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El Paraíso no existe. Es la Nada que en cuanto tal existe. Las almas muertas de la Creación allí viven. Son también Nada en la Nada. No recuerdan, no proyectan, son “sin atributos” (cf. Musil). Son no ser. Por tanto, no resucitan; ni re-suscitan (“resuscitent”) algo. El ser del no ser no es sino no ser. Este no ser del no ser está ya, desde siempre y hasta siempre, sin noción de siempre o nunca, de todo o nada, de casi o de quizás, aquí, sin noción de aquí o allá, de cercanía o lejanía. Tales conceptos son igualmente nada, como asimismo lo son, por ejemplo, los pronombres personales. Así, yo: nada. E incluso, impersonal, ello: idéntica nada. Sin olvidar a Dios, esa Nada acogedora de su creada Nada en el Paraíso de la Nada.

A tal filosofía, si se pudiese por clemencia llamarla así, es adjudicado el consabido sustantivo no propio, común, siguiente: nihilismo. De modo que la Nada califica desde su nadería a la Nada. Aun la palabra Nada es la Nada misma. Verifíquelo en el diccionario: esa palabra no existe allí. Como tampoco el diccionario, que dice al respecto: “Nada, carencia absoluta de todo ser”. Simple pleonasmo narcisista de la nada en su semántica muerta ya desde su volumen libresco.

La canción de la Internacional Comunista comete el error de poner en futuro imperfecto algo que constituye presente del modo indicativo: “La Tierra ES el Paraíso de toda la Humanidad” y no, tontamente, “será”. La expulsión del Edén da a este Edén, con sus dos árboles centrales, “es decir, Nada” (Lévi-Strauss el final de “El hombre desnudo”). Aburrimiento causa Borges salvo a la gente snob y exceptuada esa frase, “la literatura no existe, es plagio”.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”. Qué sabe de eso Juan. Nada. Palabrerías. La misma nada. La Nada estaba en Dios y era Dios (curioso: pretéritos imperfectos; gramáticas desconcertantes en la Nada nada desconcertada, por no ser en cuanto no ser ni siquiera nada. Corrijo, pues, al loco de Paidos: “En el principio es la Nada, y la Nada está en Dios, y la Nada es Dios”. A quien yo, Nada, amo. Y también a ti, amor mío, tú: Nadie, Nada. Nadas, hada enamorada y fiada, evaporada, en la marejada aunque calmada rada, dada a cada uno de nosotros por nada, pero endiosada y besada: ¡en Dios cree la Nada!

Y ya vamos a ir terminando con estas cuestiones del sexo que me están aburriendo porque escribir sobre todo a mi nombre raja o pico no es decididamente muy católico, pero ciertas cosas muy materiales ya entredichas deben quedar en definitiva claras.

No iré por cuatro caminos (“je n’irai pas par quatre chemins”):

1º Mi pico parado, deseoso, lavado, aceitoso por el deseo, no está mal, pero la bolas, creo, sí, horribles, y no comprendo por qué las mujeres chupan como si les gustara todo “eso”, cuando todas me han dicho que no, salvo para excitar o por recompensa… A los hombres les gusta, sabiendo sin embargo que a ellas no, nada. Lo hacen a fin de ser deseadas y así, confirmadas, en su esencia, deseables. Es por egolatría que casi con asco o indiferencia chupan, por simulación suspiran, por grosería pegajosa son escupidas o por vicio incomprensible de gusto beben y saborean el fruto viscoso de ese tristemente breve goce varonil.

2º También sugerido, incluso aquí aceptado por una mujer: la vagina es intrínsecamente fea. Aterroriza al hombre. Es muy compleja, laberíntica, no se. Cuesta mirarla. Mirarlas. Son todas iguales y todas diversas en su igualdad abierta más a una maternidad potencial o actual que a una vulgar penetración. Músculo de abrazo generoso y egoísta cuando según sus intereses le conviene. La vagina está hecha para parir, no para disfrutar de un pene. Pero éste le es indispensable con tal fin. Entonces ella “goza” y el hombre, no sin esfuerzo, “acaba” de a poco pero de manera demasiado súbita, ya final y como dije triste; por lo cual tras algunas respetuosidades de evidente rigor enciende un cigarrillo y bebe alcohol, proporciona algunos besos agradecidos por a eyaculación mientras ella molesta por el besuqueo ya duerme y él acomoda las almohadas. “El fin justifica los medios”.

