del pan y de la mantequilla aunque no de la caja recipiento del fermento pipeñp incluso blanco. Ya sé, Papelucho, que he venido del tú al usted. Es por respetuosidad creciente de normal comerciante. Aunque tal evolución en Hispania no exista y sea allí -aquí- aun mal mirada como signo distanciado de escasa confianza o amabilidadhacia tu anciana o vuestra joven interlocutora. Pero estábamos en Córcega, tierra napoleónica, y no en la Bota de la pizza, donde tampoco queda León; pero sí en España, «camisa blanca de mi esperanza», según canta tan hermosamente Ana Belén. Tu comentario me ha distraído. No así el vuestro, amada, cuando al probar mi plato afirmas hallarte encantada por mi compañía a lo cual añades junto a un «tú» un dulce beso recordativo del hecho que cualquiera torreja de piña por brasileña que sea está prohinida para el jamón. Tanto me has distraídoque acabo de confundir tu sexo concibiéndose femenina, Papelucho, si bien por mal en esta sociedad degenerada ya jamás se sepa a ciencia cierta en realidad. En efecto, yo me hallaba tranquilamente escribiendo a Uted, respetada esposa mía, sobre la Cola de Mono en relación con la Ciencia preñada de Hipótesis y además por ocultación vice-versa cuando hiciste su aparición, amado, para entrar acá con tu extravagancia concerniente a la lectura como parienta discutible de la soledad. Yo estaba en trance para intentar una novela de la cual así me sacas poniéndome en la proximidad de Corté, mira el mapa. No obstante, si en el principio era el Verbo, con éste todo sería posible, incluido el rayón en las iniciales cuestiones «simplemente» pronominales de esta quijotada literaria, pues él -me refiero al mencionado jabato- artículo definido de género masculino, que ingieres, es. Como si yo te llamase, en lugar de él, por tu nombre propio: Nosé; contracción de uso familiar que economiza voz y/o láser comparada con Noemí Sexy. Pero ahora, puta madre, debo salir a comer langostas, una para c/ novioª. Así cualquiera novela se vuelve una lata y se va, sin ser releído lo de este rato.
enero 1, 2011 a 10:04 am
jose luis ramaciotti
no olvides que Córcega siempre fue italiana (en realidad veneciana) sólo al final se la apropiaron esos palurdos franceses.
enero 1, 2011 a 1:04 pm
jose luis ramaciotti
Sabes, me gusta leer y de hecho leo varias horas al día, de todo, literatura, historia, ensayos más científicos que políticos o filosóficos, etc. Poesía también, sobre todo no contemporánea.
Siempre que conozco o estoy con personas que me gustan, (y admiro un poco, sólo un poco, no te vayas a creer la muerte) como tu, les pregunto que de bueno han leído en los últimos tiempos y quisieran hacerme el bien de recomendarme. Me gustaría hacerte esa pregunta hoy a ti.
Puedo, si te interesa naturalmente, hacerte yo los aportes de mis más recientes lecturas.
Un abrazo
enero 3, 2011 a 9:36 am
Arturo Montes Larraín
Respondo:
1º ¿Córcega: veneciana, no genovesa?
2º ¿Qué es «siempre»? Si lo sabes, es que incluso sabes qué es «antes de siempre», pues siempre no sólo contiene a sí mismo sino además, desde Más Allá que sí, lo cubre, y se cubre, llegando incluso a descubrirse. De una manera semejante, creo, que en el princpio era y por tanto cubría simultáneamente al verbo, a ahorita, al porvenir y en resumen a la eternidad. Y me interesaría conocer algo al respecto, un poco como en un lascivo o casto lecho: ese encima de la sábana «que de serlo lo es» se sabe a sí mismo, sabe a la sábana, al colchón, al olor del vecindario; y respectivamente, ¿no? Cuéntame. En particular me «agradaría» una noción aun vaga atinente a cómo saben los vecinos citados y por intuición calumniosa a cómo sabes tú a ellos. Por ejemplo, cruzado aunque más preciso aún: ¿qué sabor para tus papilas da la piel donde elijas de tu vecinoª?
