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La eficiencia de la Administradora es tal que a menudo en la noche, preocupada por A.I., se la pasa llamándome por el celular sin dejarme para nada dormir. Así, ni un minuto hoy. Me acosté temprano y son las 8:52 a.m. Los temas siempre estrictamente profesionales se refieren a cuestiones diversas, por lo general técnicas sobre las cuales además nada sé, mas ella llena de bondad por cierto bien remunerada insiste en la conveniencia de formarme al menos un poco en computación. No oso opinar al respecto. Pero pido consejos sabios a algunos participantes. La señorita Paloma Ossandón Jorquera, es verdad, tiene siempre la gentileza al llamarme cada cinco minutos de cantar en lugar de hablar. No niego la dulzura de su voz ni la riqueza del repertorio entre la cumbia, la salsa, la cueca, la bosanova, el disco, Guadalajara, Berg y California dream. Su entonación es además de una exactitud digna de Celia Cruz. Pero el problema estaría en la estrecha periodicidad de los timbrazos, sin que humillándola yo me atreva a desconectar el teléfono portátil. Si al menos sus mensajes musicales fueran continuos y no matemáticamente discretos, gran parte de la cuestión estaría resuelta. Comprendo sin embargo que ella deba descansar cinco minutos cada cinco minutos. Espero que si la mencionada señorita lee este texto no lo tome a mal. He tenido el privilegio de estar solo con ella algunas veces. Es de una belleza sobrenatural que humildemente ignora del todo. No se mira en las vitrinas, no se maquilla ni deja entrever su pantorrilla y menos aún su rodilla. Viste con elegancia pudorosa desde su intrínseca transparencia. Apenas por inadvertencia suya al recoger una miga del suelo he logrado atisbar la perfección de un seno suyo. Su comportamiento administrativo ha sido irreprochable. Es educada y tiene sentido de la autoridad, gozando de la plena libertad que por sus virtudes virginales y religiosas le otorgo sin inquietud. ¿Si me entonase la sinfonía 41 “Júpiter” de Mozart? ¿O la 40, sin todavía el Requiem? Pido ayuda en relación con esta flor de la maravilla también llamada girasol porque durante el día va girando en torno del Sol, mientras en la noche gasta su dinero para informarme sobre la evolución de A.I. Muchas gracias. Vengan comentarios específicos o generales sobre nuestra ejemplar Administración. AML. ¡Son las 9:47 am! LA ADMINISTRACIÓN.

Es sustantivo cuyo adjetivo es loco. No hay etimología que descifre esto, salvo por metáforas redundantes y aproximativas; obvias como demente, insatisfactorias. Evocando otras palabras -locomotora, locomóvil,…- se me sugiere por su raíz, discutible, el “locus” latino indicativo de lugar o territorio, como asimismo la noción de “libertad” por lo menos “restringida” que se asigna al espacio en sí mismo, cambie éste o no, i.e. inclusive “universal” en su “temporalidad” (cf. Einstein).

 

Esta relación intuitiva entre loco, lugar y libertad no sería “loca” desde la experiencia cotidiana. Me siento loco en circunstancias que por cualquiera causa -¿un alucinógeno, un sueño, un TEC, una distracción?- pierdo la noción de dónde, cuándo o cómo estoy y por ende me hallo exactamente libre de toda restricción: si un policía interiormente no me detiene, menos lo hace entonces mi espíritu. ¡Por más inconsciente que mi libertad lo sea, más libre es! Y es así que en hospitales de psiquiatría o en universos carcelarios se suele encontrar efectivamente a locos lugareños más libres que a cuerdos apátridas en la esclavitud del trabajo (origen: “tortura”), de la familia, la urbe, la escuela, el lenguaje, la salud, la ley, etc. (cf. M. Foucault).