3º Durante el acto sexual, que por sí mismo a ella poco o nada importa salvo como autoafirmación de su validez orgullosa, la mujer, sea ésta menopáusica, todavía fértil, joven o simplemente púber de doce años aún quizás virgen, es decir toda esta mujer del supuesto y retrospectivo tiempo femenino, siempre cómplice y cómplices, pues bien, para facilitar la lectura, recordaré ahora que durante el acto sexual -pero esto es “nuevo”- el hombre en orgasmo real apenas ruge cual rata de cloaca, mientras la mujer simula verazmente su infinito placer de chillidos, gemidos, gritos escandalosos, suspiros, exhalaciones, etc., que el hombre interpreta como don divino de su eficiente masculinidad, en circunstancias que para la mujer tales expresiones suyas del placer son su placer sacrificial por no decir masoquista de sufrimientos maternales en almas precoces, actuales, tardías o sólo hipotéticas, pero no por esto menos reales.

Anuncié que no iría por cuatro caminos. Cumplo. Tres bastaron. Porque el hombre no comprende a la mujer.

(Continuará aquí mismo: “La crisis de la mujer hoy”).

Diccionario aparte, el amor a ti de hombre a mujer y no igualmente a la “naturaleza” por lo menos se refleja en un cambio respiratorio significativo de un anhelo hacia imaginarte, incluso verificándote, escucharte sin escrutarte, tenerte en mis brazos, sentir tu entrega gravitacional, gozar de tu risa, emocionarme por tus piernas tan inmensamente desnudas, esperarte, darte la iniciativa sin por ello quedar yo inerte, acariciarnos con veracidad, perder la noción de la desnudez, mirar de pronto los árboles y el cielo más allá de la ventana, bromear, tocarnos, recorrernos, compenetrarnos en humedad natural, llegar al oasis donde la sed se apaga, yacer tranquilos por un rato pronto preventivo de otro tristón adiós hasta luego, confiantes y recordativos de aquella respiración inicial ya renovada, honda, más inhaladora que exhalatoria, como si en mí quedase más anhelo de ti que en ti de mí y recíprocamente. Sin violencia en el transcurso. Sin ceños fruncidos. Sin penetración salvo bien acogida por sus abrazos abajo templadamente temblorosos otro abrazo. Una alegría nos reunirá otra vez esta tarde. Otro pucho y otro vaso de Chablis nos harán mirarnos. No importa que una ceniza haya caído sobre las sábanas ni que el teléfono suene: es Mozart reafinado. Te espero. Normalmente me disgusta esperar y hacer esperar. Contigo no. Es lo contrario en ambas direcciones.

Cuéntame más de ti. Dime tu edad, tu estado civil, tus estudios, tu belleza, tu maternabilidad, tu viaje a mí venido desde aquí, tu vestimenta, tu dinero, tus cicatrices, cuéntame de tu padre, tus viajes, amores y desamores, Coquimbo, Paestum, ven, ya te diré cuando y dónde: pronto. Cuando sea adecuado para una infidelidad aún no cometida y que no hiera. Piadosa mentira… ¿en Paidos o, más cerca, en el Mac? Mil besos. Te amo, desconocida.

Eso en cuanto al amor carnal. Sólo las mujeres lo comprenden y ceden a él. Yo no. Pero lo hago, sin cálculo.

Respecto del amor sin carne, sugiero ver la película canadiense (del Québec) JESÚS DE MONREAL. No mueras antes de verla.

Hice un comentario al brazo derecho del guatón Flores sobre la feminidad:

– ¿Todavía te preocupas por esas huevadas, Arturo?

– Sí.

