You are currently browsing the monthly archive for diciembre 2009.

“Te leo” escribió hoy ella a él, dentro de un contexto por supuesto más amplio sobre el cual yo, persona clandestinamente intrusa durante sus separadas ausencias laborales del mediodía veraniego, nada diré. Cuento con suposiciones cuya validez es probable. Pero una discreción es por lo común recomendable. Las conjeturas porcentuales dan lugar a rumores calumniosos.

Así, ella escribe que lee a él, quien por tanto de antemano ha escrito. ¿A ella? No resulta imposible aunque tampoco seguro. “Madame Bovary c’est moi!” exclamó Gustave Flaubert luego de ver publicado y celebrado su inolvidable libro sobre Emma, constitutivo de una revolución conceptual en la historia de la novela del Siglo XIX.

“Te leo” ¿qué? Simplifico al máximo. Ella lee que él la lee. La correspondencia en su miniatura habría consistido en esto:

Te leo, escribió Gustave.

Te leo, respondió Emma.

Pero las cosas no siempre son tan simples como parecen. El hecho de leer presenta varias capas posibles:

Leo que me lees.

Yo también.

Pero qué.

Lo importante es leerse.

¿Leerse es que leemos que nos leemos que nos leemos?

Sería ya un signo de dedicación afectuosa a la literatura en sí.

“Afectuosa”: pobre y abstracta emoción.

La emoción es moralmente irrelevante, Hitler y Stalin…

Sí. Tienes razón. Como entre Teresita de Jesús y Juan de la Cruz.

Tienes razón. Es el contenido de la emotividad que importa.

¡Pero quién puede juzgar válidamente sobre contenidos morales!

Dios.

¡Ahora!

Nadie.

Entonces, para qué hablas así ahora.

Para estar contigo.

¡Mira tú!

No comprendes. Acércate.

Comprendo que en una segunda capa de leer está comprenderse.

Amarse en las letras “te leo” con “te leo”.

O no amarse en absoluto. ¿No te ha ocurrido detestar lo que lees?

Sí. Pero en lo posible explico.

Yo no. Quiero ser una persona adivinada.

Pones a la Academia Sueca en una situación complicada.

No. Ella me ignora por completo y nada me importa que así ocurra.

Mientes.

Jamás he enviado un manuscrito serio a nadie.

¿No era serio “te leo”?

No basta con ese tratado.

Podría bastar. Inténtalo.

Estás demente.

Hay cosas obvias.

Cuál.

La diferencia entre Teresita y Stalin.

Anda tú a saber, las percepciones del bien y del mal cambian.

Ese relativismo es malévolo.

“Lo que haz de hacer, hazlo pronto. Y Judas salió”.

Te lo concedo. Nada en moral es estrictamente obvio. Acércate a mí.

Ningún límite es impermeable.

¡Acércate!

La perversión y la santidad se rozan por milímetros acercándose.

De semejante modo que se alejan.

La perversión mayor reside en el alejamiento.

No me des lecciones. Entre “te leo” y “te leo” hay juntos nosotros.

Más allá que la comprensión está la compasión.

Más allá, la generosidad.

Una generosidad constante pero no forzada y en el fondo alegre.

Sí. Olvidada de sí misma.

Sí. Su fundamento es la humildad.

También olvidada de sí misma.

¿Sería eso el verdadero amor?

No sé. Te leo.

Me acerco a ti. Leerte es tu alma aún corporal.

¿Sería lícito besarnos?

Te leo.

Un ramo florido de ilusiones nace en esa cabellera cana. Yo sólo soy como escribía Barthes en “El grado cero de la escritura” un “testigo universal”, ése que observa y narra sin ser partícipe de nada. Barthes fue atropellado por un auto en París y cayó muerto.