3º ¿Qué es «al final»? ¿Es sólo «la vida sigue igual» pues «las instituciones funcionan», frase genial -esta última- de nuestro glorioso intelectual y Premio Nobel de Todo, excelentísima señoria pero con mayúscula y al revés, S.E. Ricardo Lagos Escobar? ¿O el final es más que el final? Porque menos no lo será, puh. Digo yo. Imagínatelo. Sería otro comienzo en aras de otro final. O sea al fin y al cabo no hay final y menos aún final. Mejor ni hablar. O multiplícame infinito por dos. Luego me lo divides por dos. Me das con ambas operaciones… ¿seguimos? No, ya, OK. Entonces, «al final (…) los franceses». ¿Por el izquierdista Napoleón? ¿Por la proximidad exaltante de Elba al amanecer? «Al final los franceses». ¿Terminó el final? GUerrea Italia? ¿Qué país soportó los dos siglos de Cruzadas que al final salvaron a Roma? ¿Qué sabe José Luis del comienzo, del medio o del final? ¿Algo? Yo nada. «El sentido de una exposición no es justo sino cuando es consciente de sus límites. Yo no lo soy. Ni siquiera de mi exposición. De «lo cuadros de una exposición» arreglados por el falurdo Ravel sí, un poco.
4º «Sabes», como dices, ya no leo. Nada, es decir casi nada, o sea nada. Regalé toda mi biblioteca a mi hijo menor. Es norma: no leo. No más. Ya basta. No es que ya haya leído todo. No. Una nada. Pero basta. Ahora las letras caen de los ojos como riachuelos de lágrimas en diagonales que se cruzan turnias al lado de los hoyos por donde salen los mocos. Puta, no me vaya a poner tan romántico como Wärnken si igo así, del tipo «la música es en el lenguaje subterráneo del propio fondo transoceánico la significación de la humilde magnificencia desde cuyo más profundo abismo clama a ti, italiano, el judío errante». No. Nada de poesía. Salvo por las dos primeras sílabas. Bueno, OK, y salvo otras, no muchas, incluyendo sílabas no en verso sino en prosa. ¿Sabes? Me cansé de leer. Lo nuevo ya está leído y es por tanto interminable como ese extraordinario «El hombre sin atributos» de Musil. ¿Leer Ciencia? ¡Pero si ésta no existe, recórcholis!, es mentira, es juego, ficción, negociado, sufrimiento, fracaso, soberbia, lujuria, asco, destrucción, química y en psiquiatría falseamiento del alma por alma falseada. Sólo admito en esa categoría, conocimiento sui generis, a cierto arte. Como un reloj de Leonardo. Un párrafo de Beckett. Sólo Violeta en Chile. No yo en las cloacas menos malvadas o para no exagerar menos mediocres dentro de mí «looking for compliments».
5º Si me creyese la muerte, mortal por resucitado cual muestra esta frase me hallaría condenado al ocaso de la vida, que deseo, pero sin dolor corporal (el otro está a salvo), que la morfina mata menos por química que por placebo con error estadístico de 3%.
enero 3, 2011 a 10:11 am
Arturo Montes Larraín
6º Fuera de obviedades lee puesto que insistes a Sandokán, a Montecristo, a San Juan, a Job, al Eclesiastés, a Mujercitas, Otelo, Génesis, La Caída (Camus), Diccionario de la RAE, Amaneciente Incertidumbre, Violeta Parra, Onetti (<-O'Netty), Céline, Madame Bovary, Mein Kampf, Marx (yo indicaría qué), Simenon (en el género policial, lo mejor), El Gato con Botas (lección a niños y adultos para mentir), Les Mots (Sartre, y más que eso), René Thom, Lupasco, Niezsche entero y la biografía de Janz (!), las palabras de Cristo escritas con sus dedos en la arena (?), podría seguir, me aburrí, voy donde Mr. Jim por excepción no tan fome en EMOL. No me preguntes cosas así. Es como preguntarme por LA música, por ejemplo. No. Eso no se hace. Muy feo.