Estudiar es curiosear con el placer de la atención. Es bautismo continuo. Buen día, buena noche. Apago. Juego contigo a la pieza oscura. “¡Los niños están haciendo juegos deshonestos!”, grita la abuela consanguínea y política para ti a mi tío, tu padre, quien te golpea ante mi pena indiferente: sólo disfrutábamos del tacto infantil. Como pronto, ya sin tío ni abuela. El tacto estudia. Así dadas las cosas, placentero es estudiar. Con agua y sal. Como el burro amable y la amable burra, cuyas anamorfosis sonoras por secreto no imito aquí, ni siquiera para excitar la sensualidad de las letras.

Estuve recién estudiando durante un rato. Estudiar consiste para mí en buscar algo nuevo hasta de pronto encontrarlo y luego olvidarlo para estudiar más después. Aunque también consista en comprobar un error propio o ajeno. Pero no consiste en memorizar para repetir repitiéndose una información. La memoria no es fecunda sino desde la afectividad. Aquí ella no se borra y puede crear. Las consecuencias morales de la innovación nos son desconocidas. A lo sumo podemos sospecharlas como intención de producir bien o mal, bien y mal a la vez, tendiendo casi naturalmente a inclinarnos por pensar que hacemos más bien que mal, pues todo mal incluso comprendido y cometido como tal encuentra en algún lado su justificación racional incluyente de la irracionalidad y en seguida su justificación moral. La creencia de haber comprendido el mal propio o ajeno ya lo ha perdonado y ha hallado en él su fondo de bien; no sin superables contradicciones temporales. Una estudiante francesa me dijo que había sido violada en numerosas ocasiones, siendo niña, por un tío. La insté a denunciarlo menos por razones individuales que sociales. Y me respondió que no lo haría, pues había gozado. Quedé perdido. Las normas jurídicas tienen a menudo validez. Pero ésta es menor que desde la perspectiva espiritual incluso irreflexiva. La eficiencia social en la Historia se apoya más en el secreto que en la locuacidad. Aunque ésta aparezca en el secreto respetado como tal. Desde el cual es posible estudiar. Son las presentes palabras resultado de mi reciente tentativa de estudio cuyo contenido mantengo en reserva para estimular la curiosidad de Ud., porque sin curiosidad verdadero estudio no hay. Más vale imaginar que saber. Sobre todo si se considera -como dicho en otra parte- que nadie sabe quizás casi nada. En cambio, la imaginación alcanza a lo inimaginable: Dios, el Amor, el Saber…

Ya he tratado tangencialmente en varios espacios del sitio A.I. esta pregunta: ¿cómo fue concebido el cero? Parto de dos postulados discutibles: sin 0 no habría raciocinio matemático; y las matemáticas son un juego consecutivo del pensamiento por lo menos humano, que por efecto de concebir al cero establece como punto de “partida” un error salvo lúdico con su lógica rigurosa pero sólo interna y en su “despliegue infinitesimal” también sólo “interno”, es decir, que incluyendo a 0=0, 1=1… a=a: “principio de identidad”, derivados e integrados del cual surgen como consecuencias, por ejemplo, que 2+2=4, aº=1, i²=-1 o -volvemos “al principio era el Verbo” (Jn.1) y, “antes, “al principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn.1)-, a la anterioridad del cero, pues ni el Verbo ni Dios lo habrían sido, excepto por misterio milagroso que no puedo ni por lógica matemática descartar; del mismo modo que ésta no descarta su imposibilidad “racional” de dividir algo por cero, declarando por fuga lingüística y no ya aritmética que su resultado es “indeterminado”; pues en caso contrario cero, si se reflexiona un poco, sería igual a uno, ya que en ambos casos nada divido, de manera que todo el castillo de naipes sucesivo de las matemáticas caería al suelo. A lo sumo quedaría esta tremenda pero en mi concepto verdadera “relatividad restringida”: +∞ -∞ =0. O sea, un regreso hasta antes del Verbo y de Dios; un absurdo, porque de la nada habría surgido todo. Para evitar ese absurdo, la física post-copernicana está llamando otra vez gracias al léxico a Dios “Big Bang”, al Demonio por principio de contradicción “Orificio Negro” (según el “físico” Stephen Hawking “sistema donde el cual si se entra no se sale y que va devorando todo”, Infierno, así, que más razonablemente René Thom ha calificado en cuanto sistema y “teoría general de sistemas, un torrente de irrelevancias”, dado que ninguna frontera sería impermeable. De allí la hermosa frase anterior, creyente en Dios, de Einstein poco antes de morir: “de dos cosas estoy convencido, una es la estupidez humana y otra la infinitud del universo, aunque de ésta no esté seguro”… porque si fuese infinito (¿quién puede saberlo?) a lo sumo se creería en un dios desendiosado, de orden panteísta, es decir “interno” al infinito universal.