 

Planteado lo anterior en su extremada insuficiencia no pretendo por cierto dictar cátedra sobre nada, tarea disponible para sabios como J. Lacan RIP por ejemplo. Yo sólo me satisfago con inquietaros mediante tres ejemplos personales (hay más) de lugar, libertad y demencia. Vosotros podrías interpretarlos o daros otros propios.

 

– Lectura en los muros.

 

Estuve hace poco hospitalizado. Mi mujer me acompañaba. Yo leía perfectamente bajo la pintura blanca un texto igualmente albo pero voluminoso como de gusano letra a letra, discernible, claro, importante, paseante. Pensé en un posible delirio mío. Consulté a ella. Observó. No veía nada. Yo sin frenesí sí. Una frase entre muchas otras se repetía. Pensé en obreros maliciosos dejando recados de misterio: “Nada merece desmesurada preocupación”. ¿Quién me habría dejado eso? ¿Qué pintor de brocha gorda? ¿Qué Sócrates? ¿Qué carpintero? “Estás alucinando, Arturo, son los medicamentos”. La prevista etiqueta estaba así ya pegada a mis parietales aún conservadores de aquella purísima y neta escritura. Ergo: dislocado, libertino y cretino.

 

– Vigilia de ojos.

Durante varias clases de epistemología (“cómo conocer” según yo) en Francia me distraje por las tonterías del alumnado deteniendo la atención en la misma nada tras rostros, árboles, edificios, nubes. E invariablemente fui atacado o visitado por una lluvia de miradas distantes, distintas, desconocidas, “mías”, adyacentes, expropiadas, fugitivas, temibles en su conjunto, bellas unas, amadas por niños imaginarios cuyas miradas se añadían a las otras, risueñas, viejas, mortecinas, verdes como árboles de primavera al viento que me restituían a la epistemología de Adorno contra Popper y por tanto al lugar, a la obediencia y al clasicismo: ¡peor demencia, aunque aceptada! Si yo hubiera osado referirme a aquellas miradas, ¡cuán mejor profesor habría sido!, pero pronto gentilmente expulsado: opté tras 25 años por dimitir y por llegar a esta deliciosa cesantía en Chile. Por último,

 

– La cara de los signos.

 

Hubo un tiempo aún actual en que como escribo tantas tonterías al lote, sueño -ya lo dije en A.I.-, por imágenes, frases. Si amo a una mujer, no es su rostro que llega, es su nombre. Las frases corren tan despavoridas que su recuerdo se pierde a la décima palabra, yo parto a recogerlas sin éxito, es una verdadera pesadilla metonímica, debo seguir pues hacia delante, rehago como puedo sin poder mi infinita declaración de amor descarado, sudo, no me toco, profiero fonemas incomprensibles incluso para quien no sea yo y en resumen me aplico de tanto amar onírico a la fluidez de la caligrafía, de la ortografía, la gramática, la sintaxis y como solución menor a las matemáticas cuyo alfabeto es más mecánico que la vulgar poesía. Ergo: loco entre rejas, furibundo en su hacienda y aristócrata de la idiotez.

 

Fuera de disimulador profesional.

 

Enriquezcan las lectoras y subsidiariamente los lectores las reflexiones y los testimonios anteriores, a los cuales como señalé podrían ser añadidos muchos pero muchos otros. Sin olvidar que una señal de la locura está dada por la posibilidad de sonreírle.

1º Que la muerte no sea inminente pero tampoco demasiado lejana en el tiempo, con Alzheimer por ejemplo.

2º Que yo después de orinar y defecar esté elegantemente vestido por mí aunque quizás ayudado y tendido sobre la cama bien hecha.

3º Que se me dé un poco de erizos y una copa de vino blanco seco y frío.

4º Que en lo posible no se hable mucho alrededor, que no haya expresiones de tristeza ni preguntas.

5º Que se deposite una Biblia cubierta por mis manos sobre el pecho.

6º Que Dios perdone mis pecados y un desperdicio de sus dones a mí.