Se puede  empezar con cualquiera frase. Da prácticamente lo mismo. Una de ellas abre mil caminos. Son la libertad desértica y aterrorizada por la similitud entre el Sinaí y los imponentes Ojos del Salado. Extraño parece que ese universo de la piedra dé ocultas olivas, naranjas. Que entregue ovejas, llamas, tomates, tablas de la ley quebradas por la furia mosaica ante el becerro de oro. Moisés sigue a Jesús. Éste corre al plano dejándose llevar por la velocidad de la luz. Sus piernas no le obedecen, ellas le conducen, evitan hoyos, grietas, piedras, ramas, polvo, raíces, senderos imposibles, ortigas, caídas. Él se recoge a la tierra cual ave de paz. “¡Moisés…!”. Las quebradas son silencio. Al fondo se ve el zumo de una tierra prometida. Aarón coge las riendas del camello principal. Y Jesús llega abajo descansando apoyado pero de pie sobre el tronco de una tepa. Deja allí que el árbol le respire en la espalda. Poco a poco se va deslizando agradablemente arañado por la corteza hacia el suelo. Allí se sienta adormecido. El bosque le canta. Media hora más tarde llegan numerosos los pasos del miedo. “Señor…”.

– Traedme a Magdalena y retiraos.

–         Jesús…

–         Ven, acércate, María de Magdala.

–         Te traigo agua.

–         Vé a Caná y aporta un restante vino.

–         Aquí está.

–         Se hace noche.

–         Acógeme en tus brazos.

–         Del espíritu también te tengo.

–         Bebo la savia en la rama del Maestro.

–         Mañana seré entregado, partiré como un niño.

–         Has vertido simiente en terreno fértil.

–         De allí nacerán quienes aún desconoces.

–         ¿Me hablas de nuestros descendientes?

–         Deberé venir nuevamente.

–         ¿La pronta resurrección habrá sido estéril?

–         Sí. Debo ocuparme ahora de otros rebaños menos espurios.

–         Te olvidarás de mí.

–         Tienes la cabeza perdida.

–         Acompáñame al río.

–         Cuidarás tu vientre.

–         ¿Morirás mañana de suicidio, de asesinato, de enfermedad, de accidente?

–         Hágase Su voluntad y no la mía.

–         Sí, a fin de cuentas da lo mismo, siempre será según Su voluntad.

–         Qué te ocurre.

–         Me duermo, sueño contigo.

–         De este sueño el más lejano descendiente nuestro será una amnesia de la fe.

–         Hay amor en el olvido.

–         Seca estás ahora.

–         La higuera quemaste en invierno.

–         Estaba comida de termitas.

–         Botaste a tres mil cerdos por el acantilado.

–         Se salvaron de la castración y salvé al endemoniado.

–         Pudiste evitarla.

–         No. Calla. A mis brazos ven otra vez.

–         No estás despierto.

–         Mañana me iré.

–         A tus pies estaré, clavado y aun muerto te tendré.

–         Darás leche de tus pechos a la descendencia, no me recuerdes demasiado.

–         De todos modos, la memoria se perderá en la arena.

–         Quedará no obstante el Verbo.

–         Sí. Perdón. Estoy ebria. Te amo.

–         Duerme.

EVANGELIO DEL DIA

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

viernes 18 Diciembre 2009

Feria de Adviento (18 diciembre)

Hoy la Iglesia celebra : (…) La Expectación del Parto (…) Ver el comentario abajo de Juan Pablo II: «Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor»

Evangelio según San Mateo 1,18-24.

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros». Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por :

Juan Pablo II
Carta apostólica « Redemptoris Custos », § 25-27

«Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor»

El clima de silencio que acompaña todo lo que se refiere a la figura de José, se extiende también a su trabajo de carpintero en la casa de Nazaret. De todas maneras, es un silencio que revela de modo especial el perfil interior de esta figura. Los evgelios hablan exclusivamente de lo que «hizo» José; pero permiten descubrir en sus actos, envueltos de silencio, un clima de profunda contemplación. José estaba cotidianamente en contacto con el misterio «escondido desde antiguo», que «puso su morada» bajo su techo (Col 1,26; Jn 1,14)…

Puesto que el amor paternal de José no podía dejar de influir en el amor filial de Jesús y, recíprocamente, el amor filial de Jesús, no podía dejar de influir en el amor paternal de José, ¿cómo llegar a conocer en profundidad esta relación del todo singular? Las almas más sensibles a los impulsos del amor divino ven, y justamente, en José un luminoso ejemplo de vida interior. Además, la aparente tensión entre la vida activa y la vida contemplativa queda resuelta en él de manera ideal, tal como se puede realizar en el que posee la perfección de la caridad. Según la conocida distinción entre el amor a la verdad y la exigencia del amor, podemos decir que José ha experimentado tanto el amor a la verdad, es decir, el puro amor de contemplación de la verdad divina que irradiaba de la humanidad de Cristo, como la exigencia del amor, es decir, el puro amor también del servicio, exigido para la protección y el desarrollo de esta misma humanidad.