Nada es idéntico a sí mismo. Así, a ≠ a (cf. Thom, Lupasco, etc., pero también Cristo: “vuelve a nacer”). Jugar bien un juego comprendiendo que es un juego está bien. Creyendo que es científico no. Nada es propiamente científico (cf. Sócrates). De allí nuestra “poesía de la incertidumbre”, dulce, o nuestra “amaneciente incertidumbre”, dulce. A menos que ni siquiera sepamos esto y, como he señalado en otros textos de aquí, que “quizás”, “casi”, algo… sepamos, ¡vaya uno a saber! “Casi”: ¿mucho? No exageremos.

La conceptuación del cero, raíz del raciocinio lógico, es en mi concepto don divino para que la Creación conciba a aquél por negación necesaria para la supervivencia frente al horror absoluto. Ya expliqué esto en la medida estrecha de mis posibilidades cuando escribí esa desordenada pero …parabólica “poesía de la incertidumbre”, 2º texto, creo, en A.I. No quiero repetirme. Si hay preguntas, que vengan. De mis hipotéticas respuestas saldrían otras preguntas, mejor dicho las primeras serían también “otras” preguntas, nuestras, nuestras, eternas quizás, anteriores en todo caso a mí. Nada inventa uno. A lo sumo expresa “mejor”, según la época y la edad como dice mi madre, lo que ha venido recogiendo. Y es así que por humor o pedantería llamamos ciencia al trabajo sobre una constante conjetura de generación en generación. Hasta la soberbia de creernos ciertos nuestros cuentos de hadas: ¡qué lindas son!

¿Y si cero fuera justamente -única IDENTIDAD- igual a uno, 0=1…, la nada en el todo y el todo en la nada sin que podamos jamás comprender esto? Otra frase de Einstein, también final, simpática, amorosa: “creo que en la humanidad nunca, nunca, llegaremos a entender cosas no obstante fundamentales”. Sospecho que en la verdadera humildad cognitiva hay una forma de “saber”. Sospecho que antes de morir Einstein prefirió, por regreso hacia adelante, su teoría de la relatividad restringida a su teoría de la relatividad general. No obstante la encarnación o la resurrección (por lo demás cotidiana, como la muerte). “Sube y baja”. Toda la “ciencia” estaría preñada de religiosidad, creyente o no. No me parece que tal afirmación tenga un carácter imperialista por parte de quien cree tener su necesariamente dubitativa fe. Sólo lo digo por fe.

No tengo la capacidad analítica de un Carcuro. Ignoro si Ronaldinho (¿se escribe así?) es o ha sido el mejor futbolista en la historia. Sospecho que no. Tal vez Pelé, quizás en otro estilo Maradona, francamente no se (pero de manera arbitraria prefiero al argentino por sus genialidades imposibles y por su lucha tan humana, tan extrema y oficiosa entre la vida y la muerte). Pero nunca olvidaré el mejor gol visto en directo por mí. Fue realizado por Di Stefano. Él estaba en la mitad de la cancha. Lanzó un pelotazo a lo alto en parábola hacia el área chica. Corrió, corrió y corrió, hasta que su pelada cabecease a la altura del penal un golpe inatajable, poderoso, en el ángulo superior derecho del arco. El público no quedó mudo. No aplaudió. Después sí. Yo también, hasta ahora. Nunca he visto un gol tan maravilloso como ése. La pelota volaba por el cielo inalcanzable atravesando a toda la defensa adversaria y él con justeza matemática corría en línea recta sin ser entorpecido por los otros, ni siquiera sorprendidos, sino por completo incomprensivos y yo diría indiferentes sobre qué estaba sucediendo. Los jugadores de ambos equipos, atónitos, fueron tras un momento a dar las admiradas felicitaciones correspondientes: fue el gol más puro, más inteligente, más complejamente sencillo, que he visto en mi vida, y no se si queden rastros de él. Di Stefano no hizo alharaca por su histórica proeza. Ningún gesto. Siguió jugando, jugando.

