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Yo dormía. Fui despertado. No miento. A lo sumo invento sin saber que invento. Era Cristo quien me despertó. Parecía una sombra de luz general. La fe no excluye al arte. Él acarició mi cabeza. No me dio sermón alguno. Sólo: “Sigue”. Y yo: “En qué”. Él: “Aún no dejarás la tierra. Ama más”.

¿Más? ¿Cómo?

Así.

Ya despierto, pensé un rato: ¿aluciné? No. Señor mío, has venido a visitarme, no soy digno de que entres en mi morada, pero una sola palabra tuya basta para que mi alma esté sana y salva. Tú, que quitas los pecados del mundo, danos la paz.

Lágrimas caen por emoción de gravedad en las mejillas. Lejos en el dormitorio canta una voz. Ya volveré a dormir. Si lo logro. No me esforzaré para ello. Que se haga según su voluntad y no la mía. La suya es dulce. Que me guíe.

Ruego por el bien libre del mundo. Por ti. Por lo desconocido. Por nosotros. Por la gramática. La última hora es siempre penúltima. Ven, María.

Pecador soy por acción y omisión. Se me dijo sin embargo el sábado “honesto hasta dar susto”, “de inteligencia indiscutible” y “hombre admirable”. Sonreí por dentro. No me creo estas cosas incluso sinceras mas erróneas.

He mentido. No hay mal peor que la mentira aun involuntaria. La odio: otra mentira. No sé: es excusa socrática.

Dios mío, ¿cómo hacerlo? Los días de horror pesan más que los días de una bondad hipotética, ni siquiera hipotética: ignorante a fondo de sí misma. Pido auxilio. ¿Existes?

El cuerpo duele ya. Duelen la boca, los pies, la espalda, el cerebro, tú sabes qué duele. Es el alma en el cuerpo que duele sin queja porque allí al lado otra gente evidencia su sufrimiento mayor, mayor y mayor. Como niños famélicos y abandonados por guerras. Como simios de la riqueza adulta y envejecida. O como el analfabetismo antropocéntrico implantado inclusive desde el inicio en la Biblia.

Ya no sé qué pensar, Señor. Me dices que no piense, entonces, pero por la letra te contradices a través de los siglos como signo y fuente de inquietud. El Demonio logra con tu complicidad oscurecerte. Nosotros somos tal cual dices volubles. Tú conoces los designios de la vida. ¿Hechos a imagen y semejanza tuya? No comento al respecto. La respuesta, variable, está contenida en la pregunta, que crea otra pregunta, es decir la misma pregunta expresada con la diferencia de una coma más o una coma menos, c’est la vie.

Ayúdanos. Ayuda a tu Creación. Gracias por este insomnio. Amén.

El libraco es de Ernesto Sábato, en «Sobre héroes y tumbas” curiosamente traducido al francés como “Alexandra”. El libro con su Bruno es aburrido salvo en el capítulo de este título, excelente. La idea discutible es que los ciegos dominan el mundo. Un Fernando manda allí. Sábato: “¡Nunca más!”, referido a la criminal dictadura argentina comenzada en 1976 con Videla, mucho peor que Pinocho. Mala época fue ésa incluso en toda esta loca América Latina… ¿que recomienza su demencia desde Honduras?, ¿qué es honduras sino falta de alturas?

¿Pueden amar los ciegos? Si sí, es que ven. Dichosos quienes creen sin ver. Quienes escuchan sin oír. Acarician por la polinización del viento. Degustan sin papilas. Huelen sólo con perro. Piensan carentes de libros. Filosofan abrazados a un cardo. Muerden piedras por hambre. Duermen de olvido. Hacen camino al andar. Son robots ebrios sin alcohol en la autopista. Manipulan a la gente. Sí, se puede amar sin sentidos. Sin sentido son posibles los amares en la mar de la desterrada tierra.

El refinamiento del progreso tecnológico por lucro destruirá al planeta. Karl Marx y Groucho Marx se habrían complementado. También Chaplin o Cantinflas pero no a pesar de su genio mayor ese mudo que nunca reía, Ud. sabe a quién me refiero. No, no es un humorista chileno.

