Intentaré ser objetivo. La situación de Chile hoy no tiene absolutamente nada que ver con el caos vivido bajo la UP. Ni Bachelet con Allende. La inversión pública representaba entonces 75%, hoy 25%. La inflación no existe. El desempleo está disminuyendo. La tasa de crecimiento económico es ahora el doble que la tasa de crecimiento demográfico, antes eran del mismo nivel. La pobreza y la indigencia han disminuido drásticamente desde Aylwin. El automóvil no es ya un artículo de lujo para la clase media. Bachelet no ha sido sorprendida en ningún acto de corrupción. La moneda es fuerte y no sólo frente al dólar. El comercio ofrece lo mismo que en Berlín o Nueva Cork. No hay mercado negro. La delincuencia está bajando. La crisis del Transantiago es atribuible a Lagos y no a Bachelet, quien no puede resolverla en un corto plazo: nadie lo podría. Ella ha cometido errores, ninguno grave, ¿quién no? Chile tiene el ingreso per cápita más alto de América Latina. La clase política no es más mediocre que antes. Ya no reina el bocinazo urbano. Crece un respeto ciudadano. Son hechos globalmente comprobables e irrefutables.

Debemos cultivar las virtudes de la paciencia, de la unidad y de la esperanza, a pesar de todo y gracias a todo. La demagogia alarmista es dañina. Debemos mejorar en todo, comenzando por casa. Una alternancia política es deseable, pero la derecha no propone alternativas fiables y unitarias, teniéndolas, y no lo hace únicamente por intereses creados que son miopes pero resistentes.

Ofrezco la palabra. Argumentemos.