Con Ronaldinho ocurre que fuera de sus irregulares y no permanentes genialidades (como ese gol de taquito), siendo hoy el mejor del mundo, lleva en sí una alegría de jugar y por tanto igualmente de la vida que resulta irresistiblemente encantadora. ¡Qué lindo es verlo reír y sonreír! En esto es único. Ríe incluso cuando falla. No se trata de un tic. Ello revela según yo toda una filosofía espontánea y hermosa ante la vida. Al mal tiempo buena cara. Al buen tiempo otra, distinta, buena cara. ¿Pobreza antes, riqueza ahora?, qué importa. Estoy convencido que Ronaldinho tuvo una infancia feliz: se la ve. Ello es un estímulo favorable para millones de personas y sobre todo para padres y madres. Este futbolista notable es un catedrático de la vida. No es insensible por ejemplo a la pobreza o al sufrimiento humano. Muestras no publicitarias ha dado de ello. Claro, no lo voy a canonizar todavía. Pero le estoy agradecido. Me da gusta y me vivifica verlo. ¿A Ud. no?

Curioso resulta de paso observar que sin chovinismo yo haya evocado a cuatro jugadores sólo sudamericanos. ¿Error? No releo. Saludos.

El título es idiota, no hay “el” beso, Ud. no necesita que se lo explique. Paso, pues, por esto. Me refiero como hombre y no como mujer aunque habiendo conversado directamente con mujeres sobre el tema y hallado en substancia una comprensión similar respecto de ese beso rico, para ser conciso, en la boca y con lengua venido del sentimiento hecho deseo de mí a ti y de ti a mí. De toda tú y de todo yo. ¿En ti baja de la boca al plexo solar? ¿En mí más abajo? ¿En otros desplazamientos físicos y metafísicos? No importa. Tampoco importan las consecuencias de ese dulce acercamiento labial cuyas causas múltiples nos son desconocidas.

Sí me importa el rodeo anterior al beso.

Pero antes, por disciplina, debo averiguar la estupidez que me dirá el diccionario, ¡qué lata!, vamos, iré. Uf. “Beso: Acción de besar”… Y por tanto subo líneas con lupa hasta “besar: tocar alguna cosa con los labios, haciendo al mismo tiempo una breve aspiración, en señal de afecto y respeto”. Qué huevada. No vale la pena ni criticarla. ¿O sí? Uf. “Alguna cosa”: ¿un sapo muerto? “Una breve aspiración”: por ridículo, sin comentarios, dejando de lado eso de “al mismo tiempo”… Luego el beso en “en señal”, ¿quién escribió esto? Y “de afecto Y (sic) respeto”. Las huevas, ¿viste? Y no entremos en más detalles. El diccionario sirve para ver si una palabra existe, pero sólo lejanamente qué significa. Por lo general miente y está cargado de una u otra ideología presentada y oculta, cual saber absoluto para el mundo: lo dice el diccionario… El ejemplo aquí señalado es casi generalizable, excepto, quizás, para palabras como “y” u “o”.

El beso besa antes que el beso.

No a Ud., cómo se le ocurre, no faltaba más, sería una agraviante insolencia “ad hominem”, no, no a Ud., sino a todo el mundo, excepto Ud., a Ud., a ti, a ti, a nadie más que tú, y ello debido a razones de fidelidad instantánea que por el momento se me escapan, concentrado como estoy en la lista lógicamente ascendente de las más indecentes groserías representativas y recordativas entre risas del odio al planeta, salvo tú… pero besa pronto…