Mi veraz amistad.
enero 3, 2011 a 7:41 pm
jose luis ramaciotti
gracias maestro, con eso tengo, por ahora.
enero 3, 2011 a 10:35 pm
Arturo Montes Larraín
Obviamente eso de «maestro» no me envanece pero sí he hace reír, lo que agradezco.
febrero 26, 2011 a 2:08 am
Oscar
acabo de descubrir su blog. me gusta mucho como escribe.
febrero 27, 2011 a 3:12 am
Arturo Montes Larraín
Gracias. Hay gente vanidosa que niega serlo. Yo niego serlo. Pero no lo soy. Me repugna la vanidad. Es asco a mí. Vomito a mi vanidad que NO tengo (¿o es por vanidad que carezco de ella?: ¡no!). Pero que agrada que le guste mi escritura si ésta hace algo de bien. He hecho mal. ¡Pero cuánto me enloquece de encantamiento sentir que quizás haya podido hacer algo de bien! ¡Cuánto! Gracias por lo que me dice. Hay gente que aquí me ha dicho cosas tan horribles que en el fondo salen divertidas. Yo no sé cómo ni como escribo. Sólo escribo en lo posible como usted ve y eso le gusta, tanto mejor. Qué rico es agradar. Le invito, le pido, a seguir acá. No para piropos. Para que usted hable con sinceridad sobre sí. Hagamos de esto que vivimos algo mejor, aun cayendo. Y gracias otra vez.
febrero 27, 2011 a 4:18 am
Arturo Montes Larraín
Por ahí tuve la patudez de contradecir a la misma Biblia: «la caridad NO comienza por casa». Pero es patudez sólo aparente, no real. La realidad, que rodea a la irrealidad absorbida por aquélla, etc., es que mi casa es más grande que el Más Allá aunque todavía más pequeña que éste. En jerga más populachera, Oscar, el amor, inmenso, es la casa, viene a ésta, vaivenes, parábola, hasta Dios y punto, a menos que Él disponga MÁS; con MENOS. O vaya uno a saber. La caridad comienza por casa si más allá que el universo es también la casa.
febrero 27, 2011 a 4:26 am
Arturo Montes Larraín
Me quedó gustando la frase a pesar de la hora:
LA CARIDAD EMPIEZA POR CASA SI MÁS ALLÁ QUE TODO ES TAMBIÉN TU CASA.
febrero 27, 2011 a 4:32 am
Arturo Montes Larraín
MI Y NUESTRA CASA, NUESTRA Y MÍA, DE ELLOS, EXTRATERRESTRES O ÁRBOLES, ETC., TAMBIÉN.