7º Que esté un poco chascón.

8º Que se me ofrezca un whisky doble con un solo hielo y dos cigarrillos no “light”.

9º Que alrededor oremos un solo Padre Nuestro y una sola Ave María.

10º Que se escuche suave durante un rato el concierto para violín y orquesta de Brahms y que en general haya más bien algún silencio.

11º Que haya luz.

12º Que estén presentes sin muchedumbre quienes se sienten amados por mí y me aman, nadie por “relaciones públicas”.

13º Que sólo Luis Flores me saque algunas fotos vivo y muerto.

14º Que mis bienes sean llevados sin pelea ni testamento por los hijos.

15º Que no haya calor en el dormitorio.

16º Que el asunto no dure mucho rato, no hasta el aburrimiento común.

17º Que si tengo demasiado dolor se me administre una buena dosis de morfina.

18º Que el funeral tenga lugar en la iglesia donde me casé: la parroquia de la Divina Providencia.

19º Que allí se escuche “Gracias a la Vida” en buena grabación.

20º Que en el dormitorio, antes, haya tres impares y bellas rosas en nombre de la Santísima Trinidad.

21º Que se crea en la eternidad feliz de las almas y de la mía en cada uno de Uds.

21º Que no se me incinere.

22º Que el obituario de “El Mercurio” señale este sensible deceso…

23º Que no se me toque demasiado.

24º Que no haya circulación alrededor del féretro, cerrado a los mirones de mi cara.

25ª Que alguien como el cura Mariano Puga dirija la ceremonia; alguien humilde.

26º Que tengáis paz interior y generosidad.

27º Que se sepa mi indiferencia metafísica si se hace caso omiso de todo lo anterior, ya excesivo. Y

28º Que entre tanto nos sirvamos otro copete porque no falta histrionismo narcisista en estos 28 puntos.

 

N.B.: Dejo esto a Paloma Ossandón, administradora de A.I., para que lo publique ya, a fin de reír un poco, suponiendo yo que sólo la veré de mirada a mirada cuando ya sea tarde para que ellas se encuentren y crucen.

 

No releeré.

La temporalidad está detenida mientras retrocede hacia adelante, sin que estos conceptos respectivos de estacionalidad, de parálisis, regresión y avance presenten por tanto ninguna relevancia filosófica o científica aunque sí tecnológica, pues hacer revoluciona al saber, a lo sumo instintivo, cual en simulación de circular reloj. Algo igual sucede respecto de la espacialidad, inerte o pobremente vibrátil, incluso por su relatividad “catastrófica” o temblorosa en la inmovilidad general como “velocidad” newtoniana donde el tiempo divide al espacio; pudiendo ser eso perfectamente al revés, como en a/-b pues ambas nociones están física y metafísicamente hechas una sola, indistinguibles en su confundida perennidad…

 

Penosa resulta una pretenciosa explicación abstracta. Más vale narrar. La escritura que sólo fuerza a pensar y repensar de nada vale. Sí sin forzar aquélla que ayuda a soñar en amistad reconstituida tras la guerra de palabras hirientes donde el empate sigue doliendo a los contrincantes en sus pesadillas ya acompañadas por el excluyente aislamiento.

 

Hasta que alguien entre ellos sin saber muy bien por qué ejecuta un desplazamiento nocturno y de vigilia precoz llega allá para saludar y pedir perdón, el cual le es otorgado con espontánea y emocionada generosidad, quizás fácil, porque el viajero también y no sin justicia estaba herido. Razonable habría sido que a su vez recibiese una expresión petitoria de perdón. Pero no vino. Habría estado de más. Ya estaba dada en la mirada. ¿Para qué más? Los enemigos así tan prontamente de nuevo amigos se despidieron con sólo un resquicio mañana borrado de rencor.