Tal lista fue inventada en 1951 por mí y mi hermana inmediatamente menor: nuestra futura Santa Paty de Fontova. Hasta hoy somos capaces y solemos tornar furioso al incontable populacho familiar, sobre todo “político”, más movedizos niños chillones, por repetir sin que nadie entienda nada sino como estúpida aquella malvada poesía infantil, continente de la siguientes palabrotas, formuladas como corresponde en sexo masculino, para no herir la sensibilidad digna de las damas; comienzo yo, sigue la Santa, alternadamente son once fonemas: Once premonitorio de ya sabemos cuál, ¿las “2 torres?, ¿el aguardiente?, incluso antes que por el cara o sello ganase Matías reemplazando como nuevo 12º al de Iscariote ya colgado con las vísceras descolgándose sobre la tierra así fertilizada del pueblo elegido. Pero vamos, yo de 6 años, ella aún sólo Beata de 5 (=11), sentados en la entrada de la casa, discretos:

1. Tonta.

2. Idiota.

3. Imbécil.

4. Estúpida.

5. Miéchica.

6. Mierda.

7. Bruto.

8. Animal.

9. Leso.

10. Carajo. Y

11. ¡JODIDO!

Así, yo siempre perdía: ¡jodido! Hasta que la monjita inventase que cantásemos eso en dúo gregoriano. De modo que la “a” diese al unísono (ella muy desafinada) “ao” u “o” un “oa”. Pero en número, si Ud. cuenta, ella salía también ganando. Yo, con odio, decía “ladies first” y “noblesse oblige” mandándola callado, fingidamente orgulloso, como victoriosa, a la 6. Pero en fin. No importa. Según su hijo Pipe, ella es mucho más inteligente que yo. ¡Por fin! Claro que él es harto tonto, pongámosle que no, asunto arreglado. ¡Un genio!

Sin embargo, ¿por qué consentimos en fabricar por iniciativa mía -es verdad- aquella horrorosa lista, que cualquier cristianoª exorcizaría? Yo, luego de 56 años (5+6=11) reflexionando sobre esta materia, he llegado a la conclusión de haberla concebido para reírnos sin lograrlo salvo hoy, cuando, para qué repetir, en cualquiera fiesta familiar vamos de 1 a 11.

Ahora bien, mis ganas de garabatear sin mi linda hermanita vienen de un degenerado y falsario que me escribió en el c.e. Agradezco a Ud. su paciencia: me he desahogado. Respiro. Feliz es respirar y expirar. Gracias. ¡Buen domingo! Arturo.

En verdad, en verdad os digo, habría en lo que sigue algunas repeticiones de cosas ya dichas.

***

El ser humano en cuanto tal no es superior al resto de la creación divina del universo siempre diferente y semejante en sí y entre sus componentes.

El universo no es infinito, Dios sí, él está y es fuera y dentro de aquél mediante su encarnación como amor sempiterno en toda la creación y como Jesucristo en la especificidad humana.

La forma ética y geométrica final del universo, “luego” de haber sido espiriforme -rostro de múltiples espirales estelares, tangenciales, viales, lactantes, secantes, espaciadas, danzantes, etc.- se ve ya aglomerada como elipse cerrada, jamás circular, sino más bien oval, que se abre por preñez interior y exterior hacia afuera de su imperceptible aunque real permeabilidad universal como la cáscara física de un hoyo que inspira al más allá, el cual tras haber oxigenado crea un segmento paradigmático de la muerte ocurrida al fondo central de este planeta, por ejemplo, que en seguida espira, y así vive, transformada ahora aquella elipse en parábola, como la letra final del alfabeto griego, omega (Ω), con la hendidura quizás vuelta hacia arriba cual figurativa ascensión debida al bípedo humano humorísticamente estudiado por Freud. De este modo, el triángulo o pirámide del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo “anteriores” cual letra alfa (Δ) a la Creación estarían haciendo derivarla mediante todo el alfabeto a omega, comunicativa por su orificio de Allá con Acá y viceversa, dándonos así una impresión sobre la infinitud amorosa dentro y fuera del universo.

Haga el ejercicio correspondiente. Inpire. Al final, aparece un segmento inerte. Luego de éste, espira. Y entre la espiración y la próxima inspiración hay perfecta continuidad. Es omega. Podría contarle sobre esto. Mas, no ahora. Recuérdemelo, si le interesa.