febrero 27, 2011 a 6:25 am
Arturo Montes Larraín
Incluso un perfecto ignorante como por ejemplos diferentes el demonio o el dueño del pasquín para roticuajos llamado «El Mercurio» ha leído y recuerda que según el Génesis de la Biblia el hombre está hecho a imagen y semejnza de Dios. Pero ninguno de los dos ejemplos citados, u otros cuyos nombres dejo a la sabia imaginación expresiva de usted, va intelectualmente más lejos que eso. En efecto, ese prototipo desconoce completamente que SÓLO por imagen y semejanza de Dios fue creado el hombre, incluyente de la mujer. SÓLO POR IMAGEN Y SEMEJANZA. Nada más. Pues bien, imagen y semejanza no son el SER. Tal como, creo firmemente yo, son eso, ya mucho, pero no más, todos los otros componentes percibidos o imaginados de la creación. Imagen y semejanza son una pendejería comparadas al Ser, quien sólo por Amor quiere que desde la humildad y no la soberbia esa imagen y semejanza SEA Él y en Él. La pelotudez por lo menos humana (de humus: tierra) mata lo creado, incluido ella, al mismo tiempo que se reafirma en cuanto idiotez salvo, por excepción, como jamás perfecto amor; no todavía… Por infinita misericordia divina que Jesús SÓLO excluye a la blasfemia contra el Espíritu Santo es decir justamente contra un sentimiento real del Amor, la puerta del paraíso a nada ni a nadie está cerrada. Ni siquiera a mí. Es algo por lo cual me considero amigo a quien no temo de Dios. Aquella misericordia nos resulta casi incomprensible. Tal «casi» es a la comprensión lo que «imagen y semejanza» a ser. Las torpes matemáticas clásicas de la identidad contrarias a la humildad fecundadas por las nociones de imagen y semejanza deducirían en error fundacional que CASI multiplicado por SER es IGUAL a COMPRENSIÓN multiplicada por IMAGEN Y SEMEJANZA, de modo que, por ejemplo, el SER es IGUAL a COMPRENSIÓN multiplicada por IMAGEN Y SEMEJANZA divididas por CASI. Puede ciertamente usted ejercitar «idénticas» estupideces o juegos como metáforas de la soberbia ávida de «saber» tomando sucesivamente cuales criterios definitorios a los otros tres conceptos en calidades de numeradores y denominador. Parecida cosa puede hacer con números. Pero ¿de qué sirve concluir que 1 es igual a 1 multiplicado por 1 divididos por 1, cuando nada es igual a sí mismo porque, v.gr, aun el SER cambia entre no haber Creado y sí haberlo hecho? Es sólo el «juego» de la soberbia que explica tamañas destructivas tonterías (cf. en A.I. «Poesía de la Incertidumbre», si no me equivoco).
No releo. Algo me falta aquí, no sé ya qué, es muy tarde o muy temprano. Ya vendrá o ya vino. Blanco.
febrero 28, 2011 a 1:52 am
Cóscar
Mire, le agradezco que me agradezca y le agrade las imberbes palabritas que le escribí. Es ni siquiera el poro de un pendejo -como usted escribe en, según dice, el fin de su blog. Pero al parecer sigue, y en absoluto de manera espectral. Usted me dice que desdeñe los halagos, pero es que en realidad no puedo «contradecir al padre» (esto es paradójico; supongamos por analogía que en esta frase, sólo en este momento, luego no más, usted es mi padre). Creo que es poco lo que le puedo aportar, mucho con qué latearlo quizás. Pero por lo menos esto es la evidencia de que nadie nunca es nadie, sino CASI nadie. Quizás nunca(!) en su vida se haya afeitado los pelos púbicos y nosotros los jóvenes estemos muy influenciados por el porno y partes pudendas como poto de guagua al punto de perder la temperatura intrauterina y precisar de estufas a parafina obsoletas con hedor a balata de freno quemada como las ideas que nos rodean en este punto espacio-temporal (ello lo digo con desuello y asumida ignorancia), por lo que ¿qué importa? Usted dijo más arriba que le interesaban ciertos modos artísticos sui generis. ¿Qué hay más allá de eso; me refiero, a la imagen y semejanza? ¿Es posible experimentar el Ser? Recién en la tele me llamó la atención, en un amasijo de filmaciones aficionadas del 27 de febrero del año pasado, que la palabra «dios» iba en el mismo plano, o en reemplazo, de cualquier chuchá.
Ese «vacío», que deviene luego del fin, usted lo ha seguido llenando, pero nada serio, filosófico, religioso o científico. Me alegra haber llegado a esta rebosante inanidad desde, precisamente, una de mis palabras favoritas: «coprofagia».