 

Duele amar sin sentirse amado. Más dolería no amar sintiéndose amado. Las palabras de amor mienten creyendo en su verdad. Este terreno comunicativo es la desolación humana entre dos o incluso sólo en uno mismo. Me duele que te ame sin amarte. Mis poesías son falsedad embriagada por la prosa hacia ti (¿qué será de LER?). Tus frases ardientes a mí son vaciedad sin consecuencia de un renovado adulterio sentimental si no apenas carnal.

 

Prometo, juro, no cumplo. Una complicidad de mafia dual se halla establecida. Prometes, juras, no cumples. Cumplir no corresponde ya. Más vale el escupitajo de una promesa. La temporalidad está detenida. Los cuerpos se tornan indiferentes entre sí. El beso es de impuestos internos. Una Fanta no estaría mal.

 

Tú traicionas todo y desde luego a ti misma. Me recuerdas a una francesa. Fui invitado a dormir en su departamento. Se desnudó sobre su cama. “Ya, lista estoy”. Observé el desprecio de esa entrega. Partí. Hasta hoy siento pena por su soledad. Pero no soy una verga ni ella una aceptable disposición burlesca.

 

La simulación de circular reloj no existe ya.

 

La cama de esa ex alumna hedía a sudores fríos y diversos además. Mi retiro no tuvo por causa sólo la moral. El olfato me empujó a un hotel cercano de dos estrellas. ¿Qué hacer revoluciona al saber?

 

No se debe pedir perdón para recibir como recompensa otro equitativo exordio de absolución. Perdonar de corazón cuesta pero más cuesta no perdonar. La indiferencia nada tiene que ver con el perdón. Es a lo sumo una neutralidad de olvido en apariencia conveniente. Al igual sucede respecto de la espacialidad. Hay equidistancia entre mentí acá y mentiste allá. Con la pequeña diferencia que yo como sabes no te mentí. Salvo ahora: votaré por Piñera antes que por Frei; es la noche de la Santa Navidad.

 

Dijiste que vendrías mas no has venido. No osarás venir. Has transformado la cobardía en signo de libertad. Tienes pavor incluso de nada. Pues en efecto la belleza de esa desnudez displicente y cercana a la calle Francia me tiene sin cuidado. Miro a regañadientes el futuro de ese vientre que se anuda sin fecundación. Te mordería, confundida perennidad.

 

Detenida mientras retrocedes hacia adelante, frenas acelerando en punto muerto, mientras tus piernas abiertas de amor insatisfecho se quejan a causa de la madre, del padre, de la tía o de la sobrina. Te faltó ese hermano. Culpa mía no es. A lo sumo podría haberte proporcionado un hijo por la gracia del Señor. Pero no ya. Dilemas de carácter aparentemente prostático parecen impedir cualquiera desventura que no imagino erótica al respecto. ¿Cuál es tu nombre? ¿Temblorosa? ¿Temblorosa en la relatividad general? ¿Alba de la naturaleza?

 

         He observado atentamente a Ud. Es una persona de fe. Es éste un don. No basta con haberlo recibido. Se requiere además ser responsable de él.

 

Esas palabras te quedaron grabadas. Ya sé, inerte o pobremente vibrátil crees ser. Errada estás. Pero aunque no lo estuvieras, que lo estás, jovenzuela provisional, ten por comprendido que ninguna relevancia filosófica o científica es, aunque sí tecnológica, pues “por tus frutos conocida serás”. Haz la carpintería de la maternidad. Sin hablar otra vez de la velocidad.

 

Cobarde, eres valiente. Se necesita valentía para la cobardía. Pues sin ésta se falta a la valentía de la cobardía. No es por gusto de la paradoja que lo afirmo. El miedo a la libertad de vivir presenta el mérito excepcional, como dije, que sin él sería imposible vencerlo. ¡Y vencerlo es fácil! Es como triunfar sobre el Demonio: ¡basta con echarle una risotada para que huya despavorido! ¿Has visto personaje tan ridículo como el mismo Diablo? Yo no. Pues soy hijo de Dios mediante mis padres biológicos y punto. Sin olvidar sonriendo que María recién parturienta es la Madre de Dios, uno se puede preguntar quiénes serían los padres de tal Doncella. La reproducción es también una gracia. Es una desgracia. Es una gracia. “Creo en la vida eterna”. Es previendo esa frase que hoy trascribí en A.I. el fenomenal evangelio de hoy.