La representación del tiempo en la mentalidad humana es comprendida por Dios pero no es la suya, del él, donde la eternidad es instantánea y el instante es eterno y donde el movimiento y su detención coexisten al igual que la posición y su relatividad menos presuntuosamente general (Einstein lo sintió así) que restringida.

Jesucristo no se interesa por la verdad científica salvo en cuanto él se define como la verdad y en cuanto afirma socialmente a los seres humanos que siempre tendrán pobres en medio de ellos.

Dios vive incluso en quienes lo ignoran o niegan, y a veces más que en sus charlatanes políticos vestidos cual camaleón según la ocasión.

Dios crea al universo y, en él, al hombre, ambos libres, universo y diminuto hombre, para hacer éste el bien y, aun, el mal.

En la estrella Sirius ya se escucha a Mozart.

Hay preguntas que la humanidad se plantea no obstante su conciencia rebelde de no poder jamás responderlas, por ser inaccesibles a sus naturales limitaciones de comprensión.

La humanidad desconoce qué son el bien y el mal pero su convivencia le hace todavía necesaria una organización imperfecta del juicio que condena o absuelve, como método de ordenamiento social.

En el Génesis se lee que Dios dijo “el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal” por haber comido la fruta prohibida del árbol de la ciencia del bien y del mal, siendo en la cita anterior “nosotros”, no lo sabemos, él y sus ángeles, o quizás la santísima trinidad, o por qué no una falla en la escritura humana del libro, pero sí está claro que aquel conocimiento así adquirido por Adán y Eva no contiene ya la posibilidad hasta entonces no cerrada sino abierta al ser humano de conocer la única ciencia verdadera y superior, extintiva de toda otra ciencia hecha ahora rastreadora ciega en la penumbra de respuestas menores para Dios aunque mayores para los hombres perdidos en el laberinto de la casuística que en este sentido estrecho a Dios igualan al deambular mediante trayectorias inmediatas, indiscernibles, englobadas salvo por él, quien compasivo deja a nosotros como iguales a sí la miseria de nuestra ilusión cognitiva, desconocedora del saber completo, aquél perdido de la inmortalidad antes regalada por el amor a la unificación creada y creativa, única capaz de comprender desde toda su amplitud diminutiva y perdonadora al mal en el bien.

Sin mal no hay bien, pues éste, entero, de nada exterior a sí se distingue, de modo que es por la aparición del mal como tal que emerge por desgracia pero esperanzadora, otra vez, la soledad común del bien, carente de términos comparativos y de conciencia sobre su herida historia como de su felicidad.

Pregunta indescifrable y estéril va dedicada a descubrir el origen del mal, escapatoria para nada convincente es atribuirlo a un ensayo lúdico de la libertad entregada por Dios a un cierto Luzbel caído que envenena a la humanidad aburrida del Edén, donde las trompetas celestiales la habrían rendido sorda por enloquecimiento de los tímpanos.

Los contemporáneos chino, Confucio, hindú, Buda, y Sócrates, griego, se diferenciaban poco en sus valores morales, sin que ninguno de ellos fuera además propiamente religioso salvo el último en su vago politeísmo antropomórfico el último, pero sí diferían en cuanto a que el ejercicio del saber y su conquista importaban mucho al chino y al hindú, mas poco o nada al griego, ni a otros compatriotas suyos como Diógenes, o más tarde como dicho a Cristo, mi Señor y mi Dios, pues -repito más avanzado que Sócrates- “ni siquiera se que nada yo sepa, es decir quizás algo se, del tipo ‘dichosos sean quienes creen sin ver’ ”, entendiendo que “ver” no se refiere aquí a la retina.

La lectura de la Biblia no debe ser cartesiana sino poética, con lo cual no significo cursilería sentimental introductiva de una furtiva lágrima o golpes periódicos de arrepentimiento pectoral sino la más alta forma de ciencia humana -la poesía- si concisa y exacta.

Quien se siente indignado por haber sido objeto de burla doblemente objeto de burla es.

Enojarse es prueba inequívoca de idiotez.

Puedo odiar haciéndome mal y odiar menos haciéndome incluso por conveniencia propia menos mal, manipulable es el odio, odioso esclavo ya liberado.