Saludos y gracias.
febrero 28, 2011 a 6:31 pm
Arturo Montes Larraín
Óscar o Cóscar: Su escrito me deja desconcertado no por el contenido que no capto sino por el silencio correspondiente incitado en mí por él, tanto más estimulado y estimulante cuanto callar por consecuencia sobre el «fondo» que usted plantea crea en mí un sentimiento de simpatía sin justificación mas real. Le ruego que haga sin mayor esfuerzo un despliegue natural de su bella y bondadosa inteligencia para recibir yo más fructuosidad sobre su Ser. Pocas vivencias son tan maravillosas como hallarse sorprendido por una gnosis superlativa. La enseñanza de la idiotez, por ejemplo, representa sin duda por contradicción una alta demostración de generosidad filosófica. Es algo de lo cual usted da ejemplaridad. Y, examínelo, no lo digo por ironía sino en realidad por vocación admirativa. Excitado llego incluso a encontrarme con una especie de esperanza desmesurada en trabajar junto a su persona. La temática sobra. Pienso por ejemplo en el estudio por desgracia para nuestra sociedad potencia ya hecho por mí en París, «Analyse thématique de la littératura latino-américaine». ¿Pero por qué no uno concerniente a «La complejidad matemática de la arquitectura mapuche»? Existe en ello un misterio muy atrayente sobre el tríptico realizado entre la impermeabilidad pluviosa, la solidez vegetal y la historicidad religiosa. Algo une a esta trinidad como unidad «herética» de cristianismo que repercute curiosamente sobre la práctica de la política aun coyuntural y cotidiana en la actualidad. Más podría yo sugerirle al respecto. Como la semántica de «500 años de Independencia chilena». Esta imagen reciente que «salió» del presidente Piñera tiene un significado tremendo si se la estudia en relación con seriedad metodológica y empírica pero también teórica al tomar como criterio elemental aquella unidad trinitaria recién aludida. Pues no deja en efecto de provocar perplejidad científicamente fuerte el fácil acogimiento del cristianismo adoptado por el «panteísmo» mapuche, más aún cuando este proceso «bélico» de «500 años» se ha metamorfoseado en «lapsus» presidencial de hoy, indisociable de idiotez junta a inteligencia que se extienden a la sólida arquitectura vegetal, por ejemplo, en la tierra de los terremotos. Espero su respuesta enviando a usted mi saludo.
marzo 1, 2011 a 3:58 pm
Chóscar
Don Arturo,
le juro que no fue histrionismo y lo que escribí fue, como ahora me doy cuenta, un vómito a propósito de fragmentos de lecturas de sus textos en A.I. No puedo decir que no fue un vómito, por ejemplo una ensalada, puesto que ésta va madurando hasta ser sopa, desde una autolisis con mis jugos gástricos pero inexorablemente para resucitar, muchas veces y casi siempre de manera incompleta; traté además recordar livianamente el «fin» de su blog y sus dichos sobre la imagen y semejanza y el Ser. Pues, su blog no ha cesado, quizás sólo sus pilares. Aunque dudaría si son los tópicos los pilares, no quiero hacer de su hogar unas ruinas. Además, no quiero ni me gusta referirme a lo que haría desde mí posible un diálogo relativamente normal con usted, de quien he sido donado de miríadas de pixeles que han estragado en mi espíritu y agradezco enormemente.
Respecto a la idiocia que me adjunta, no le creo su negación de su ironía. En ella misma (la ironía) sí que usted da ejemplaridad y admiración. Siendo honesto, no puedo ser menos idiota, si le molesta pido disculpas. Un cineasta decía que «uno hacía la película que le salía». De verdad me parecería banal y aburrido avenir en algo que no sea un posible (no importa si fracasado) intercambio de constelaciones, como usted dice: la temática sobra. Me gustaría saber su opinión de si no son los artefactos producto del aburrimiento, de la angustia. Contento me pongo, además, de que haya puesto “junto” en su dicho sobre un trabajo conmigo, era casi de esperar que por sus palabras iba a ser yo un sujeto pasivo y le digo que no he tenido buenas experiencias en regateos médicos últimamente. La idiotez que ha leído en mí la asumo como mis límites pensándolo como si me viese a mí mismo desde usted.