Voy encegueciendo, ensordeciendo, perdiendo sabor, no toco a la orquídea ni siquiera mediante una abeja obrera cuyo lenguaje recorre diez millas es decir un poco menos que una orca, olfateo ronquidos ajenos con estos pulmones rotos. Son castigos de Dios por haber fornicado excesivamente a las almejas pequeñas, rosadas y desnudas. “Clams”. ¿Yo, Fernando? No. Es mi súbdito. Si el amor es ciego, el mío, total, ciega incluso a Fernanda en sus cien años de soledad. Pero su desamor hace que ella aún entrevea por el ojo izquierdo algunas nubes del fin otoñal. Las estaciones son ficticias. No existen. Los ciegos sabatinos vivimos en los laberintos bancarios del subterráneo. Somos las ratas de Grass. De allí se desprende que el ciego tenga la sabiduría rentable de ignorar que el yerno pone sistemáticamente los cuernos a la hija amada por su perfecta ceguera. Está triste gracias a que ignora en apariencia por qué. Tal es su informe y no sólo el suyo porque las ratas son de poligamia, lógicamente en 50/50 o algo así.

Yo.

Tú.

La cama.

La noche.

El dinero.

El paseo.

La página.

Honfleur.

San Javier.

La flor del pensamiento.

La chimenea encendida.

La abuela.

El Cuzco.

El bar.

El bridge.

El mero.

La distracción.

El alerce.

La ola.

El tiburón.

El perro.

El caballo.

La uva.

Flotar.

Volver.

Venecia.

Peor es Nada.

Justo antes del orgasmo.

Justo después de haber defecado.

La respiración.

El aroma nocturno menos del aromo que del jazmín.

Etiqueta azul.

Jugo de papayas.

Pan.

Esconderse.

El eclipse de sol.

Los hijos.

La emoción musical.

La mirada.

La amistad.

La balada del soldado.

El yate.

Linda CAILLE.

La codorniz.

Goya.

La esmeralda.

La morfina.

El eco.

La nube blanca ondulando en el celeste de la inmensidad.

La sandía.

Un buen pedo.

El riachuelo plateado.

La humildad.

Ayudar.

La espontaneidad.

No botar puchos en la calle.

La naciente Luna llena.

El Sol tangente como naranja al amanecer y en el ocaso.

El recuerdo del Sol.

La corteza del roble.

La bondad, más hermosa que la hermosura o la verdad que son lo mismo.

El Diccionario.

La Biblia.

Salgari.

Thom.

La observación.

Llorar de amor.

Las dunas.

La geometría.

La escritura.

Pintar.

Cantar.

Hacer reír por improvisación sin reír yo para que se ría más.

Ser suave.

Acariciarte.

Perdonar si se puede.

El salto alto.

Ser arquero de fútbol por valentía, pereza, amplitud de panorama y engaño.

El aire alpino al esquiar.

El puré de papas.

La fondue savoyarde.

“Oh what a wonderful world” por Armstrong.

Entre Alfa y Omega sin tocarlas aún o mejor nunca.

Ser ángel no caído al revés.

Aprender algo.

Ir a tu funeral sin tristeza sino admirando la belleza de tu cuerpo muerto.

La lluvia.

La perplejidad.

Por su absoluta poliglotía, esa única palabra, aquélla del dolor: “¡ay!”.

El campo.

La conversación urbana y nocturna aunque poco melódica de los canes.

Las canas bien adquiridas.

Tus dientes, tus labios, la niña de tus ojos, tu ombligo, tu sonrisa.

La Misa de antes.

La travesía del océano Atlántico mirado por el ojo de buey bajo la ducha.

Sentir que amo.

La Cueca del Guatón Loyola.

El Peneca.

Mi padre ya moribundo.

La generosidad y la fuerza de mi madre.

Otra copa de vino.

El Mesías de Haendel.

Hacerme la paja para que la próstata se agilice.

Pier Angeli en mis imposibles sueños infantiles.

Gardel.

El jardín.

La casa.

El cielo comprendido con la vista puesta en el suelo.

Ser profesor.

Ser seduciente sin saberlo y por tanto seductor ignorándolo del todo.

Actuar.

Ir a la esquina.

Ir a la esquila.

La imaginación que da de súbito el fungoso cerebro.

Amaos como yo os he amado.

Qué más.

No se dice.

No debí, no quise pero no pude.

No cumplir.

Mentir.

Que un adulto haga sodomía a un niñito.

La mujer con olor a sobacos si no es peor.

El padre y la madre golpeándose incluso ante los hijos.

Las papas con arroz.

El agua.

El frío.

El hedor a patas.

El cielo nublado.

Michael Jakson o Jackson, no sé ni importa salvo como ejemplo de idiota.

Los muertos sin alma.

El machito chileno.

El cementerio hecho campo de golf como “recuerdo”.

El barro.

La grosería.

Robar.

La cacofonía.

La nutritiva leche materna.

Johan Strauss.

La caza.