Nada o nadie por sí mismo aburre, nada es aburrido, es uno mismo quien se aburre ante algo ni aburridor ni apasionante, por no descubrir allí una apertura sino un muro, ignorando que un presidiario puede encontrar en la celda un paraíso.

Más sabio he hallado en humilde que en condecorado.

La vida vivida lleva en sí las vidas no vividas que en ella viven como vida vivida.

Dios es madre y padre a la vez, según Juan Pablo I, es decir, sería espíritu exactamente hermafrodita, de lo cual no habría por qué escandalizarse, pues por un lado el hermafroditismo espiritual poca relación tendría con el travestismo callejero y por otro, ¿qué sabemos siquiera de los ángeles, quienes según la esforzada teología medieval no tienen sexo?

La humanidad está libremente condenada al amor.

***

Quizás aparezca por ahí un Manifiesto II. El problema con este tipo de literatura es en mi concepto que por su carácter asertivo carece de valor literario. ¿Qué piensa Ud.?

No releo. Si hay errores, descontando algún humor (Dios ríe), corríjalos, por favor, usted.

– Colega y amigo: tengo un problema, no de erección fácil y prolongada que implica deseo sino de eyaculación significativa de miedo a no eyacular que coarta al deseo, ya no estimulado por María Concepción, aunque cuando lo hacía ella tuviera orgasmos, pero decepcionados por mí. He eyaculado demasiado durante mis 55 años, cumplí mi cuota.

– ¿Sufres por ello?

– Un poco. Por ella.

– ¿Sufre ella?

– Yo diría que no. Ella dice que no.

– Ustedes se aman, María Concepción tuvo su menopausia y ahora tú su equivalente, ¿cuál es el problema, entonces? Y si vas donde una puta linda y joven tampoco eyaculas, de modo que tu problema es falso y como tal no tiene solución, salvo sacártelo de la cabeza. A cada edad su sexualidad. No ahorraste tu potencialidad seminal, pero dada tu personalidad la disfrutaste más que dosificándola. Al nacer no eyaculabas por chupar los pezones de tu madre quien en paz descansa, lo cual no te impedía sentirte feliz. Ahora puedes ser feliz acariciando la cabeza de tu mujer al lado en la noche, hasta que ambos se duerman con tranquilidad.

– A veces, pocas, eyaculo sin tocarme mientras duermo y sin saber qué he soñado.

– Has podido tener despierto y dormido orgasmos sin la mano, dormido usar la mano sin saberlo y olvidar tus sueños eyaculatorios porque éstos eran muy complejos, como por ejemplo si contuviesen en síntesis a la heterogeneidad de todas las mujeres reales e imaginarias con que has hecho el amor.

– Hum. Tú a toda costa quieres darme optimismo.

– Sí. A toda costa. Porque mis argumentos son razonables. ¿O no?

– Sí. Por tanto, ahora estoy feliz al respecto.

– Nadie, nunca, es del todo feliz al respecto. Recuerda.

– Uf, tienes razón.

– La felicidad como estado consiste en no ser como estado infeliz y, por momentos, en sentirse plenamente feliz, sin perder de vista que tales momentos no transforman salvo por paranoica idiotez al estado de felicidad normal en un estado de completa infelicidad.

– Tu sensatez es tan perfecta y simple que ni tú mismo en tu propia vida te la crees. Los inventarios positivos de la razón pura no rozan siquiera a tu impuro corazón.

– Es verdad. Así somos. La libertad consiste en ser de pecado venial o mortal. La virtud realizada y puesta ante el espejo de la conciencia satisfecha ya es pecado quizás mortal de soberbia. Dios, si existe, es también el único matemático sabelotodo. Sabe, así, querido Luis Guillermo, dividir 1 por 0 sin huir como nosotros al léxico comunista de la solucionática: “indeterminado”.

– ¡Pero no podemos más!

– Perdona, pero una pacienta espera hace rato y por algo grave.

– Te espero entonces mañana en mi consulta, a la 6 de la tarde.

– Sí. Y gracias por todo.

– Amor mío. Aaaaahhhhh…

– ¡La bragueta!

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