Esa relación que hace entre los mapuche y la situación terrestre urbana me llama mucho la atención. ¿Ha escrito usted algo sobre eso, algún esbozo quizás? De ser posible, me encantaría leerlo, si no le molesta. ¿Qué opinaría si un día aparece un esquema teórico que hilvane algún comportamiento del universo con un momento tan banal como un mojón de perro solitario en un descampado, cuan juego de abalorios tribulado en el nihilismo? A lo que me refiero es, si no hay, por ejemplo en el «fin» de su blog, una disponibilidad a tópicos como esos, es decir: en el otro del no-fin(?). Yo creo que usted lo ha hecho en este espacio, y antes del «fin», con maestría.
Saludos.
PD: iré cambiando mi nombre hasta que quede un charco, una sopa, de preferencia amarilla.
marzo 2, 2011 a 12:30 pm
Arturo Montes Larraín
No creo haber tratado a usted de idiota. El concepto de idiotez es en Chile mal comprendido. Se relaciona más con estar «volado» como Ser que con ser tonto por falta de neuronas.
La verdad es que no me atrae su invitación a compartir una sopa ya en fermentación de vómitos suyos, cualesquiera hayan sido los ricos ingredientes crudos o cocidos y recién sacados de la Pacha Mama. Disculpe, pero prefiero incluso 2 Mc Donald’s o sólo 1 para mí con usted aun reingeriendo tras la sopa luego de su excreción bucal. Pagando yo. Mas ocurriendo todo esto desde otra mesa.
marzo 3, 2011 a 12:29 am
chocar = charco
Si las semillas del pan en que pegado se queda el queso naranjo americano del Mc Donald’s son de cáñamo, he sido muy idiota entonces en no entender su noción de idiota y olvidando además que podría usted ponerse hermenéutico, pero ya es tarde y provisorio para mí.
Me despido. Que esté muy bien.
Saludos.
marzo 7, 2011 a 12:58 am
Arturo Montes Larraín
Chocar en la igualdad abortiva del charco:
Si su conclusión -que no tengo por qué discutir- consiste en que usted bajo corajudo pseudónimo no haya entendido el concepto sobre la idiotez como tal es, lógicamente, porque usted mismo se atribuye espontáneamente la condicion incluso incomprendida de ser un idiota, sobre la cual tampoco me corresponde discrepar, aunque pudiese haber una corroboración de ella en el hecho inmediatamente sugerido de ello por su ignorancia manifiesta sobre el sentido de la palabra «hermenéutico», significativo con toda sencillez de esto: interpretación. En cuanto a sus percepciones hipotéticamente relativas a las nociones de olvido, de tardanza y de transitoriedad que usted hace por lenguaje solidarias, poco puedo añadir, si no es que en efecto ellas se hacen compatibles como movimientos esquizoides por el Charco Chocado establecidos, juntos a la idiotez propiamente tal, de este modo a la vez confirmada y desmentida para sí por usted, pseudónimo de un choque en vulgar charco de escorias verpertinas. Respetuosamente, felicito a usted por su ortografía. Yo no reviso la mía sino cuando en mi sentimiento esto vale la pena.
No me despido por razones de economía verbal, siéndome por último indiferente su derivación como usted admite idiota en su estar Aquí.
marzo 8, 2011 a 12:24 am
Arturo Montes Larraín
No logro hallar aquí «Pido otra vez perdón» y tampoco seguir buscándolo por razones que me reservo; como la hora, la morfina, etc. Se trata esta vez de una historia de amor despedazado en la vulgaridad habitual del adulterio. El cerebro perdona más que el corazón. Ambos luchan a muerte entre sí buscando sólo hermanarse. El amor está repleto de odio que rebalsa de amor en la confusión de dos como un gemelo.
– Perdoné.
– ¿De verdad?
– Sí. Aunque…
– Ya me lo diste a entender, según tú el amor después de tu venganza y de la reconciliación racional es el cariño, basado sobre conceptos y sentimientos como la familia, más «plato que se come frío», el miedo, la acritud, la amabilidad…
– No sigas. Humano así es. Nadie ha dejado de vivirlo; ni de engañarse.