 

Recibid, lectores de esta incertidumbre, este amor. Arturo.

 

P.S.: No releo.

El cansancio nace junto al nacimiento. Viene parido mugriento en el alma y en el cuerpo juntos, al unísono del diapasón en la frecuencia de la nota “la”. Trae en síntesis la Herencia postulada de la supuesta Historia. Se calma riendo cual hiena, devorando como ballena, permaneciendo cual roca, bailando como yuyo, volando en ave de ventolera, interrogándose cual humanidad, durmiendo como Dios. El descanso es intersticio efímero de la fatiga. Duele en la parálisis ecuacional y reversible de la velocidad (1/v = t/s) -como sì ésta fuese un valor deontológico- dividida por el tiempo del espacio. Ambos conceptos representan el mismo número de la letra recíprocamente cabalística en tradiciones sumeria, persa, hebraica, china, hindú, cristiana o por ahora digital. Tristemente escribiría la yema.

 

La teoría de la relatividad establece una simbiosis aún mínima y máxima sin que se conozca el significado universal de tales comparaciones ni siquiera en química- sobre la unidad hipotéticamente impermeable o al contrario porosa de la totalidad. Las conjeturas al respecto significan una alternativa cognitiva física, no matemática, aunque sobre todo filosófica, poética y religiosa. Una reminiscencia vigorosa del positivismo -tan torpe como fue, precoz, aquella inquisición aquiniana curiosamente santificada por su dogmática “suma teológica”- sigue en boga, aunque una disposición quizás dulce a la incertidumbre está ya dando cuenta de los límites que presentan a la humanidad junta a la naturaleza la demencia epistemológica y vulgar de “querer es poder”. Asunto ya explicado en A.I.

 

El amor como palabra, concepto o emoción está jugando en la “postmodernidad” un rol crucial para la mentira. Jorge Díaz escribía: “el amor como contrapeso para complejos de culpa”. Y ni siquiera. ¡Qué arrepentimiento, salvo por ejemplo aquél bastante pusilánime de Juan Pablo II sobre las… Hogueras, los Descuartizamientos, las Cacerías de Brujas, la “Guerras Santas”, el Oro…! Fácil es pedir perdón por diez siglos atrás. Menos por hoy. Y hoy ese Papa besador del suelo en Santiago de Chile no tuvo el coraje de ir a Bagdad para impedir por su sola presencia acompañada y solicitada -me consta- a fin de impedir estas masacres, “mañanas de todas las guerras”… Dentro de otros diez siglos la secta vaticana instalada con su guardia suiza en un Banco de Zürich solicitará disculpas -si no se las da a sí misma- por esta resurrección abusiva de la “suma teológica”. ¡Y después la Iglesia pretende que la juventud la siga! Otro simulacro: ¡hoy requiere más dinero pues éste le “falta”! Francamente, siento rabia y vergüenza. ¡Es mi Iglesia! Templo donde vive ornamentado el “servidor de los servidores”. Sí, siento asco. ¿Detesto los “ademanes sacerdotales” de todos estos curas melifluos? No. Me dan pena.

 

Recuerdo con exactitud que en Buis-les-Baronies, Drôme, France, una sobrina recién nacida fue bautizada. Encontré de validez simbólica que ella se haya tirado entonces frente al obispo un fétido pedo que infló a esa antigua construcción románica. Nuestra Iglesia, si no cambia con realidad en el sentido de la humildad y la pobreza, no va a ser creída. Más santo fue Savonarola que Borgia.

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