***
He muerto. Morí ayer. Moriré mañana. Extenso es el tiempo espacial de la muerte en vida, de la vida en muerte. Es instantáneo y permanente. Ambas están unidas en el misterio insondable y a la vez sondable del Paraíso. Si «el Infierno está aquí» según Juan Pablo II, también lo está en él, como asimismo el Reino de Dios, quien -escribió Truell sobre la pintura de «Los ángeles caídos» pintada por Hieronimus Bosch- «creó al ser humano para que redimiese al Demonio; tarea aún incumplida entre tanta guerra, tanta mentira, tanto mal, fuentes de esperanza por mejorar la realidad y la irrealidad moral de los sueños.
Hermosa es la Tierra. Hermosa es la Creación. Hermosa la flor del jazmín. Hermosa tú. Hermosa la lluvia de las estrellas en la noche. Hermosa la mañana. Hermosa tu alma. Hermosa la poesía del verbo conmovido. Hermoso el perdón acordado incluso a sí mismo. Hermosa la comida sin avidez. Hermosa la conversación en el clima del silencio. Hermosa la expectación compartida del parto. Hermoso aquello que para siempre será ignorado acá. Hermosa la sabiduría callada a la cual permanecemos fieles desde el cielo. Hermoso es Satanás convertido al Señor. Hermoso es el movimiento. Hermosas la Virgen María y María Magdalena. Hermosa la humildad de Esaú ingeriendo lentejas. Hermosa la triste súplica de Caín en el exilio reproductivo. Hermoso el grito final de Cristo en la cruz. Hermosos nuestros padres, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestra anteriorida y nuestra posterioridad. Aun hermosas son nuestras caídas al levantarnos. Hermosa es la infinita misericordia divina. Hermoso es vaciarnos. Hermosa es la hermosura de la diferencia en común. Hermosa es la vida en la muerte y hermosa es la muerte en la vida. Hermosa es la alegría desde la tristeza. Hermosa es la fortaleza débil de la fe. Hermoso es el amor propio o ajeno sorprendido en cuanto tal. Hermoso es que Dios haya entregado a sus criaturas la capacidad del arte. Hermoso es el triángulo isóceles de los pájaros al viento. Hermosa es la piedra. Hermosos son los llantos de Pedro tras sus negaciones. Hermoso es Juan XXIII. Hermosa la sombra del sauce en verano. Hermoso el arroyo con su musicalidad dulce. Hermoso es respirar. Hermoso es el interior del féretro. La cama es hermosa. Hermoso es despertar de amor. Hermoso es jugar. Hermoso es el oso polar. Hermosos son los perros, las gaviotas, las abejas, las hojas otoñales, la arena, las olas, un saludo callejero, la pareja de ancianos, la viuda tranquila, el cometa, el pecador, nosotros.
Nada cuesta mejorar cada día un poco más. Es por el contrario una fuente de felicidad que no enorgullece sino da un sentido de las proporciones sobre lo pequeño que grande se es gracias a Dios.
Dios, este desconocido que vive plenamente -decía San Agustín- en lo más íntimo de nuestra intimidad. Dios cuyo alimento es innecesario porque es Dios pero quien por amor se nutre de su Creación. Incluso al mal come él para que mediante la libertad entregada al universo sobrepasado por sí mismo surga el bien. Bien es ayudarte y que tú me ayudes en el espíritu más que en la materia. La materia es suavizada por el espíritu. Mientras no lo sea aún, como ocurre, ya lo será, ten fe en esto. Concibo al Apocalipsis como un salto regalado a la Bondad. Un regalo casi anónimo, individual y colectivo a la vez. Si Jesús descendió a los infiernos durante tres día, ¿cómo yo no más? La resurrección consiste en la salida, rebautizado. Pido perdón a Uds. por este sermón. Carezco de derecho para hacerlo. Pero allí ya está. Deseémonos y hagámonos lo mejor que está en nosotros.

Aquí puedes buscar «Columnas anteriores» pasando el cursor sobre un día en particular.

diciembre 2009
L M X J V S D
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031  

Estadísticas del blog

  • 573.725 visitas