La calvicie.

La diarrea.

La muerte de tu padre.

El trabajo.

El guarén crudo dentro de la sopa.

La chucha vieja, cosa que no debiste decir por respeto a los adolescentes.

Los “emprendedores”.

El cáncer.

Las huevonas innovación, excelencia, competitividad y calidad total.

La ciencia.

Un moco colgando por la nariz de un feto.

La rapidez.

La mosca.

La maldad.

Hay más feo que todo esto.

El murciélago.

La caca humana.

La tierra.

Dios en su silencio implacable.

La mirada inútil.

Dormir sin soñar.

Cabrearse.

Pero no se dice lo más, lo más, lo más feo.

Prefiero callar en el resto por ahora respecto de ti, amado.

Ya sabes.

No pude resistir a seguir con estas estupideces mías. Pido perdón otra vez. Os las regalo. ¡Sois tan esforzados! He aprendido mucho de vosotros. Gracias. Pero soy discreto, no continuo. Sois sabioªºsºªs. Callo vuestro esfuerzo y omito vuestra gigantesca generosidad, salvo excepción. Quedo con esa frase inmemorial que agradezco hasta más allá que el infinito: “to good to be true”. Esa abuelita me pasó ni más ni menos que tres millones de dólares, gracias a los cuales como cochayuyo, compro calzoncillos, duermo como consta con pijama amarillo, ando en calcetines de temis, bebo Coca 0, fumo deleitoso smog santiaguino (“prohibido el smog” leí por ahí), adquiero mediaguas bien vendidas para roticuajos, compré una casa de lujo en la siutiquería de Zapallar donde no hay ningún zapallo ni italiano, manejo un R&R con bencina, las nenas como dije por allí vienen a mí como las moscas a la caquita tan rica dicen ellas antes que lleguen las “hirondelles”, bueno no mariposas pero sí cómo se llaman ah, esos pájaros que no hacen verano, se dice. Bueno, a pesar de la hora me voy a fumar otro pucho, total para qué me voy a preocupar, las cosas que se vienen, las cosas que se van. ¿Lo canto de nievo? No: de nUevo. Auca, ando más rasca que el guatón Flores. Debo rectificarme. No diré más la palabra “huevón”. Seré correcto. Bajaré de mis 200 kilos. Cesaré de ser gurú que no sabe nada salvo que “decir es hacer”, qué pelotudez, como si hacer fuera decir. Este sabio sabe. Bueno, dejo de pelarlo por el momento.

Y aquí no se trataba de esto. ¿De qué se trataba? No recuerdo. Es que el Flores me obnubila. Es un líder.

Debo mirar el título. Ah, “lo más feo”, ¡pero lo más lindo es Flores! Yo sería maricón por él,,, futuro “Presidente de Chile”. Me encanta su guata. Es un genio. Dice que ocupó la cátedra de Einstein. Dice que es filósofo. Dice que dice que. Yo le creo todo. Voy a fumarme otro pucho. Listo. ¡Si les contara! Pero no. Soy cómplice. Hay cosas que no digo. Soy leal. Lo quiero, ja ja já. Perdón: me faltó otro já. Ya está. Sí. Eso es después de todo lo más feo. Con Piñera ahora. Fea cosa. En fin. Cosa suya.

Olvidé decirte algo, genio obeso. Pero no esto: viva y triste es tu comadre Gloria a quien sí de corazón respeto. No a ti y sabes por ti mismo por qué, gurucito de nada. Ya te dije, hagamos un I.Q., pero no respondiste por temor al ridículo, por feo, ¿has visto a alguien más feo que tú?, no. Fuiste un pésimo ministro de Allende, exitoso arribista, farsante, copista, sin ideas propias, cobarde como me consta, coimero, roto, una lástima de “hombre” escuálido.

Así, según supe por las revistas “vanidades”, “cosas” o “caras”, no sé, rezas por mí, Gracias. Cuánto creo en tus rezos. Yo no rezo por ti. Sólo siento santa piedad por tu imbecilidad. ¡Con Piñera! Como ministro de hacienda fuiste una mierda. Hiciste todo lo contrario, adormecido, de lo que debías hacer. Te dejaste manejar por extranjeros experimentales y cobardes. Fuiste estúpido hasta la nimiedad pero astuto delincuente, como sé, y puedo dar “ejemplos”. Fingiste sabiduría sin tener ninguna. Eres un imbécil, sin báculo.

Pero, fíjate tú. Te quiero, como asimismo, sin ser recíproco, a tu familia. Nada me importa que no lo creas o que lo creas.

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