– OK. Precisando que el problema no reside en la ausencia natural de la felicidad en el amor según Verlaine así cantado por Brassens sino en la presencia obligatoria y en el mejor de los casos de un rencor asumido con escepticismo como disciplinado cariño.
– Sí. Me ocurre lo mismo. ¿Ocurrirá a todo el mundo lo mismo?
– No sé. Creo que sí.
– Dices creo y no temes. El temor de ese modo virtuosamente borrado nos borra la posibilidad de la esperanza fundada en la perversa y maldita envidia.
– Sí. Hay males que atenúan al menos para la conciencia propia la maldad de otros males. Odio así con apenas desamor a los seres de convincente y envidiable apariencia feliz.
– Es de tal modo que se puede sostener «el amor es el cariño» excluyente de la pasión salvo en crisis proteccionista de la compañía o, parecido, que odiándote te amo, sin que quepa aquí lugar relativista y cínico para un «vice-versa», pues sólo por soberbia y en consecuencia cruel ignorancia el cariño subordina o desdeña al amor.
– ¡Qué sabes tú del amor!
– No más que tú.
– ¿Por que me engañaste?
– Por sentido del equilibrio y por aburrimiento en nuestra relación. ¿Y por qué tú?
– Por deseo cuya satisfacción me fue ofrecida y por saciar el ansia de venganza.
– ¿La saciaste?
– Sí.
– ¿Que obtuviste con ello?
– Nada. Sí, algo. Es el aún doloroso quiebre familiar. Me detesto y por orgullo temeroso no doy un paso hacia ti.
– En suma, la lógica entre los dos es la misma y con ella salimos perdiendo todos.
– ¿Me estás proponiendo…?
– Estoy que me duermo.
– Buenas noches.
– Abierta la puerta de la casa está.
– No habría supuesto algo diferente de ti.
La pregunta que me plantea el texto recién escrito, sin que en verdad yo sepa la respuesta, quién entre los interlocutores está allí siendo íntegramente -para citar un solo ejemplo- la mujer. Pido que se me conteste en lo posible sin recurrir a alguna falsedad -menos aún diversificada- del nombre. Pues en tal caso bien podrían ser concebidos como falsos todos los nombres, sin excepción, de las visitas y del propio autor juntos a la administración en «Amaneciente Incertidumbre». Cosa que por la razón pura no me molestaría si yo no fuera yo, pero sí si lo fuese, asunto sobre el cual en definitiva, a diferencia suya, «quizás casi nada sé» (cf. Sócrates perfeccionado tras error por qué no involuntario de Platón con frecuencia citado en herejía sobre «Verdad y Caridad» por este Bendito 16).
marzo 8, 2011 a 5:17 pm
Luis E. Reyes
El diálogo lo termina una mujer.
marzo 10, 2011 a 4:41 pm
Arturo Montes Larraín
¿O un(a) travesti? Mi amistad real.
marzo 10, 2011 a 8:40 pm
Luis E. Reyes
Alguien travestido… No, no queda en evidencia esa posibilidad.
Mí aprecio.
marzo 11, 2011 a 9:32 am
Arturo Montes Larraín
Mientras te comunico mi a-mi-mi-mi stad real te limitas como siempre a ese tan vi-vi ril ma-ma chismo a-precio tuyo.
He pasado unos días sangrando por debajo de la lengua. La camisa reprochaba junto a mí. Anoche de madrugadísima debí partir con un cuñado a la clínica entregado a todo pero el médico apedillado Turú, simpático, se limitó a agregarme eficaces medicamentos para frenar los dolores y producir por tangente diarreas derivándome antes de esto último al especialista quien me atendería a concho en los próximos días. Qué aburrido. Habría hospitalización y varias operaciones riesgosas por la anestesia en este cuerpo que ha resistido más de la cuenta, en ésta 4 infartos cardíacos y otros 4 cerebrales. Me enorgullece esta carne que el espíritu aún sostiene. Pero me entristece que Dios no me quiera todavía allá sino aún sólo acá; en la miseria gregaria de estos lares sin ya paladares. Recibe mi aprecio.
marzo 11, 2011 a 10:22 am
Luis E. Reyes
…Pero ánimo, apreciado amigo, cada día que pasa nos acercamos más a él (Dios) inexorablemente llegaremos a nuestro hogar desde donde un día partimos. Del dolor de tu carne sólo puedo callar. Pido desde el silencio algo así como una brisa fresca para tu rostro; como el sonido de un glaciar en su marcha; canto de queltehues, también.
Un abrazo; gracias por tu amistad.
marzo 12, 2011 a 10:04 pm
Arturo Montes Larraín
Sin mariconería alguna, ni corporal ni espiritual aunque pueda respetar a la primera, eres un amor.
marzo 12, 2011 a 10:54 pm
Arturo Montes Larraín
Escribo que el milagro eres tú y que tú eres milagro, no por cierto brotado de mi vacía palabrería, ni por habladuría de mi ser como el tuyo evidentemente milagroso, sino creyendo con firmeza, a veces debilitada, que Todo es vida y que todo en la vida es milagro, incluida la viviente y erróneamente llamada muerte, ya aquí y aún no aquí, nunca en cuanto tal aquí. La vida es eterna en menos que infinitamente cinco minutos amando a Amanda, por ejemplo. Al milagro está subordinado el misterio. Ambos tienen en común su esencia indescifrable para la inteligencia humana. Pero el primero agrega al segundo su ser ígneo. El milagro es la Creación inexplicable salvo por Amor (?) obvio aun en ti o en la piedra. El misterio nubla la interrogación amante privándola de este adjetivo que reemplaza por la metáfora falsamente substantiva de la indeterminación.
marzo 12, 2011 a 11:57 pm
Arturo Montes Larraín
Dicho en términos más sencillos, si misterio y milagro fueran descibrables, no serían obviamente ni misterio ni milagro, excepto por ciega tiranía de la «razón». Ahora bien, dado que lo inexplicable definitivamente existe, pues en el fondo nada puede ser tenido como explicable en la ciencia humana, incluyente por ejemplo de la física y de la metafísica (salvo que «a los pobres siempre los tendréis en medio de vosotros», para sobrevivir por causas que una inteligencia aun mediocre entrevé).
Vamos al grano. Absolutamente nada -salvo la excepción crística antedicha- es en la vida o si se prefiere en la eternidad, en la historia, la intemporalidad instantánea, etc., sí, nada de todo incluyente de la muerte como ésta de aquélla…, es científicamente discernible. El recurso miserable a la soberbia de la metáfora puede aliviar por momentos ficticios una desesperación incluso nihilista debida a la «conciencia» sobre los límites de la inteligencia humana. Como cuando se dice «Big Bang» (¿qué lo creó o bigbangeó?) en lugar de «Creación»; o Zeus en lugar de Elohim-Adonai, etc. Pero ese alivio metafórico mentira -lo sabemos- es. Se puede vivir en ella. Muy mal en ella.
La vida es pues siempre misterio. Pero además milagro si intrínsecamente asombrada por el amor que ese misterio exclama ser, sin que en rigor sepamos qué es amar, salvo otra vez misterio, enriquecido por la mentira del fonema «milagroso» que permite quizás amar; pues «en el principio era…».
marzo 13, 2011 a 12:09 am
Arturo Montes Larraín
Escribí «excepto por ciega tiranía de la ‘razón’ «. Aclaro. Doy por razonable lo que afirmo y por irracional aquello que se le aparta. Es el positivismo. No hay misterio ni milagro. Hay esto. ¿Qué es esto? Es esto. Y punto. Así RAZONA la estupidez que prohíbe incluso la imaginación.